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Datos de los combatientes de Malvinas

Si tenés sólo unos segundos, leé estas líneas:
  • En la guerra de Malvinas participaron por el lado argentino más de 23 mil combatientes, según datos oficiales. De este total, 10.300 pertenecían al Ejército, 10.600 a la Armada, 2.300 a la Fuerza Aérea, y unos 200 entre Gendarmería y Prefectura.
  • Las 650 personas que fallecieron durante la guerra se repartieron en una proporción similar.
  • A su vez, existe un número similar de veteranos de guerra fallecidos luego del conflicto. Y casi 23 mil personas reciben una pensión vitalicia del Estado por su condición de veterano.

Última actualización: 29/03/2022

El 2 de abril de 1982, el gobierno de facto argentino dispuso el desembarco militar en las Islas Malvinas y de esta manera dio inicio a la guerra con Gran Bretaña. El sábado se cumple el 40 aniversario del comienzo del enfrentamiento bélico. El conflicto, que finalizó el 25 de junio, dejó un saldo de 650 combatientes nacionales y 255 soldados ingleses muertos. A 33 años, ¿cuántas personas participaron de la guerra y qué cantidad de veteranos dejó?

Los soldados de cada una de las ramas

En la guerra de Malvinas participaron por el lado argentino más de 23 mil combatientes, según datos oficiales. De este total, 10.300 pertenecían al Ejército (es decir, a la fuerza terrestre), 10.600 a la Armada (fuerza marítima), 2.300 a la Fuerza Aérea, y unos 200 entre Gendarmería y Prefectura (ambas fuerzas dependientes hoy del Ministerio de Seguridad).

Las 650 personas que fallecieron durante la guerra se repartieron en una proporción similar. Los datos son oficiales y provienen del Ministerio de Defensa de la Nación.

A su vez, existe un número similar de veteranos de guerra fallecidos luego del conflicto. En 2011 ante los reclamos de grupos de ex combatientes, el adjunto a cargo del Defensor del Pueblo de la Nación, Anselmo Sella, destacó que “la cantidad de soldados que fallecieron post conflicto a causa de suicidios, es de tal magnitud que puede compararse la guerra y la posguerra”. Sella señaló que había un gran número de ex soldados sin reconocimiento médico, “siendo esto un potencial de riesgo por la falta de tratamiento dadas las secuelas que pudieran padecer”, y recomendó al Ministerio de Defensa que efectuara una Convocatoria Nacional Obligatoria para dicho reconocimiento.

Actualmente, casi 23 mil personas reciben una pensión vitalicia del Estado por su condición de veterano. La pensión consiste en el equivalente a tres jubilaciones mínimas, y se otorga a los soldados que “hayan estado destinados en el teatro de Operaciones Malvinas (TOM) o entrado efectivamente en combate en el área del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS) y a los civiles que se encontraban cumpliendo funciones de servicio y/o apoyo en los lugares mencionados”.

El TOAS abarca “la plataforma continental, las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y el espacio aéreo correspondiente”.

Sobre esta cuestión, un centro de ex combatientes precisa que “el personal que sólo permaneció en el territorio continental durante la guerra de 1982, no estuvo ni en el TOM ni en el TOAS, y para la legislación no es Ex Combatiente de Malvinas; aunque haya sido movilizado y/o convocado al sur del paralelo 42 es decir al TOS – Teatro de Operaciones Sur”.

Además de las pensiones, existen otros beneficios para ex combatientes referidos a temas de salud, educación y vivienda, aunque destinados a los ex soldados conscriptos que hayan participado en las acciones bélicas desarrolladas en el TOAS.

Por esta razón hay grupos que critican la división entre los que combatieron y los que no, y exigen que deben ser reconocidos como ex combatientes e incluídos en estos beneficios todos los que cumplieron orden de operaciones, por ejemplo, de defensa y vigilancia. Es el planteo de quienes realizan un acampe en Plaza de Mayo desde 2008, y nuclean, según señalan, a unas 400 personas.

