¿Por qué elegimos vivir en el centro de las ciudades?
- El precio de la vivienda y el costo del suelo se reducen con la distancia al centro. Sin embargo, muchos prefieren vivir cerca de las áreas centrales porque es allí donde están los empleos y buena parte de las opciones de esparcimiento.
- Según los especialistas, los jóvenes valoran el acceso a opciones de entretenimiento, mientras que las mujeres que viven en barrios centrales cuentan con mejor oferta y cobertura de transporte público. Por el contrario, en las familias con hijos pequeños pesa más el deseo por ganar metros cuadrados yéndose a los suburbios.
- Los últimos datos muestran que las ciudades argentinas se expanden a mayor velocidad que su crecimiento demográfico. Expertos recomiendan volver a generar ciudades compactas que mejoren la calidad de vida.
“Desde que me mudé le hice muchos más kilómetros al auto que en cualquier otro año de mi vida y el gasto de nafta es mucho mayor”, dice Diego, quien en marzo de 2020 cerró un contrato de alquiler por 2 años de una casa en Nordelta para vivir con su esposa, su primer hijo y otro en camino. “Tomamos la decisión por una necesidad de espacio”, repasa. Sin embargo, con el tiempo, empezó a notar cómo la Panamericana se transformaba en un caos sin importar la hora del día. “Cuando uno cuantifica los gastos en nafta, peajes, amortización del auto y tiempo es una locura. Tengo que agarrar el auto para todo. En Capital, en cambio, si quiero leche voy al supermercado que queda a media cuadra”, resopla.
El testimonio de Diego, citado en una nota del diario La Nación, dice mucho sobre la forma en la que organizamos nuestras vidas y los motivos por los cuales elegimos estar donde estamos.
Según cifras de las Naciones Unidas, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades y en la Argentina la tasa de urbanización asciende al 92%. Grosso modo, vivimos en ciudades porque allí están los empleos y las oportunidades.
Pero la forma en la que nos distribuimos no es aleatoria. Tomemos el ejemplo de la Ciudad de Buenos Aires: se trata de una ciudad monocéntrica, llamada así porque concentra buena parte de las actividades en el área central de negocios (ACN). De acuerdo con los especialistas que estudiaron el modelo monocéntrico tradicional, el precio de la vivienda y el costo del suelo se reducen con la distancia al centro, y la densidad poblacional disminuye a medida que nos alejamos del área de mayor concentración económica.
Este fenómeno es consecuencia de las decisiones de localización tomadas por empresas y hogares.
“Por un lado, las empresas quieren estar cerca de otras empresas para aprovechar las economías de aglomeración y los aumentos en la productividad asociados; sin embargo, los altos precios del suelo en el ACN podrían más que compensar las ganancias en productividad, induciéndolas a localizarse en otras zonas”, explican los investigadores Cynthia Goytía y Pablo Sanguinetti en un reporte de la Corporación Andina de Fomento (CAF). “Por otro lado, los trabajadores quieren estar cerca de los empleos para reducir los costos de transporte, pero los altos precios de la propiedad en el ACN llevarían a muchos trabajadores a localizarse en otras zonas”, agregan.
Las personas saben que, a mayor distancia al centro, mayor costo en transporte pero menor valor del metro cuadrado. En otras palabras, por la misma plata uno se podría comprar un 2 ambientes en Almagro o una casa en Exaltación de la Cruz, entonces dependiendo de factores como el sector de empleo o el tipo de familia es que uno se termina instalando en un lugar u otro.
“Pero no es posible generalizar, ya que las preferencias de localización están determinadas además por otros factores, como la edad y el ciclo de vida”, explicó Goytía en esta nota.
“En parejas jóvenes con niños, quizás pesen más las preferencias por áreas suburbanas, con mayor espacio y menores costos de vivienda, mientras que en los centros, las caídas en la demanda al parecer aliviarán la presión sobre los precios de los inmuebles, permitiendo que más jóvenes se localicen en áreas centrales, beneficiándose de las interacciones que permite la ciudad y las amenidades urbanas”, como un happy hour con amigos a la salida del trabajo, agregó la especialista.
Las mujeres y la ciudad
El lugar en el que uno vive también puede afectar las chances para moverse, en especial para las mujeres. “Nuestra movilidad está condicionada por la oferta, la flebilixidad, la cobertura y la calidad del transporte público masivo. No es lo mismo una mujer que vive en un contexto socioterritorial periférico, donde la cobertura de transporte público es menor o deficitaria, que una que vive en los barrios centrales de la ciudad”, dijo Leda Pereyra, becaria doctoral por la Universidad de Buenos Aires (UBA).
A modo de ejemplo, la especialista en movilidad urbana citó que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ofrece una mayor variedad de opciones de movilidad, incluyendo el servicio de taxis y bicicletas públicas (con una red de ciclovías que hace más seguros los desplazamientos) y el subte.
Vivir más lejos obliga a tomar otras decisiones de desplazamiento. Y cuando hay un solo coche en el hogar, suele ser el hombre quien lo utiliza para realizar viajes pendulares al trabajo, según indica un estudio realizado en México en 2018.
“También, debido a la brecha de participación en las tareas domésticas y de cuidado, a las mujeres se les dificulta la organización en términos de disponibilidad de tiempo diario para conciliar el trabajo remunerado y no remunerado, situación que se hace más limitante cuando los puestos de empleo no se localizan en la proximidad del área de residencia”, dijo Pereyra a Chequeado.
Querer versus poder
Pero los actores de estos modelos económicos que hablan de decisiones están afectados por otros condicionantes, en especial en países como la Argentina, donde las propiedades se venden en moneda estadounidense y el acceso al crédito hipotecario es virtualmente inexistente.
En otras palabras, elegir donde vivir no es una decisión completamente libre. Incluso si partimos de la base de que casi todos querrían estar cerca de sus empleos, muchas personas terminan alquilando (o comprando, si tienen suerte) lo más cerca que les da la plata.
Alberto Gramajo, por ejemplo, vive en Florencio Varela y viaja 5 horas por día para llegar temprano a su trabajo en Boedo.
¿Cómo se explica esto? En parte, porque nuestras ciudades se expanden de manera muy desordenada y a mayor velocidad que su crecimiento demográfico. Un reporte del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) mostró que entre 2006 y 2016 (último cálculo disponible) el crecimiento de las ciudades argentinas se explicó en un 24% por aumento de barrios cerrados y countries, un 11% por programas de vivienda social y un 9% por villas y asentamientos.
“Este patrón de expansión es insostenible en el largo plazo, e impacta directamente sobre el desarrollo económico y social futuro”, indicó el informe, donde alienta a las autoridades a volver a generar ciudades compactas que mejoren la calidad de vida, garanticen el acceso a servicios y fomenten el intercambio sociocultural.
¿Cómo se logra esto? Los expertos del Cippec dicen que lo primero que debería hacer la Argentina es sancionar una ley de ordenamiento territorial a nivel nacional que sirva de marco para legislaciones provinciales y locales que ayuden a planificar la expansión urbana.
También propusieron encontrar nuevas alternativas de financiamiento del suelo, infraestructura y vivienda urbana asequible que sean atractivas para la inversión privada.
Como se indicó en esta nota, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) también apoyan los procesos de densificación urbana para aumentar la eficiencia de la inversión en infraestructuras y facilitar el acceso a empleos y redes de contacto social.
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