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COP30: 5 resultados destacados que dejó la conferencia sobre cambio climático en Brasil

Si tenés sólo unos segundos, leé estas líneas:
  • La COP30 aprobó 59 indicadores para la Meta Global de Adaptación, pese al rechazo de varios países que denunciaron que “son poco claros e inoperables”. 
  • Además, la meta de financiamiento para adaptación quedó limitada: solo “pide esfuerzos” para triplicar fondos hacia 2035, sin un año base ni montos concretos.
  • No hubo acuerdo sobre combustibles fósiles: Brasil impulsó una hoja de ruta para la transición energética, pero no fue incluida en la decisión final. 

Tras 2 semanas de negociaciones -y un día extra después-, la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP30, finalizó el sábado pasado en Belém do Pará, región amazónica de Brasil. 

Los gobiernos nacionales consensuaron una serie de decisiones para hacer frente al cambio climático en materia de adaptación, financiamiento, transición justa -entre otros-, y no llegaron a un consenso para incluir la salida de los combustibles fósiles. 

“Las COP se basan en el consenso y, en un período de divisiones geopolíticas, el consenso es cada vez más difícil de alcanzar. No puedo pretender que la COP30 haya logrado todo lo que se necesita. La brecha entre dónde estamos y lo que exige la ciencia sigue siendo peligrosamente amplia”, dijo el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, tras el cierre de la conferencia. 

Y subrayó: “La COP30 ha terminado, pero nuestro trabajo no. Seguiré presionando por una mayor ambición y solidaridad. A todos los que marcharon, negociaron, asesoraron, informaron y se movilizaron: no se rindan”.

Qué indicadores para la adaptación se decidieron y por qué no conformaron a la mayoría

Los países adoptaron características de la Meta de Global de Adaptación que -según establecida en el Acuerdo de París- busca aumentar la capacidad de adaptación, fortalecer la resiliencia y reducir la vulnerabilidad a los impactos climáticos.

Uno de sus principales temas de discusión fue la definición de los indicadores que guiarán la implementación de las políticas de adaptación; es decir, de preparación ante los impactos presentes y futuros del cambio climático -como olas de calor, precipitaciones y sequías intensas-. 

Algunos ejemplos de esos potenciales indicadores eran cuál es la incidencia del cambio climático en las enfermedades por vectores, como el dengue; o cuál es el porcentaje de población vulnerable que está protegida por sistemas de alerta temprana.

“Durante los últimos 2 años, las Partes han participado en uno de los procesos técnicos más extensos en el marco de la Convención. Los 78 expertos trabajaron incansablemente con nosotros para diseñar un conjunto de indicadores que reflejara las realidades de nuestros países. Debían ser la base que examinaríamos y celebraríamos en Belém”, expuso Jiwoh Abdulai, ministro de Ambiente y Cambio Climático de Sierra Leona, en nombre del Grupo de Países Menos Desarrollados (LDC).

Y agregó: “La lista que tenemos hoy no es la elaborada por los expertos, ni una lista que refleje nuestra historia. Dejamos esta COP con indicadores poco claros, inmensurables y, en muchos casos, inutilizables”. 

En esos 2 años de trabajo se pasó de un listado de 9.529 indicadores a 490. En Belém, la decisión no debía superar los 100. El último texto borrador -y decidido- apareció con 59 indicadores que generaron insatisfacción en distintos grupos de países. 

“Lamentamos que no se haya dedicado suficiente tiempo a un análisis técnico adecuado de los indicadores, lo que ha dado como resultado una lista que no se deriva de un proceso de toma de decisiones verdaderamente colectivo, inclusivo y liderado por las Partes”, dijo la jefa de Asuntos Internacionales del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia, Daniela Durán González, en nombre del grupo de negociación de algunos países latinoamericanos AILAC.

La objeción en el plenario de cierre de Uruguay, en nombre de Argentina, Ecuador y Paraguay, fue por estos indicadores. La Unión Europea acompañó el rechazo argumentando que los indicadores seleccionados no se ajustan al Acuerdo de París y que “las numerosas modificaciones realizadas los hacen inoperantes”.

Al no dar lugar a la objeción, el texto quedó adoptado con esos 59 indicadores. Debido al malestar generado en varios grupos de países, habrá discusiones especiales sobre el tema en las reuniones intersesionales de Bonn en junio de 2016. Si bien no puede reabrirse un texto ya decidido, algunos delegados consideran que los indicadores podrían redefinirse. 