La identificación de los soldados que quedaron en las islas

En los últimos años se realizaron tareas de identificación de caídos enterrados en el Cementerio de Darwin que todavía siguen en marcha.

El trabajo realizado por el Comité Internacional de la Cruz Roja, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y los gobiernos de la Argentina y Gran Bretaña permitió que se identificaran 119 soldados. Según explicó el EAAF, los cuerpos fueron exhumados, analizados y rehinumados durante la misión.

 

Actualización 29/03/2022: esta nota se actualizó con la última información disponible.

Fecha de publicación original: 02/04/2015

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Comentarios

  • Contralmirante Enrique Germán Martínez21 de abril de 2020 a las 10:28 amNo regresa de una guerra ajja queda para siempre la llama Inocente de tu ausencia en el fondo de los mares en trincheras en turbales regresa sólo una parte el resto queda perpetuo en la contienda Tampoco vuelven las rimas de alegre versos de letras pulidas ni tus cantos de heroicas epicas En tu mochila? Solo una elegía es triste lamento en un lugar del viento para los caídos. En cambio salvaste el llanto tus añoranzas y sus nostalgias Pero entre densa Niebla de sentimientos En tus noches las sombras Teatacan nuevamente Te defienden sólo tus elfos y tus amigos duendes Regresas victorioso de batallas épicas pero siempre vuelven recurrentemente aprendiste el valor de la vida y cuánto pierde el Héroe cuando la entrega porque su puebloo no agradece olvida o encierra a los valientes mazmorras para siempre N RegresaS de una guerra ella vuelve a ti continuamente se adueña de ti y serás su combatiente seguira tus huellas también tus estelas en mares y vientos te hallarán quimeras aunque tú no quieras eternamente
  • Contralmirante Enrique Germán Martínez21 de abril de 2020 a las 10:37 amSi usted es Marino retirado en actividad o militar de cualquier fuerza o veterano de guerra de los invito a visitarme en Marinopoeta.com agradecerą ternamente este viaje a la belleza literaria y a la Fantasía
  • morena22 de abril de 2020 a las 3:09 pmputa madre
  • Lautaro8 de mayo de 2020 a las 4:41 amMe acuerdo de un buen remisero que me llevo a mi casa una fria noche de Julio del 2017 , era ex combatiente en Malvinas , me contó como fue para el ser agarrado de prisionero de los ingleses , dormir en un pozo , cagarte de frío y mo tener abrigo , ver a un compañero ser fusiñado a metros de vos y aveces el que pisaba una mina volaba en pedacitos ante sus ojos , recibió un balazo en su pierna izquierda , se le infecto y se la tuvieron que cortar días mas tarde , contó lo que es llevar un arma que no te enseñaron a usarla , esperar una buena ración de comida y que recibas un picadillo podrido o una galleta con la que haces 50 muebles de lo dura que es , mientras tanto tu sargento bien pancho metido bien tranquilito dentro de su oficina y ahí los pendejos arriesgando la vida con una campera mas fina que bolsa de basura en un invierno biwn duro , luego terminar perdiendo la guerra , volver a tu casa y el que sabe que combatiste te pega un escupitajo en vez de me alegro que estes vivo , sos un heroe , veni y contanos como fue estar ahí en carne propia , nostros te escuchamos y te brindamos nuestro apoyo , pero no , sólo recibieron insultos , abucheos y escupitajos , en ese momento se sentía como " Fui a casi morir por la patria y soy recibido como si fuera que me fui a matar bebés y animales inocentes " , pero al fin y al cabo hoy es un remisero al cual la família lo quiere y puede vivir tranquilo sin trabajar mucho por la pensión , hoy el reside en Formosa capital y nose si lo habran visto en el programa de Fantino ,capaz que si , ojala me acordara su nombre
