Otros países que reparten
Aunque es cierto que la mayoría de los países no tiene leyes que obliguen a las empresas a compartir sus ganancias con los trabajadores, existen algunos, muy lejos de sistemas comunistas de producción, que si las tienen, como Francia y México.
En México, por ley, se debe distribuir entre los trabajadores el 10% de las ganancias de las empresas. Esto se calcula a través de la declaración de impuestos de la compañía, que los trabajadores pueden objetar. Las utilidades se reparten, considerando el salario de cada uno y la cantidad de días trabajados.
La ley de trabajo francesa prevé que toda empresa que tiene más de 50 empleados debe repartir parte de sus utilidades con ellos, según una fórmula fija. Cada compañía puede determinar qué factores se toman en cuenta a la hora de repartir el pago: puede ser sólo el salario o también la cantidad de tiempo trabajada.
En otros países, como EE.UU., no hay obligación de repartir los beneficios empresarios entre los empleados. Pero el gobierno lo recomienda, como una manera de lograr mayor eficiencia, al alinear los intereses de los empleados con los de la dirección. Una práctica común al repartir ganancias es depositarlas en un fondo de pensión, lo que da ventajas impositivas para el asalariado. Inglaterra también favorece este tipo de procedimiento a través de su sistema de impuestos. Allí, más del 30% de las compañías tienen algún sistema de reparto de ganancias, según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Pocos países tienen leyes que obligan a las empresas a repartir sus ganancias entre los trabajadores, aunque muchos incentivan esa medida y dan ventajas impositivas para favorecerla, algo más probable en naciones capitalistas que en las socialistas.
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