Noticias sobran, pero faltan fuentes
La cobertura de la muerte de Néstor Kirchner muestra en estos días lo que se ha convertido en una tendencia creciente en los últimos años: la utilización de fuentes anónimas. El recurso es valioso, porque a veces permite obtener datos o testimonios muy valiosos. Pero implica la exigencia de preservar la identidad del informante. Este tipo de herramienta siempre se ha considerado de uso excepcional, ya que el hecho de no revelar la fuente le quita sustento a la información. Sin embargo, su uso está tan extendido hoy, que abre interrogantes sobre la veracidad de las noticias y la posibilidad de que el periodismo sea utilizado para realizar operaciones de prensa.
Descripciones del momento de la muerte del ex presidente, notas sobre la continuidad de determinados funcionarios, artículos acerca de enfrentamientos en el interior del Gobierno y sobre las reacciones en el mundo empresarial, son algunos ejemplos que se pueden leer en estos días, de notas hechas con fuentes no identificadas o, directamente, sin fuentes.
“Las versiones y rumores sobre los hechos -particularmente los de índole política- no deberían ser calificados como noticias, o que son informaciones verdaderas”, señala el manual de estilo del diario La Nación. “Se admite que los diarios admitan la presencia de tales especies [notas sin precisar las fuentes], de modo que una crónica podría quedar trunca si no lo hiciese. Ante la imposibilidad de evitar esas menciones, los redactores de La Nación deberán precisar que no se trata de noticias, sino de subproductos de valor dudoso y conjetural” (el sitio Diario sobre Diarios ha profundizado sobre este tema).
Sin embargo, la nota de tapa de La Nación del domingo último, “El oficialismo busca reforzar el liderazgo de la presidenta”, está basada principalmente en información dada por fuentes anónimas. “Según pudo saber La Nación, ya hubo algunos contactos para testear las posibilidades legales para que Cristina Kirchner pueda comandar el PJ. El apoderado partidario, diputado Jorge Landau, analizaba las posibles estrategias ante el incipiente operativo, según contó a La Nación un funcionario que habló con él ayer”. Poco más adelante, la nota señala: “‘Es una expresión de deseos de los más ultras. Todavía no se sabe qué querrá hacer la Presidenta´, confesaba un dirigente político con peso partidario”. La nota sigue citando “al entorno” de Daniel Scioli, luego a “un funcionario” y luego a “algunos funcionarios”.
En la nota “Temen un kirchnerismo `recargado´”, que describe los temores empresariales frente a la posible continuidad del rumbo de las políticas oficiales, se utilizan seis fuentes anónimas y ninguna identificada. Los informantes citados (por orden de aparición) son: “un sindicalista de buen diálogo con el gobierno”; “un miembro de la Unión Industrial Argentina”; “un ejecutivo con varias visitas a Olivos”; “un empresario” (a secas), “un empresario de una empresa de servicios públicos”.
Clarín, por su parte, publicó una serie de notas con fuentes anónimas y sin firma que sugería el alejamiento del ministro de Economía, Amado Boudou. “Pese a la conmoción, ya hay quienes hablan de cambios en el Gabinete”, es el título de una de sus notas -aparecida al día siguiente de la muerte del ex presidente-, en la que se afirmaba: “La muerte de Néstor Kirchner desató ayer una serie de especulaciones sobre lo que sería un inminente reordenamiento político dentro del Gabinete nacional”. El artículo se apoyaba “en trascendidos”, y luego mencionaba declaraciones de “hombres de negocios” (a secas), que sugerían que el puesto de Boudou podría ser ocupado por Julio De Vido.
Un día más tarde, el diario publicó otra nota sin firma (“Boudou llegó tarde y hubo malestar en el Gobierno”), en el que se mencionaba un supuesto retraso del ministro en arribar a la capilla ardiente donde se velaban los restos de Kirchner. Según Clarín (y sin citar fuentes), esto causó malestar en el Gobierno y el funcionario, para justificarse, mostró un cable de la agencia Télam, que afirmaba que había llegado a primera hora al ministerio para analizar la situación económica del país. La nota de Clarín ponía en duda el contenido del cable, justamente, por usar fuentes anónimas: “Télam cita además a `fuentes del ministerio´ que llamativamente aclaran que Boudou llegó a su puesto de trabajo `a primera hora´”, remarca la nota con tono sospechoso. Sin embargo, el artículo termina así: “Desde el oficialismo se alentaron las versiones sobre posibles cambios en el Gabinete. Según las fuentes, uno de los hombres que dejaría su puesto sería justamente Boudou”.
El diario Perfil publicó una nota el mismo miércoles 27 en la que afirmaba que “la noche antes de su muerte Kirchner habría tenido una fuerte discusión con Hugo Moyano”, originada en supuestos reclamos por parte del líder sindical por falta de apoyo en su gestión al frente del Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires. El artículo no está firmado y no cita fuente alguna.
Los entretelones de la muerte de Kirchner tampoco escaparon a las notas sin firma. “Cristina destrozada y al mando desde el primer minuto”, es el título de una nota de Clarín, repleta de descripciones de escenas presumiblemente privadas, pero en el que no se cita ni una sola fuente.
La práctica está extendida en todos los medios, opositores o más cercanos al Gobierno. En una nota publicada el domingo último, Página/12 analiza la reacción de Daniel Scioli citando a “fuentes cercanas al gobernador Daniel Scioli”, “un estrecho colaborador (del gobernador)” y “un operador del justicialismo”. Un día más tarde, otra nota del mismo diario, utiliza como fuente principal a “un dirigente que estuvo en las exequias del viernes”.
Tiempo Argentino, en un artículo sobre la vuelta a la actividad de la Presidenta, cita a “uno de los funcionarios que no dejó la Casa Rosada desde el mediodía del miércoles”, luego a “fuentes oficiales” y por último a “una fuente del Ejecutivo”.
Comentarios
El tema es que las fuentes anónimas están permitidas, son un derecho, parte de la libertad de prensa. Lo que si esta bueno, es poder decir, que citar fuentes anónimas no es siempre garantía de precisión. Me hace acordar a un poco a una publicidad de uno de esos productos que se venden por televentas, que para darle un respaldo “científico” decían: “y según los estudio de una universidad…” sin decir qué estudios, qué universidad, de dónde…
Por supuesto que mantener las fuentes en el anonimato es un derecho, pero cuando se abusa de ese recurso se hace un periodismo de mala calidad. Más aún cuando se presentan como hechos situaciones que no son más que rumores o trascendidos
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