  • Luis P. Benvenuto14 de mayo de 2020 a las 9:33 amHola, si alguien podría decirme quién fue el oficial argentino de más alto grado q murió en Malvinas? Gracias
  • Daniel22 de mayo de 2020 a las 9:08 pmEn 1982, fuí soldado conscripto de la clase 1963, destinado en Río Gallegos, en el RI Mec 24, compañia B, segunda sección. A 38 años de la guerra del Atlántico Sur, debería ya ser tiempo de culminar con estas discusiones, nuestro país tiene ya una larga historia de divisiones, y esta no debería ser una mas. " veteranos de las islas vs continentales", la discusión es esteril. Los que estuvimos allí debemos sentir el orgullo de haber cumplido con nuestra parte, el azar de un número de un bolillero nos llevó hasta allí, y con o sin vocación por las armas, nos tocó ser partícipes obligados de aquel conflicto. El aeropuerto, chimen aike, guer aike, estancia el Condor, adonde hubiere que ir, ibamos, y también hubiésemos ido a las islas , estábamos preparados para eso. Simplemente no nos dieron la orden. En definitiva, e independiente del grado de participación que cada uno haya tenido, algo es seguro, toda nuestra generación fue atravesada por aquella guerra, y aún padece sus secuelas..por eso me permito hacer mía la metáfora de un periodista que dijo " pertenezco a una generación, que realizó toda su secundaria bajo un gobierno de facto, y nuestro viaje de egresados fue a Malvinas"
  • marcela30 de junio de 2020 a las 3:17 pmen una creciente del rio uruguay aca en santo tome corrientes, un amigo excombatiente perdio todos sus documentos donde lo validaban como excombatiente de malvinas, el estaba en la armada argentina. legal mario de jesus espero pronta respuesta. ya q el a raiz de eso fue totalmente olvidado, nunca le dieron jubilacion pension nada
  • Maurizio25 de julio de 2020 a las 2:18 amYo tenía 4 años en el 82 y una vez tuve que meterme debajo del escenario del jardín por un simulacro ¿me corresponde una pensión como veterano?
  • Batios Norberto3 de agosto de 2020 a las 12:34 amDebido a haber pedido prórroga por estudios cumplí con el servicio un año después del conflicto , en el B.I.M 5. Me arrepiento de por vida haber pedido esa prórroga.Hubiese sido un honor morir por mi patria.Dios bendiga a quien murió quizá en mi lugar.
  • Ángel Alberto Rodríguez4 de agosto de 2020 a las 9:25 pmTAMPOCO NOS DEJARON SER HEROES... 1 de abril de 2014 a las 14:26 RESISTENCIA, 27 DE MARZO DE 2015 DIARIO NORTE SR. DIRECTOR DON MIGUEL ANGEL FERNANDEZ DE MI MAYOR CONSIDERACION: En vísperas de un nuevo aniversario de la Guerra de Malvinas, como protagonista de aquellos hechos aciagos desde el lugar que me cupo, me dirijo a Usted a efectos de hacerle llegar este escrito que relata parte de aquella experiencia y algunas reflexiones, para los jóvenes camaradas que compartieron la experiencia vivida- o sufrida- y que aún esperan un reconocimiento que los alivie de los traumas adquiridos. Y que para aquellas confidencias sobre hechos históricos de las que he sido merecedor sean conocidas, antes de que el paso del tiempo se lleve a los protagonistas vivos que den fe de estos testimonios. Quedando en su más elevado criterio si lo expuesto merece ser publicado, lo saludo a Usted muy atentamente. Arq. Angel Alberto Rodríguez DNI 11.326.708 Juan Ramón Lestani 165. Resistencia TAMPOCO NOS DEJARON SER HEROES... FUIMOS DISPUESTOS A MATAR O MORIR. NOS TOCO VOLVER Y VIVIR SINTIENDO QUE POR NO HABER PISADO MALVINAS, SOMOS USURPADORES DE UNA HISTORIA QUE NO NOS CONTIENE...NO OBSTANTE, NOS ROZO LA HISTORIA Y LAS HUELLAS HAN QUEDADO GRABADAS A PURO SENTIMIENTO EN NUESTROS CORAZONES En marzo de 1982, luego de un largo periodo de servicio militar obligatorio, cumplido en el cuartel del Grupo de Artillería 7, La Liguria, Resistencia, Chaco, fui dado de baja, con la clase 62. Nacido en 