Brote de sarampión en Argentina: por qué la vacunación sigue siendo clave incluso para personas sanas

- En las Américas ya se confirmaron más de 10 mil casos y 18 muertes por sarampión en 2025; en Argentina hay 35 casos y 390 en estudio.
- La cobertura de la vacuna triple viral está por debajo del 95% en todas las provincias, lo que pone en riesgo la inmunidad colectiva.
- Médicos advierten que el sarampión puede causar complicaciones graves y que vacunarse protege tanto a nivel individual como social.
Diez países de las Américas -incluida la Argentina- reportan brotes de sarampión en 2025, según advirtió esta semana la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Hasta el 8 de agosto de 2025, se confirmaron 10.139 casos de sarampión y 18 muertes relacionadas en 10 países, lo que representa un incremento de 34 veces en comparación con el mismo período de 2024.
En la Argentina, se confirmaron 35 casos y 390 se encuentran actualmente en estudio, de acuerdo al último Boletín Epidemiológico del Ministerio de Salud de la Nación. En la provincia de Buenos Aires se notificaron 21 casos, 13 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y 1 caso importado de la provincia de San Luis.
El sarampión es una enfermedad viral, altamente contagiosa, que puede presentarse en todas las edades. Su gravedad es mayor en niños menores de 5 años o desnutridos. “Es una de las enfermedades más transmisibles registradas, el virus puede permanecer activo en el aire o en superficies hasta por 2 horas”, explicó a Chequeado Hugo Rázuri, gerente adjunto del Programa Especial de Inmunización Integral de la OPS.
Para prevenirla, en la Argentina se aplica la vacuna triple viral, que protege contra el sarampión, la rubéola y las paperas a los 12 meses (primera dosis) y 5 años (segunda dosis).
Si bien el último caso de sarampión en Argentina se notificó el 26 de junio, para poder cerrar el brote actual uno de los criterios epidemiológicos consiste en tener 12 semanas sin nuevos casos a contar a partir del inicio de síntomas del último caso confirmado. Por otro lado, los municipios afectados se encuentran realizando búsquedas activas en hospitales y centros de salud, a fin de poder identificar de manera retrospectiva casos confirmados no detectados con anterioridad por el sistema de salud. Además, la estrategia focalizada de vacunación con vacuna doble viral en el AMBA continúa vigente.
Aunque se necesita que la cobertura se mantenga por encima del 95% para evitar la reintroducción del virus -las Américas fueron declaradas libres de sarampión endémico en 2016-, ninguna provincia de la Argentina llega a ese nivel de protección.
El brote de sarampión en primera persona
Nora Cattoni es pediatra en el Hospital Lucio Meléndez en Adrogué, al sur del Gran Buenos Aires, y cuenta que este es el primer brote de sarampión que le toca vivir. “La mayoría de los pacientes con sospecha de sarampión que recibí en la guardia pediátrica eran niños que tenían entre 12 y 18 meses que no estaban vacunados o tenían esquemas incompletos. Esto demuestra que la disminución en la cobertura vacunal reduce la inmunidad de rebaño y favorece la reintroducción del virus, incluso en un país en el que lo hemos eliminado”, manifiesta.
Además, la médica refiere que los síntomas más frecuentes que vio fueron fiebre, exantema maculopapular generalizado (un tipo de erupción cutánea), tos seca, conjuntivitis y coriza (inflamación aguda de la mucosa nasal).
Por su parte, Vivian Bukster, médica pediatra en el Hospital General de Niños Pedro de Elizalde de CABA, apunta que la enfermedad puede presentarse en todas las edades, pero preocupa principalmente en menores de 5 años y en poblaciones con vulnerabilidades, como personas con desnutrición, inmunosupresión, cardiopatías y otras poblaciones de riesgo.
“El sarampión puede causar afecciones respiratorias, diarrea, deshidratación, otitis y complicaciones secundarias graves, como neumonías con insuficiencia respiratoria aguda, afección del sistema nervioso central con convulsiones, meningitis, ceguera. Pero uno de los efectos más temidos son los trastornos degenerativos tardíos, que aparecen incluso muchos años después de la infección aguda, no tienen un tratamiento específico y son altamente incapacitantes”, sostiene.
Según Pablo Bonvehí, jefe de Infectología del CEMIC y miembro de la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE), “cuando las enfermedades dejan de ser percibidas como un riesgo, la vacunación no se considera necesaria. Eso hace que baje la tasa de vacunación y vuelva a haber casos. Por eso se dice que el éxito de las vacunas trae aparejada una baja percepción del riesgo”.
Al respecto, Rázuri advierte que la realidad del sarampión llama la atención en toda la región de las Américas. “Gracias a la fortaleza de los programas de vacunación en las Américas se eliminó de la región en el año 2016. En 2019 se perdió esa certificación porque comenzó a circular nuevamente en algunos países y se logró recertificar en 2024. Ahora, lo que pasa con el sarampión es que hay una alta circulación en otras partes del mundo, por lo que se generan constantes importaciones de casos”.
¿Para qué necesitamos vacunas?
En nuestro entorno y en el cuerpo viven miles de microbios. La mayoría no causa daño, pero cuando una persona es vulnerable y entra en contacto con un organismo perjudicial, puede causar enfermedades. A estos microbios que provocan enfermedades se los llama patógenos y pueden ser bacterias, virus, parásitos u hongos.
