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Ver para creer: los sesgos cognitivos detrás de la desinformación

¿Alguna vez escuchaste el mito de que las espinacas son una fuente increíble de hierro? ¿O tal vez leíste que todo esto se basó en una coma mal puesta y se popularizó con Popeye el marino? Si creés en alguna de estas afirmaciones, no estás solo. Innumerables sitios web, programas de radio o televisión, e incluso libros de texto hicieron que estas afirmaciones fueran muy familiares. Pero también son incorrectas. No hay evidencia de un error de tipeo sobre la cantidad de hierro de las espinacas – de hecho, son ricas en hierro, aunque no del tipo que el cuerpo humano absorbe bien. Por su parte, la primera vez que Popeye comió espinaca en la historieta fue en una edición del 3 de julio de 1932, donde el marinero declara que la come “porque está llena de vitamina A, que lo hacen un hombre fuerte y sano”, sin ninguna alusión al hierro. Pero de alguna manera, que el mito sea familiar inspira la creencia.

En esta guía analizamos la evidencia de la psicología para explicar por qué confiamos en las cosas que escuchamos repetidamente y qué otros factores influyen en nuestras creencias.

La edad y el nivel educativo influyen en nuestra capacidad de diferenciar hechos de opinión

Una encuesta realizada por el Pew Research Center encontró que los adultos mayores y los adultos sin educación universitaria encuentran más difícil distinguir entre hechos y opiniones. Las personas mayores en particular experimentan dificultades para recordar detalles, aunque puedan recordar el mensaje general de una historia.
Sin embargo, la desinformación es algo de lo que todos podemos ser víctimas. Independientemente de la edad o la educación, todos nos distraemos más en las redes sociales que en otros medios de comunicación, y es menos probable que recordemos la fuente de las noticias. Todos tendemos a compartir información que despierta emociones, y podemos ser víctimas de nuestros sesgos cognitivos.

Repetición, fluidez de procesamiento y razonamiento motivado: tres sesgos que influyen en todas nuestras creencias

Al igual que con los mitos de las espinacas, todos somos propensos a creer las cosas que escuchamos una y otra vez. Los experimentos han encontrado que los titulares vistos repetidamente tienen más probabilidades de ser percibidos como correctos, incluso cuando no tienen ninguna base en la realidad, e incluso cuando los participantes no recuerdan haberlos visto antes del experimento.

También estamos influenciados por la “fluidez de procesamiento”, es decir, la facilidad con la que podemos decodificar una información. Elementos como el tamaño de la fuente, el contraste y la presencia de imágenes, que afectan la lectura, influencian en qué medida una declaración nos parece verdadera.

Finalmente, tendemos a creer los datos que confirman nuestras visiones del mundo, y discutimos los que van en contra. Estudios sobre mitos desacreditados durante mucho tiempo, como el escepticismo sobre el cambio climático, han encontrado que los participantes que tenían visiones jerárquicas e individualistas eran más propensos a rechazar la evidencia, a pesar de ser perfectamente capaces de comprenderla. Los psicólogos llaman a esto razonamiento motivado.

¿Qué pueden hacer los chequeadores?

Alcanzar a las frases falsas antes que se conviertan en “verdades ilusorias” por la repetición puede ser un paso. Varios investigadores también sugieren que podemos controlar nuestro instinto de confiar en lo que respalda lo que ya sabemos, tomándonos el tiempo para pensar de manera más analítica.

Más allá de ésto, hay más cosas que los verificadores pueden hacer para incentivar a sus audiencias a hacer un esfuerzo de corrección. Los lectores no son solo receptores pasivos de información errónea, también la comparten y toleran.

Una encuesta con adultos del Reino Unido encontró que, si bien uno de cada dos encuestados detecta contenido que no es exacto en las redes sociales, solo uno de cada cinco corrige a quienes lo comparten.

Este informe revisa la evidencia detrás de ésto y reflexiona sobre cómo los verificadores de datos pueden responder a las formas en que el público cree y comparte desinformación.

Te invitamos a leer la guía y mandarnos tus comentarios. Las respuestas nos ayudan a precisar las recomendaciones y alinear la investigación con las necesidades de los verificadores. Podés escribirnos a [email protected] o [email protected].

¿Quién es más propenso a creer y compartir desinformación?

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