1954 y con el beneficio de la prórroga por estudios universitarios, con mis 27 años culminaba un deber cívico y un ciclo de mi propia vida. En la misma situación se hallaban unos pocos compañeros: el CP Romero, del diario Norte; los ingenieros Gutiérrez (trabaja en el IPDUV), Sánchez y José Manuel Corchuelo y Roli Carrió, casi médico (estos dos últimos fallecidos) y algún otro cuyo nombre no recuerdo. Los chicos se incorporaban con 18 años cumplidos, por lo que al ser el más viejo, me bautizaron “el Abuelo”. Debo reconocer que en diciembre del año 1980, ya podía haberme recibido de arquitecto. Pero el hacerlo me hubiera generado la obligación de realizar el curso de oficial de reserva y las circunstancias históricas que atravesaba nuestra Patria, con el gobierno usurpado por las FFAA cooptadas por los sectores mas traidores al pueblo de la Nación, me impedían moralmente cualquier ligazón con las instituciones que tanta sangre y horror derramaran. Tengo aún presente en la retina la mirada fogoza de tantos jóvenes inocentes que soñaban con una Patria Liberada. Compañeros de pasillo y aula de nuestra universidad, convencidos que el camino era la lucha, a quienes no me asocié no por una cuestión de ideales, sino por una cuestión de metodología. Cuando el Viejo Líder los trató de imberbes, pues los necesitaba con sus energías en otras actitudes, en vez de sumarse al contingente, los arrastraron al enfrentamiento estéril, esperado y fogoneado por las fuerzas del mal puestas al acecho en búsqueda de cualquier excusa que les permitiera destruir al Conductor y someter al Soberano. A muchos de ellos ya no los volví a ver. A otros, las experiencias de las mazmorras los devolvieron con las miradas apagadas. Y tantos, tantos, permanecían en la en la oscuridad de los centros clandestinos de secuestro. ¿Podría un argentino bien nacido y con conciencia, tener un sentido de pertenencia a esas instituciones?. Deje pues una materia pendiente y me presente a cumplir el servicio militar obligatorio como soldado raso, con la incertidumbre de si a mi edad soportaría el gasto físico. En realidad, sufrí psíquicamente, al comprobar que ni mi mundo de afuera era tan perfecto por esas extrañas zancadillas que los seres humanos recibimos de quienes más confiamos y ubicamos de soporte y nos dejan en soledad; ni el universo cuarteles adentro de esos pequeños seres estructurados y disciplinados, era tan homogéneo. Los había de todas las especies: desde los que se erigían en auténticos soldados con un cierto criterio de la honra a los despreciables individuos de baja ralea que aprovechando su situación liberan sus instintos más bajos. Logre sobreponerme a este sufrimiento diario, quizá porque mi vida fue una lucha permanente para sobrellevar las dificultades que el destino fue poniendo en mi camino. Como “el abuelo” de la batería Comando y soldado de la Mayoría del grupo, trate de llevar con dignidad la diaria tarea y por sobre todo ser en lo posible un referente para mis compañeros cuya juventud casi infantil, los hacía marchar en otra dinámica. Aprendí lecciones inolvidables, como la de conocer mis propios límites a la humillación de hincar la rodilla en tierra frente a un pusilánime y, aun así, sentirme poderoso como un cruzado pues mi posición era meramente temporal y la subordinación de él era para toda la vida. Reafirmé además el saber que a cualquier desafío es posible vencerlo, cuando en pleno adiestramiento en el denominado “campo de combate”, me exceptuaran de cruzar por la soga tendida entre dos árboles y que salvaba un profundo pozo de viejas ladrillerías, por la que había que desplazarse acostado boca abajo y evitar caerse al agua embarrada. Misión casi imposible, pues antes de llegar a la mitad ya largaban a otro soldado y la soga se sacudía