Cuál fue la meta de financiamiento para adaptación decidida

Históricamente, la adaptación ha sido relegada en las políticas climáticas en comparación con la mitigación (reducción de emisiones). El Informe sobre la Brecha de Adaptación evidencia que las necesidades de financiamiento para la adaptación en los países en desarrollo son entre 12 y 14 veces a los flujos actuales de dinero. Los países llegaron a Belém con el objetivo de definir una nueva meta exclusiva. 

La Decisión Mutirao “pide esfuerzos para al menos triplicar la financiación de la adaptación para 2035”. Ello tiene 3 características que debilitaron la ambición que venían pidiendo los países beneficiados. En primer lugar, “pide esfuerzos para”. A diferencia de “decidir”, es un verbo de menor fuerza para la implementación. 

En segundo lugar, no establece un año de referencia en comparación con el cual se triplicarán los fondos; entonces no hay una determinación de la cifra de dinero a movilizar. La propuesta del Grupo de Países Menos Desarrollados (LDC) -que acompañaban la mayoría de los países en desarrollo- tomaba los flujos de 2022 como referencia, año en que los países desarrollados proveyeron y movilizaron $32,4 mil millones de dólares. El Informe sobre la Brecha de Adaptación muestra que los países en desarrollo requerirán $310 mil millones de dólares al año en 2035. 

En tercer lugar, el año objetivo a cumplir la meta es 2035, cinco años más tarde (2030) de lo que venían pidiendo los países y de lo que el propio secretario general de ONU había reiterado en discursos como “posible y deseable”. 

Por qué la iniciativa de Brasil para transicionar de los combustibles fósiles no tiene el mismo impacto

“Quizás podamos salir de la COP30 con un grupo de trabajo que pueda trazar la hoja de ruta para la transición para terminar con los combustibles fósiles”, dijo Marina Silva en junio pasado. Desde entonces, las conversaciones antes y durante, fuera y dentro de la COP30 se centraron en esa idea del gobierno brasileño. 

Alrededor del 90% de las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2) -principal gas contribuyente del cambio climático- procede de combustibles fósiles y procesos industriales. El Acuerdo de París consensuado en 2015 no mencionó al carbón, petróleo y gas en ninguna de sus 18 páginas. Fue en la COP28 en Dubái de 2023, que se incluyó explícitamente un pedido a los países para que contribuyan a “transition away from fossil fuels” o “hacer una transición que deje atrás los combustibles fósiles”. 

Desde la presidencia de la COP30 se diferenciaron en más de una ocasión argumentando que la hoja de ruta no era ítem en la agenda de negociaciones. Si bien estuvo en las discusiones, la hoja de ruta no fue incluida en la decisión final. 

La objeción de Colombia en el plenario de cierre fue por esta ausencia. “El programa de trabajo de mitigación necesita el espacio para que podamos debatir la transición que deje atrás los combustibles fósiles. Hoy ni siquiera se nos permite debatir las vías para una transición justa, ordenada y equitativa, alineada con la mejor ciencia disponible”, dijo la delegada colombiana Durán González. 

Brasil anunció que creará la hoja de ruta en su rol de presidencia de la COP30, pero como iniciativa propia. Al no ser algo discutido, negociado ni decidido por los países, será un documento voluntario, no legalmente vinculante y que continuará su curso por fuera del proceso de la COP. De lo poco dado a conocer al respecto, tendrá el objetivo de “abordar los desafíos fiscales, económicos y sociales de la transición, señalando formas creíbles de ampliar las opciones de cero y bajas emisiones de carbono”. 

La más reciente experiencia de hoja de ruta a cargo de Brasil -junto con Azerbaiyán como presidencia de la COP29- fue el roadmap Bakú-Belém para aumentar el financiamiento climático a $1,3 billones de dólares. Terminó siendo un informe que reúne recomendaciones sobre cómo lograr ese incremento de dinero, pero sin una continuidad de implementación y control dentro del proceso de la COP.

En Belém, Kenia y Colombia, en representación de sus grupos regionales de negociación, habían pedido que algunas de las recomendaciones del roadmap de financiamiento se incluyeran en las decisiones de la COP30 para avanzar en resultados concretos. Para la presidencia de la COP30, el mandato que tenían era entregar el informe y “eso se cumplió”. La Decisión Muritao sólo “tomó nota” de la existencia de esa hoja de ruta.