“Estamos expuestos a muchas enfermedades que las vacunas pueden prevenir. Al vacunarnos, le damos tiempo a nuestro organismo para generar defensas, a veces con una sola dosis y otras con varias. Todas las personas sanas pueden enfermarse, por eso la vacunación es clave para evitar complicaciones”, explica Bonvehí.
Por su parte, Analía Ureña, presidenta de la SAVE resalta que, “de la misma forma que usamos el cinturón de seguridad al conducir o el casco para andar en moto, las vacunas son herramientas de prevención”. Luego, agrega: “Lo que buscan las vacunas es generar inmunidad y proteger a personas que están sanas contra enfermedades transmisibles que pueden generar complicaciones. De hecho, cuanto más saludable sea la persona que vacunamos, mejor será la respuesta a la vacunación”.
“Las vacunas son una de las maneras más efectivas que hemos encontrado de prevenir enfermedades, muerte y discapacidad. Una persona que se vacuna no solamente previene enfermedades en sí misma, sino también contribuye a que estas enfermedades no se transmitan en la sociedad. Por eso, el acto de vacunarse no es solo individual, sino en beneficio de la sociedad entera”, afirmó Rázuri.
¿Qué es la inmunidad de rebaño?
Cuando una persona está vacunada contra una enfermedad, es muy probable que esté protegida. Pero no todos se pueden vacunar, ya sea por sistemas inmunitarios debilitados o porque tienen alergias, por ejemplo. No obstante, esas personas pueden estar protegidas si viven en una comunidad que sí está vacunada porque de esta manera se dificulta la circulación del patógeno. Esto es lo que se denomina inmunidad colectiva, explicó la Organización Mundial de la Salud.
“Cuando un grupo importante de la población está vacunado, los microorganismos, muchos de los cuales se transmiten, por ejemplo, a través de las secreciones respiratorias y el aire, no tienen capacidad de enfermar a una persona que está protegida. Entonces, esa persona no va a transmitir a otra que no esté vacunada. En resumen, aunque no lleguemos a vacunar a todas las personas, cuanto más se vacune menos riesgo va a haber de que se infecten personas no vacunadas”, precisa Bonvehí.
En el caso del sarampión, Bukster afirma que “la única forma de proteger a todas las personas susceptibles, incluso a aquellas personas que tienen mayor riesgo de enfermarse o de tener complicaciones, es a través de que todos los que estamos alrededor nos vacunemos”.
Ureña suma que una clara muestra de la protección de rebaño se observó luego de la implementación de la vacunación contra la hepatitis.
Antes de la implementación del programa de inmunización universal contra el Virus de la Hepatitis A (VHA) en 2005, la insuficiencia hepática aguda causada por este virus era la indicación más frecuente de trasplante hepático en la población pediátrica. Pero la implementación de la vacunación permitió la reducción de la incidencia de la enfermedad a tal punto que logró, desde 2007, que ningún niño argentino requiera trasplante hepático por esta causa. “La reducción fue muy significativa, no sólo entre aquellos niños que recibieron la vacunación, sino en niños mayores, adolescentes y adultos no vacunados”, enfatiza la médica.
Otro caso de éxito: la vacuna contra la poliomielitis
A principios del siglo XX, la poliomielitis era una enfermedad prevalente en todo el mundo, que causaba parálisis a cientos de miles de personas. Hacia la década del ‘50 se habían desarrollado 2 vacunas, pero en algunas regiones del mundo, principalmente África, la inmunización no estaba tan extendida como para frenar la propagación.
Durante la década del ‘80 se puso en marcha un plan de erradicación y la vacunación llegó a millones de personas, en su mayoría niños. Para agosto de 2020 se certificó la erradicación de la poliomielitis en el continente africano, como en todas las demás partes del mundo, excepto en Pakistán y Afganistán, donde sigue habiendo casos, explica la OMS. En la región de las Américas se eliminó en 1994 y no se produce endémicamente desde entonces.
Sin embargo, “todavía preocupa”, advierte Rázuri, “dado que hay circulación en algunos países y ante cualquier pequeña introducción puede circular en zonas de baja cobertura”. El referente internacional reflexiona: “Las vacunas han sido tan exitosas en eliminar enfermedades como la polio, que incluso han desaparecido de nuestro discurso diario. Si hoy preguntamos a las generaciones más jóvenes, e incluso algunos trabajadores de la salud, muchos desconocen estas enfermedades y, por tanto, el verdadero valor de la vacunación para preservar una buena salud pública en nuestras sociedades”.
Ramona Díaz es agente sanitaria en Colonia Santa Rosa, Salta, y aún recuerda 3 casos de polio previos a 1994 de niños que no accedieron a la vacunación y contrajeron la enfermedad. “Para nosotros fue una experiencia crítica porque costó mucho incorporar las vacunas. Hicimos mucha campaña, educación, buscábamos de a un chico por vez. Poco a poco fuimos demostrando la importancia de las vacunas”, cuenta.
Esta nota forma parte del proyecto “Vacunas: evidencia para más confianza” de Chequeado en alianza con la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
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