y el caído recibía las chanzas de los que aún se hallaban de espectadores. El teniente instructor en tono burlón me dijo: “Ya estas viejo para estas cosas Abuelo. Bordea el charco y esperá en la otra orilla”. Y hacia allí me dirigía caminando cuando me dije: ¿Ante cuantas pruebas de la vida intentare el rodeo para no enfrentarlas? Y volví al tronco y sin más, me largué a cruzar el charco. A mitad de camino sentí que cimbró la soga y quedé volcado en posición de colgado. Con todo el peso de mi cuerpo a cuestas intente ganar la otra orilla y faltando tan poco ya no tenía resto para alcanzarla; fue cuando sentí que varios brazos me ayudaron y caí exhausto en la tierra firme. Hasta hoy, frente a una dificultad me digo: si pude cruzar la soga, ¿Por qué no podré vencer esta circunstancia? Casi siempre habrá una mano solidaria tendida, un alma generosa dispuesta a mojarse los pies para permitirnos que alcancemos nuestro objetivo. Somos, los del pueblo, esencialmente solidario. Volviendo al relato, liberado de la “colimba” y con la urgencia de ganarme la vida, solicité trabajo a un ex profesor y amigo que cumplía funciones en el municipio. Con la expectativa de un Contrato, me enganche ya en otra vida, la del trabajo productivo, y dejaba atrás esa traumática experiencia. Por lo menos eso creía. No había transcurrido un mes y recibo la convocatoria de reincorporarme. Recuerdo cuando el gobernador militar de entonces convocó al pueblo a la plaza a la que concurrimos con mis entrañables amigos y la muchedumbre, ante la arenga exaltada del cómplice del genocidio, cantaba y saltaba gritando: ¡el que no salta es un inglés!, patéticamente, sin conciencia, como si se tratara de un mundial de futbol. Con el rostro mustio permanecí azorado y en silencio. Mi mejor amigo me dijo: ¿qué te pasa que no saltas? Le contesté: “Es un error histórico. Ayer nomás (29/03/82) mataron a seis compañeros de la CGT en las huelgas de capital y Mendoza. ¿Con quienes vamos a hacer la guerra?”. Me contestó: “estas así porque te convocaron”. Y me volví a sentir solo. Ya reincorporado y habiendo estado quince días esperando novedades en el cuartel, me presente a mi jefe, el Mayor Spagnoli Olive y le solicité permiso para salir a trabajar hasta el día que nos movilizáramos, pues la ansiedad me maltrataba. Le expliqué que en el municipio me habían prometido un contrato. Él lo consultó con el jefe del grupo, coronel Pucheta y cuando volvió, me dijo: “Rodríguez, entrega tu uniforme y el armamento, estas liberado. Terminó el Ejército para Vos. No es necesario que te vuelvas a presentar.” Un poco aturdido pues excedía el beneficio solicitado, le dije: “Mayor, si los ingleses atacan me presentaré, esté donde esté el Grupo”. “Olvídate, me dijo y suerte”. “Para Usted también”. Obviamente, con la logística yanqui, los ingleses estaban dispuestos a concluir un plan predeterminado que consistía en plena guerra fría, instalar una base de la OTAN en el Atlántico Sur, y cuya excusa para legitimarla era lavar la ofensa que un poder dictatorial, títere del Departamento de Estado, les infringiera bajo el supuesto apoyo que recibiría del país del norte por haber sido alumnos disciplinados en la ejecución del Plan Cóndor e instructores de las técnicas francesas de contrainsurgencia de otras fuerzas armadas de Latinoamérica, (alianza traicionada por ese país no solo con nuestra Patria sino con toda América), y una pretensión trasnochada de retener un poder que se les escurría por la impericia del manejo económico y el insoportable y sangriento sojuzgamiento que comenzaba a ser rechazado por las clases trabajadoras, único bastión de la resistencia civil de La Argentina de aquellos años de sangre y plomo. Hoy, la presencia militar se mantiene y se refuerza con armamento nuclear por