Cuál fue la polémica en el plenario de cierre y por qué una objeción es grave

Todo plenario de cierre de una COP es un momento de tensiones y diferencias entre países en la búsqueda por llegar a los consensos y ver reflejados sus intereses en ellos. Pero el de la COP30 tuvo una particularidad: 2 objeciones u oposiciones.

Panamá, Uruguay y Colombia denunciaron que habían pedido la palabra antes de las adopciones de decisiones y que la presidencia de Brasil no les había dado respuesta. El presidente de la COP30, André Corrêa do Lago, respondió a cada pedido “tomando nota”, es decir, reconociendo esa observación para incluirla en el reporte final sobre el plenario. 

“Lamento decirlo, pero Colombia se opone al programa de trabajo de mitigación”, intervino la delegada colombiana Durán González. “Tal como nuestros países lo han reiterado en las últimas horas y durante la noche, le informamos que no estamos en condiciones de apoyar la adopción de la decisión de la Meta Global de Adaptación en su forma actual”, expresó María Fernanda Souza, directora nacional de Cambio Climático de Uruguay.

La objeción significa que el país está expresamente no dando su consenso al tema a adoptar. Por lo tanto, las discusiones deben continuar hasta que se disuadan las diferencias y se lleguen a los consensos. En la COP, las decisiones se toman 100% por consenso entre todos los países.

En la guía de la Convención para presidentes de mesa, se describe la concepción de alcanzar consenso cuando no hay objeciones declaradas a una propuesta de decisión. Basado en ello, la histórica costumbre en las COP ha sido que los presidentes observan a la audiencia, dicen “no escucho objeciones, así queda decidido” y golpean el martillo. En Belém, tras anunciar cada tema de agenda, Corrêa do Lago no levantó la mirada a la audiencia ni expresó la tradicional frase. 

Tras la suspensión del plenario, la presidencia de la COP30 y la Convención resolvieron que las objeciones se habían producido luego de que las decisiones se adoptaran, por lo que no se podía volver atrás. El presidente de la COP30 mencionó el cansancio, su edad y no ver bien al auditorio por las luces como los argumentos detrás del incidente.

La falta de transparencia en el proceso fue algo que delegados de países y representantes de sociedad civil habían criticado especialmente durante la segunda semana de conferencia. La mayoría de las consultas sobre los temas más complejos se realizaron a puertas cerradas, sin la participación de representantes de sociedad civil que actúan como observadores de las negociaciones.

Qué países presidirán las próximas conferencias

La presidencia de la COP debe rotar anualmente entre las 5 regiones reconocidas de la ONU: África, Asia, América Latina y el Caribe, Europa Central y del Este, Europa Occidental y otros estados. La región debe elegir por consenso al país que organizará físicamente la conferencia y que coordinará el trabajo de las negociaciones.

En 2026 corresponde que la presidencia esté a cargo de un país de la región de Europa Occidental y otros estados. Si bien Australia tenía el apoyo de la mayoría del grupo y especialmente de los países insulares del Océano Pacífico, en Belém se decidió que Turquía presidirá físicamente la COP31 del 09 al 20 de noviembre de 2026 y que se asignará a Australia un representante para liderar las negociaciones.

“Estamos muy decepcionados de que la COP31 no será una COP del Pacífico”, dijo en conferencia de prensa Ilana Seid, representante permanente de Palau ante ONU y agregó: “Si bien Australia aún tendrá influencia en las negociaciones, así como vinimos a Belém a ver la Amazonía, si vienen al Pacífico verán el aumento del nivel del mar”. 

La elección despertó preocupación en algunos participantes. Según el más reciente informe de Amnistía Internacional, defensores de derechos humanos, periodistas, miembros de la oposición política y otras personas continuaron siendo en 2024 objeto de investigaciones infundadas, procesamientos y sentencias condenatorias. 

Como representante de la región africana, la COP32 en 2027 estará presidida por Etiopía que tendrá la oportunidad de reivindicar la importancia de la agenda de adaptación en la política climática multilateral. 

 

*La periodista se encuentra en Belém do Pará, Brasil, cubriendo la COP30.

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