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El fact checking importa, ahora más que nunca

Mientras el mundo enfrenta la pandemia global de coronavirus, existe una avalancha de desinformaciones en internet sobre el virus en sí, sus orígenes, la enfermedad respiratoria (COVID-19) que la causa, sobre dudosas “curas” y medicamentos para tratar esta enfermedad, y sobre las medidas de los gobiernos. Ariel Riera de Chequeado y Olivia Vicol de Full Fact repasan qué hacen los chequeadores, por qué es importante y qué se sabe de su impacto.

Un movimiento que crece

En 2014, la primera conferencia global de Fact-Checking juntó unos 40 chequeadores en Londres. Entre sus objetivos estuvo discutir la posibilidad de un enfoque común, en el medio de una nueva y diversa audiencia que iba desde organizaciones de la sociedad civil a empresas de medios.

Hoy, existe un movimiento de fact checking bien constituido. Con datos de 2020, la Red Internacional de Fact-checking (IFCN, por sus siglas en inglés) está compuesta por 78 miembros activos, y otros 12 en período de renovación. El término “noticias falsas” se volvió de uso común. Y durante la actual pandemia de coronavirus, la Organización Mundial de la Salud advirtió sobre la creciente “infodemia”: “una sobreabundancia de información -alguna correcta, otra no-, que hace difícil para las personas encontrar fuentes confiables y consejos útiles cuando los necesitan”.

En general, el mundo ha empezado a valorar el rol clave de la información de calidad: importante para cuidar, compartir y, sobre todo, defender. Es lo que los fact checkers nos dedicamos a a hacer.

¿Por qué esto es importante?

Hasta cierto punto, importa porque todos estamos predispuestos a creer cosas que no son verdad. Para empezar, nuestra posición inicial es creer en vez de dudar. Desde las investigaciones de la década de 1940 sobre la propagación de rumores de guerra, hasta los recientes experimentos de laboratorio que testean títulos en Facebook, los estudios han encontrado que la repetición aumenta el nivel de creencia de una frase.

Otros sesgos también aplican. Psicólogos descubrieron que estímulos “más fluidos”, como imágenes fáciles de procesar, son más probables de ser creídos. Encima de todo, hay un razonamiento motivado: tendemos a creer cosas que coinciden con nuestra visión de mundo, y dudar de aquello que va en contra.

¿Cómo trabajamos los fact checkers?

Los fact-checkers apuntamos a reducir la difusión de desinformación. Empezamos buscando una frase, mirando la evidencia atrás, y consultando expertos para entender cada tema. Contactamos a quién dijo la frase para pedir clarificaciones y, si es necesario, intentamos que se corrijan. Nuestros formatos varían ampliamente. En general, se publican artículos o “chequeos” escritos, pero algunas organizaciones también producen GIFs, videos, y hasta mensajes de audio de WhatsApp, en un intento por volver el trabajo más accesible a todo tipo de audiencias. La investigación muestra que cómo comunicamos es tan importante como la forma en que lo decimos, porque afecta nuestro alcance, credibilidad, y lo que las personas aprenden.

Más allá de la diversidad de resultados, compartimos un compromiso con la verdad, y hay algunos indicadores de éxito. Aunque hacer que quienes dijeron una frase falsa se corrijan puede ser difícil, la mayoría de los fact checkers puede señalar ejemplos de impacto real en el debate público de cada país.

Conseguir correcciones

En 2015, el candidato a presidente de la Argentina Mauricio Macri dijo que en ocho años de gobierno en la Ciudad de Buenos Aires el PRO “no había tenido una denuncia de corrupción”. Sin embargo, la administración había recibido denuncias penales en diversas áreas de gestión desde 2007y, si bien ninguna tenía avances claros en el plano judicial, varias involucraban a funcionarios de primera línea del Gobierno porteño. Por esto, Chequeado calificó la frase como falsa y difundió la nota en otros medios. Días después y al ser consultada por el tema, la candidata a vicepresidenta por Cambiemos, Gabriela Michetti, respondió: “Yo lo ví a lo de Chequeado, por eso lo corregimos y nunca más lo dijimos”.

En el Reino Unido, la organización Full Fact pidió al regulador de estadísticas ayuda para que el Departamento de Salud publicara datos sobre la provisión de salud mental, luego de que descubriera que declaraciones de la Secretaría de Estado para la Salud y Asistencia Social estaban basadas en cifras no públicas. La intervención no solo abrió datos existentes al público, sino que también incentivó la recolección de nuevos datos. Luego del chequeo, el sistema de salud (NHS, por sus siglas en inglés) también decidió reinstalar una encuesta sobre la provisión de crisis sobre salud mental.

Fuera de los ejemplos de organizaciones de fact checking individuales, un novedoso cuerpo de investigación está enfocado en medir el impacto de los chequeadores en el debate público. Un experimento llevado a cabo en los Estados Unidos, por ejemplo, determinó que los legisladores a los que se les había advertido sobre los efectos negativos de chequeos que muestren que dijeron frases falsas tuvieron menos declaraciones incorrectas en la práctica. Otro estudio examinó discursos de candidatos presidenciales norteamericanos y encontró que las declaraciones chequeadas como incorrectas eran menos probables de ser repetidas que las que no habían sido chequeadas.

Los fact checkers también pueden liderar una cultura de la precisión, trabajando con actores clave en el campo de la información para elevar la calidad del debate público. La “segunda generación de chequeadores” no solo publican sino que también actúan con intervenciones sistémicas para mejorar la rendición de cuentas al buscar correcciones públicas, por ejemplo. Estas organizaciones también llevan adelante un abanico de actividades, desde trabajar con los proveedores de información pública para mejorar la disponibilidad de información, hasta la capacitación de periodistas, o la elaboración de intervenciones sobre alfabetización mediática con estudiantes.

La revisión de iniciativas de alfabetización en medios e información, por ejemplo, llega a la conclusión de que se puede mejorar en la separación de hechos y ficción. Desde intervenciones en escuelas, que enseñan a los chicos cómo determinar la veracidad simulando ser una redacción, hasta juegos online para adultos, todos tienen el potencial de aprender. Sin lugar a dudas, se trata de proyectos colaborativos que requieren trabajar con organizaciones educativas y de medios.

¿Qué sigue?

Africa Check, Chequeado, y Full Fact están buscando activamente evidencia académica, en un intento para darle a los chequeadores las mejores herramientas para combatir la desinformación. Por eso, lanzamos un programa conjunto que incluye guías prácticas para profesionales, disponibles en Español, Francés e Inglés.

Desde ya, se trata de una maratón y no de un pique corto. Tenemos un largo camino para medir en profundidad el impacto de los fact checkers en el debate público, y redirigir la mirada académica desde las audiencias angloparlantes hacia aquellas en países y regiones en desarrollo, incluyendo África y América Latina.

Tenemos esperanza de que colegas de otras partes del mundo pongan estos conocimientos en acción, y que los ayude a parar la avalancha de desinformación. La infodemia alrededor del coronavirus, que se dispara mientras escribimos este artículo, deja en claro que la información de calidad importa, y que la lucha empieza ahora.

El artículo se publicó originalmente en inglés en el blog Media@LSE de la London School of Economics (LSE).

Olivia Vicol es investigadora de Full Fact.

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