la apropiación de los recursos naturales. Cuando los ingleses tomaron las Georgias, sentí que se produjo el momento que todo ser humano alguna vez debe enfrentar en la vida: esto es, enfrentarse con uno mismo, con sus miedos, sus dudas, sus virtudes y sus circunstancias. Convoque a mi madre que se hallaba en Posadas, a mi novia y a quienes luego serían mis suegros y les transmití la decisión adoptada: Me presentaba. Aclaré: “No lo hago por patriotismo; lo hago por mí. Para poder el día de mañana opinar con autoridad sobre esto con lo que no estoy de acuerdo pero que de no hacerlo, cualquier energúmeno podría callarme diciendo: Qué opinas ahora, si cuando las papas quemaban te borraste”. Mi madre, como siempre, me abrazó fuerte y me dijo: “De vos otra cosa no esperaba. Cuídate mucho y acá rezaremos para que vuelvas pronto y sano.” Mi novia y sus padres, permanecieron en silencio y Don Lorenzo, con esa rectitud y bondad que lo caracterizaba, salió con Fanny a comprarme ropa de abrigo, para que no enfermera. Me presenté al Grupo, que aún no se había movilizado. El Mayor Spagnoli Olivé me dijo: “Vos estás loco. No es necesario.” Le repetí: Yo prometí algo: que si los ingleses atacaban, donde estaba el Grupo me presentaba. Y aquí estoy. Me dijo que espere, que consultaba con el Jefe del GA 7. Cuando volvió, me informó: “el Coronel acepta. Viajas pasado mañana como observador adelantado, con el Teniente 1º Bulgheroni y el Sargento Ayudante Martínez. Vuelan con el comando de Brigada. Retirá tu armamento y la ropa del depósito y preséntate mañana. El grupo viaja despúes”. (Sentí que las piernas me temblaban). En menos de doce horas, cada uno de mis afectos me acercó algo: mi cuñado Jorge, una camiseta frisada que usó en un viaje a Europa. Su novia Rochi, un “dubee” de los que aún no había en el ejército. Mis amigos cigarrillos y mi novia el apoyo espiritual que en toda aquella aventura nunca me faltaría. Partimos con el Comando De Brigada VII desde el aeropuerto de Resistencia, el día 04 de mayo de 1982, a las 15 horas aproximadamente, con casi 33 º C de temperatura, en vuelo directo en Boeing de Aerolíneas Argentinas acondicionado para transporte de tropas, es decir que no tenía asientos e íbamos sentados en el piso, con las piernas recogidas en las que el compañero apoyaba su espalda. Llegamos a Río Gallegos despues de casi cuatro horas de vuelo, donde hacía temperatura bajo cero, lloviznaba, y nuestros abrigos se hallaban guardados en los bolsos porta equipos en la bodega del avión. El oficial nos informó que se alojaba en un casino de oficiales y nos dijo que buscáramos lugar para pasar la noche. Con Martínez nos apretujamos en un tinglado de chapa con piso de tierra hecho un lodazal donde pernoctamos con otros dos de un regimiento de Goya que estaban como nosotros. Al día siguiente partimos a Comandante Luis Piedrabuena, desde donde debíamos hacer el reconocimiento de la posible zona de operaciones del GA/. La noche siguiente fue peor: La brigada hizo un alto a la vera del Río Santa Cruz, con noche lluviosa y fuerte temporal de viento. Hacía, según nos dijeron, 5ªC bajo cero. Martínez consiguió alojamiento con otros suboficiales y yo quedé incorporado a una guardia que custodiaba el lugar. Me toco de 02 a 04 de la mañana. Absolutamente empapado, no había forma de poder estar. La chapa de los vehículos con solo tocar lastimaba. Todo hacia presuponer que desde el Chaco concurriríamos a fortificar la frontera con Chile puesto que se mencionaba como destino Río Turbio. Una contra orden nos destinó a Puerto de San Julián. Las baterías de tiro se desplegaron en el litoral marítimo, una en la punta Norte. La otra en la Sur. Parte de la de Servicio y la Comando, en el perímetro exterior del campo de aviación desde donde salían los