Balotaje porteño: cómo leer una encuesta electoral
Las encuestas sobre intención de voto para el balotaje marcaban una distancia de entre siete y trece puntos entre Horacio Rodríguez Larreta (PRO) y Martín Lousteau (ECO), que finalmente fue de tres puntos en favor del actual jefe de Gabinete porteño. Al respecto, ¿cómo se realizan los sondeos y qué hay que tener en cuenta para leerlos?
Toda encuesta intenta obtener información de un universo definido, a través de la consulta a una parte del total. Uno de los primeros pasos es la definición de la muestra: el grupo de personas a encuestar, para que resulte representativo. Para que las personas elegidas puedan ser proyectadas al conjunto de la sociedad o población de referencia, deben seguirse algunas reglas básicas.
Para que una muestra sea representativa debe ser probabilística y aleatoria. Implica que “cualquiera de las unidades o elementos que componen el conjunto tiene las mismas probabilidades de quedar incluidos en la muestra”, como sostiene Ezequiel Ander-Egg en su libro Técnicas de la investigación social. Pero, agrega, el azar que está presente en la elección de las personas a encuestar no es casual, sino un “azar planificado” mediante diversos procedimientos.
Una vez terminada la encuesta, se ponderan los resultados. Si dentro de la muestra hay muchas más mujeres que hombres, por ejemplo, se debe hacer un cálculo para que el peso de sus respuestas en el total, sea acorde al peso demográfico que tienen dentro de la población general.
El método posee problemas intrínsecos: al basarse en una muestra, las encuestas nunca podrán predecir con total exactitud el comportamiento de la sociedad. Por eso es útil prestar atención al tamaño de la muestra y el índice de error que señala quien la realiza.
No todas las encuestadoras presentan públicamente el margen de error de sus estimaciones, pero algunas de las difundidas en estos días, como las de González y Valladares, Poliarquía y Query Argentina están en tres o cuatro puntos. Esto quiere decir que ambos candidatos podían sacar entre tres y cuatro puntos más o menos de lo previsto.
Mariel Fornoni, socia directora en Managment & Fit, difundió en Twitter que su encuesta (que daba a Larreta con 54,7% y a Lousteau con 45,3%) tenía una previsión de 3,5 puntos, por lo que el resultado está “dentro del margen de error”. La diferencia, señaló, fue de 3,1 puntos con respecto a sus cálculos, ya que Larreta sacó 3,1 puntos menos de lo estimado por la encuestadora, y Lousteau 3,1 puntos más.
Otra cuestión es la cantidad de personas que no tienen definido su voto al momento de la encuesta. “En nuestros estudios había un 16% de indecisos y un 8% de blanco. Evidentemente mucha de la gente que decía que iba a votar en blanco terminó votando positivamente, gente que había votado por el Frente para la Victoria o la izquierda en la última elección apoyó a Lousteau”, indicó Fornoni.
Dependiendo de la encuesta y su método, puede presentar otros problemas:
– El acceso a la muestra
Si es telefónica se excluye a todo ciudadano que no tiene una línea de teléfono fija. Pero las encuestas “personales” suelen tener otros problemas, como abarcar un área geográfica pequeña, debido a la necesidad del encuestador de movilizarse y al alto costo de hacerlo en muchos territorios simultáneamente.
– Baja representatividad
La selección de la muestra puede ser un factor de distorsión si no abarca a toda la sociedad. Esto es lo que ocurrió durante la elección presidencial de 2010 en Brasil (ver acá, acá y acá). Entre otras cuestiones, muchas encuestadoras no incluyeron suficientes ciudades para obtener un resultado fiable. Esto dio una imagen parcial de la intención de voto, que sobreestimó a Dilma Rousseff, y la dio ganadora en la primera vuelta (ver acá y acá), cosa que no ocurrió.
– Cambios en el voto
En la elección francesa de 2002, nadie previó que Jean Marie Le Pen, un nacionalista de extrema derecha, llegaría a disputar la segunda vuelta.Una explicación es que muchos de sus votantes no quisieron declarar su intención “políticamente incorrecta” a los encuestadores, pero en la soledad de las urnas decidieron votarlo.
Orlando D’Adamo, director del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano, señaló que “todos se acuerdan de los errores” pero “en general, los sondeos predicen quién va a ganar, aunque a veces pueden equivocarse con los porcentajes. El problema se da cuando hay una elección muy cerrada o un cambio repentino cerca de la fecha”.
En la Argentina, Pablo López Fiorito, ex director ejecutivo de la consultora Ibarómetro, explicó a Chequeado que, para ser fiable, “el mínimo de personas encuestadas es de 1000 en ambos casos [personal o telefónica] y debería considerar a todo el territorio”. Además, precisó que “así como las personas se eligen al azar, también las localidades, aunque bajo ciertos criterios, como la cantidad de habitantes de cada lugar”.
Michael Traugott, especialista e investigador del Instituto de Investigación Social (ISR, por sus siglas en inglés), consideró que se puede confiar en las encuestas políticas siempre que se pueda saber cómo están hechas. En sintonía, López destacó que “toda encuesta es válida, en tanto aclare su metodología”.
Otro factor a considerar al ver una encuesta es quién la encargó y quién la pagó, algo que no siempre coincide. Una comparación en base a las elecciones de 2007 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires mostró que quién había pagado la medición obtenía mejores resultados, en especial en relación con su competidor más cercano. Según recomienda la Asociación Americana de Investigación de la Opinión Pública, esa es la primera pregunta que debe hacerse el lector al ver los resultados de un sondeo publicado, pero el dato no siempre se difunde ni acompaña la publicación del sondeo.
Una versión de esta nota se publicó originalmente acá.
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