Por qué se hacen virales los audios, como el de “la doctora Carina”
Mi suegra lo reenvió ayer a las 19 horas al grupo “Familia”, que tiene 23 miembros, con la siguiente recomendación: “Creo que es bastante importante escuchar”.
Mi hermana, biológa y psicóloga, me lo reenvió a las 19.35 con este mensaje: “Es cierto? O fake?” (sic). Después, agregó: “Si lo chequean, mandámelo cuando esté”.
No había pasado ni una hora y mi mejor amiga, veterinaria ella, me reenvió el mismo audio, algo más exaltada. “Me tiene harta. Este audio me llegó de 10 contactos. La gente está loca. ¿Cómo puedo demostrarles que no es real?”, me consultó.
Más tarde me llegaron otros mensajes de otras personas menos cercanas con la misma duda. Siempre por el mismo canal: WhatsApp. Una red de mensajería instantánea donde no podemos saber cuándo un contenido se expande, generalmente nos falta contexto y muchas veces desconocemos quién lo origina.
El audio de la supuesta doctora Carina Martinich, teóricamente del Instituto Malbrán, se viralizó ayer. Y es falso tanto por su autoría como por su contenido. En 6 minutos y 44 segundos, que probablemente escucharon ¿miles o millones de personas?, una voz femenina recomienda cosas peligrosas además de hacer proyecciones sin sustento científico sobre cómo evolucionará la pandemia de la COVID-19 en las próximas semanas en la Argentina.
Una hora después del mensaje original, mi suegra se disculpó en el grupo por haber mandado un contenido sin chequear y explicó que lo hizo porque le había llegado de un médico amigo. Claro, era una fuente en la que ella confiaba y quiso cuidar a los suyos.
Hizo algo inusual y muy valioso. Se corrigió, otra vez pensando en los suyos. No fui yo -que me dedico a chequear-, quien le advirtió acerca de su error, aunque varios en la familia pensaron que le había escrito por privado. Nadie le había comentado en el grupo el mensaje original y nadie le respondió ni agradeció su disculpa. Yo la valoro especialmente y fue lo que me llevó a mí a escribir estas líneas.
En general, cuando estas cosas nos pasan, cuando nos equivocamos y compartimos algo que resulta falso, no sabemos muy bien qué hacer y el silencio suele ser el refugio elegido por muchos.
Cuando otro lo hace y nosotros lo advertimos, nos incomoda señalar o corregir al que se lo creyó y lo compartió “por las dudas”, porque generalmente es alguien al que queremos o apreciamos y, justamente por eso, dejamos entrar en nuestro WhatsApp. No queremos pelear ni quedar como buchones y, muchas veces, preferimos dejarla pasar. Esa es, quizás, parte de la trampa que nos tiene presos de los contenidos falsos y engañosos.
Si fuéramos capaces de corregir a quienes valoramos, con claridad y afecto a la vez -como hacen esas maestras a las que admiramos-, estaríamos protegiéndonos y cuidando a los demás. En medio de la extraordinaria crisis sanitaria global a la que enfrentamos, esto es especialmente peligroso y puede llevarnos a tomar decisiones equivocadas que pongan en riesgo nuestra salud o incluso nuestra vida.
¿Cuántos de ustedes recibieron ayer este mismo mensaje? ¿Cuántos de ustedes lo compartieron? ¿Cuántos de ustedes sintieron algo de miedo o angustia? ¿Cuántos de ustedes pensaron en salir corriendo al super, como recomendaba la supuesta doctora? ¿Cuántos efectivamente salieron a comprar antes de que cerraran a las 20? Ninguno de ustedes es tonto. Estos mensajes, o quienes los generan, se aprovechan de nuestras emociones, que en pandemia con cuarentena están exacerbadas.
Desarrollar maneras de cuidarnos virtualmente es clave. Escuchar, entender y pensar con el otro sobre por qué le resultó creíble tal o cual contenido puede ayudar. No juzgar ni creer que nunca va a pasarnos a nosotros también puede ser útil.
La Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) difundió esta semana algunas recomendaciones para afrontar mejor la pandemia. “Limitar los grupos de chat que difunden noticias, muchas de ellas falsas o erróneas ya que promueven pensamientos negativos y catastróficos y le imponen a nuestra mente un sobreesfuerzo”, es una de ellas.
“No sobreexponerse a noticias y consultar solamente fuentes confiables (organismos oficiales, instituciones prestigiosas) y en momentos del día establecidos (por ejemplo, al mediodía o a la tarde, y no tanto al despertar o antes de dormir)”, es otra sugerencia.
¡Cuidémonos! Además de quedarnos en casa, seamos defensores del equipo contra la desinformación. Evitemos compartir contenido no chequeado y, si lo hicimos y lo advertimos, hagamos como mi suegra: pidamos disculpas y aclarémosle a todos que el contenido que le mandamos no era verdadero. Eso no es de tontos, sino de vivos.
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