Dagger y los DC4. Como unidad de artillería liviana, pensábamos que en algún momento cruzaríamos a las islas pero los "estrategas” mandaron los grandes cañones que iban montados sobre los Fiat 619, que fueron inoperables pues se hundían en la turba. Mis días pasaron dibujando cartas ampliadas de la zona de despliegue, copiadas de las que me facilitaba el destacamento de Prefectura Naval en las que consignaba los senderos y pasos entre montes, que me indicaba un personal de dicha fuerza de seguridad y que casualmente, era de Barranqueras. Me había ofrecido a hacer esa tarea pues el Grupo no tenía cartas del territorio de operaciones y ello me permitía salir todas las mañanas. Algunas veces, salíamos de reconocimiento con Spagnoli Olivé o de noche, con las alarmas de ataque aéreos o alertas de desembarcos de “buzos tácticos”, que nunca se concretaron. Recuerdo especialmente una noche, tremendamente obscura, ya avanzado el conflicto, que partimos con el mayor, el suboficial chofer del jeep y yo como custodia, avanzando una gran distancia hacia el sur. Finalmente, llegamos a un caserío de chapa y luces tenues. Estábamos en Puerto Santa Cruz, aquel de la romántica canción de Horacio Güaraní. De repente, un murallón interminable cortaba el paso y ante el nos detuvimos. Era un buque hospital que traía los heridos de los enfrentamientos de la isla. El mayor fue el único que accedió al barco. El regreso fue en absoluto silencio, pálido y sin pronunciar una sola palabra. Esa noche fue un punto de inflexión. De las pocas cartas recibidas, una partió mi alma. Era de mi madre que me contaba:”…estaba en el patio y doña Elsa (la vecina) me comentó que habían pasado los del Fondo Patriotico”. Cuando salí ya habían pasado así que los corrí dos cuadras y pude alcanzarlos y les entregué mis anillos de casamiento. Ojalá sirvan para que a ustedes no les falte nada” Se refería al propio y al que se lo guardó de mi padre cuando este falleciera. El 14 de junio por la tarde la zozobra se volvió certeza y angustia. Para las 19:00, como lo hacía todas las tardes, encaré para el puesto de Guardia del suboficial Sueldo, el que sin preguntarme nada, simplemente me liberó el paso. Caminé por las calles vacías y silenciosas de San Julián. Un cielo gris comenzó a expulsar agua nieve que pronto se transformó en copiosa nevada y recién entonces, pude soltar el llanto. Días después, Jorgito Piat llegó hasta la Mayoría del GA/, ubicada en el entrepiso. “Abuelo, dice el Gordo Bartoli que esta noche bajes a dormir al sótano. Tiene algo muy importante que decirte”. Dormía, por comodidad en el entrepiso donde estaba la mayoría, pero el dormitorio de tropa se hallaba en el sótano del viejo edificio que ocupaba casi toda la manzana. Cuando ya no se escuchaba ningún ruido, el gordo, que tenía su bolsa de dormir al lado de la mía acercándose me dice:”Abuelo: cuídate. Me dijo el teniente Dambrogio que te tire la lengua porque sos un subversivo en potencia”. Sin dormir esa noche, me asaltaron los horrores del pasado reciente. Al día siguiente me encontré con la sorpresa que me hicieron vestir con la indumentaria de gimnasia: short, camiseta, pullover, zapatilla flecha y me ordenaron servir la comida en la mesa de oficiales, tarea que nunca había realizado Y consideré una humillación y destrato y que algo realmente estaba mal. En ese total estado de indefensión, jugué la única carta que me quedaba. Hablé con el Teniente 1º Médico, Reynaldo Pascuzzi, con quien solíamos conversar por las noches cuando la actividad terminaba. Reynaldo, desde entonces un gran amigo, me tranquilizó y me dijo: “Mañana no te levantes y decís que sentís un gran dolor en el bajo vientre”. Volví a dormir en el sótano con los demás soldados pues me sentía más seguro y a la mañana siguiente le dije al Gordo: no puedo moverme, me duele todo. Avisale al Sargento Ayudante. Cuando llegó el Doctor Pazcuzi, tras la revisación de rigor, me sacaron en camilla y me evacuó al hospital de San Julián, desde donde esperé el final. Hasta allí venían compañeros a visitarme. Una tarde llegó el suboficial a cargo de la Batería. Fue verlo y zambullirme en la cama pues era un hombre de un carácter fuerte y recio. Para mi sorpresa me dijo:”Rodriguez. Sé porque Usted está aquí. Yo envíe a sus compañeros a que lo visiten”. No me salían palabras “Siento vergüenza de lo que le hicieron y vengo a pedirle disculpas.” Pazcuzzi en persona me saco del hospital y estuve acompañado hasta que volvimos a embarcar en Rio Gallegos. Lo demás, es otra historia. Años después, en una cena en la casa del Escribano Bittel, enterado de que había estado en el sur en el 82, me relató que durante la guerra fue convocado por el Jefe de la Fuerza Aérea, Lami Dosso, el que le manifestó:” La Fuerza considera que las fuerzas de tierra no podrían enfrentar con éxito la guerra por la escasa preparación y mal equipamiento. Que la Marina se hallaba anulada en su capacidad de desplazamiento por los submarinos ingleses, más luego del hundimiento del ARA General Belgrano y que la fuerza aérea, a la que consideraba bien preparada, solo podría dar batalla durante un mes. Luego quedaría sin suficientes aviones. Que lo había planteado a las otras fuerzas y se negaban a aceptar esta realidad. En consecuencia, le solicitaba a Bittel, que como jefe de la principal fuerza política del país -era entonces Vicepresidente del Partido Justicialista y en ausencia de Isabel Martínez ejercía la conducción- solicitara públicamente a la Junta Militar que retiraran las tropas de las Islas”. Me dijo que fue un momento de desconcierto y angustia. Estaba instalado en la opinión pública que la guerra la veníamos ganando. Dijo que luego de un largo silencio le contestó: "Brigadier: Cuando decidieron invadir las Islas no nos consultaron. Despertaron el fervor patriótico...y ahora pide que en nombre del Peronismo, solicitemos que se vuelvan atrás. Que todos nos acusen de traición a la Patria. Creo que si ustedes decidieron ir a una guerra, son ustedes, los militares, los que deben decidir cuándo dejarla." En aquel entonces me invadieron sentimientos encontrados. Pensé que esa decisión podría haber ayudado a salvar muchas vidas. También pensé que era injusto solicitar a un líder político cuyo partido había sido diezmado por la dictadura asumir el costo de una actitud de tamaña envergadura. Muchos militantes políticos que ni siquiera habían participado de los movimientos armados se hallaban presos o desaparecidos. Aún hoy, esa confidencia cuando la recuerdo, me perturba. Pero vale la pena considerarla para que definitivamente entendamos que esa guerra fue el producto de mentes criminales enfermizas que a cualquier costo intentaban mantenerse en el poder. En consecuencia, de nada sirve plantearse el porqué de haber estado en uno u otro lado de la patria. Simplemente, como soldados, estuvimos donde fuimos destinados y no donde hubiéramos queridos estar. No es una discusión que deba darse. Nadie estuvo en la isla por decisión propia o por lo menos la mayoría no tuvo esa opción. Eso no le resta valor a su gesta. Por el contrario, la agranda. Fueron valientes y actuaron como tales. Nosotros, los que quedamos en el continente también lo fuimos en la dimensión de lo que nos tocó vivir. Vuelvo a repetirles: No esperen reconocimientos externos. Cada uno de nosotros sabe lo que ofrendó de su vida en esa gesta. Y eso que atesoramos, nadie podrá jamás enajenarlo. ¡Viva la Patria!. Foto: Alberto Rodríguez, Negrito Emilio Bogado. Bahía de San Julián. Junio 1982

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