¿Es efectiva la castración química para evitar delitos sexuales?
El Senado de San Luís aprobó un proyecto de declaración al Congreso Nacional para tratar la aplicación de la castración química en casos de delitos sexuales. El proyecto plantea, en primera persona, que con la castración química “estaríamos colocando a la sociedad a resguardo de la comisión de este tipo de delito aberrante [las agresiones sexuales]”. Sin embargo, no está tan claro que el procedimiento de castración química sea realmente efectivo en la prevención de esos delitos.
El objetivo del proyecto puntano de declaración es cambiar el Código Penal, para que los condenados por violación puedan optar voluntariamente por la castración química tras haber cumplido dos tercios de su condena, y acceder así a salidas anticipadas o de semilibertad asistida. Para los reincidentes, el tratamiento sería obligatorio.
La castración química es un tratamiento medicamentoso, que apunta a bajar los niveles de testosterona en el hombre, reduciendo así su deseo sexual. Los fármacos pueden ser administrados de distintas maneras: con pastillas diarias o con inyecciones periódicas. La iniciativa del Senado de San Luís se orienta hacia un sistema de inyecciones semestrales. La castración química es reversible, pero no es totalmente efectiva. Está comprobado que, aún bajo tratamiento, de existir un fuerte estímulo sexual, se puede producir una erección.
De hecho, ningún estudio ha demostrado que el tratamiento logre una respuesta categórica y definitiva. Sus defensores dicen que la baja de testosterona puede reducir o eliminar los comportamientos y fantasías sexuales perversas. Para esto se apoyan en estudios que muestran una baja en la cantidad de reincidencias luego del tratamiento. El problema es que muchos de estos estudios fueron hechos sin una metodología suficientemente rigurosa, en especial durante los años 60 y 70, según palabras de Fabina Saleh (link en inglés), profesor de psiquiatría del Hospital General de Massachussets (EE.UU.), y autor de un libro sobre los delincuentes sexuales. “Según los estándares de hoy […], la mayoría de estos estudios tienen problemas metodológicos significativos”, dijo.
Por otro lado, sus detractores argumentan que la castración no ataca la raíz del problema, que sería psicológica. Para ellos, reducir la testosterona sólo resuelve una parte de la enfermedad, sin tratar la agresividad o la necesidad de poder. Esto haría que la perversión se exprese de otras maneras, pero no soluciona el conflicto de base.
El Consejo Asesor de Políticas de Seguridad Pública, de la provincia de Mendoza, determinó después de un estudio que, “a pesar de que en algunos países de Europa se han desarrollado más de 23 estudios, hasta la fecha no se ha logrado obtener pruebas científicas que confirmen que estos tratamientos sean realmente exitosos.” Y concluyó: “No se puede afirmar con certeza que [la castración química] sea una solución al problema, puesto que, en el mejor de los casos, afecta a la función sexual de forma temporal, sin influir en la agresividad o el ansia de dominio o poder, determinantes en muchos casos de la comisión del delito”
El desconocimiento sobre los efectos secundarios de las drogas que se utilizarían constituye un problema extra. La inhibición de la testosterona puede, en ciertas personas, aumentar la grasa corporal y reducir la densidad de los huesos, con riesgo de osteoporosis. También puede provocar la perdida del vello corporal.
Sobre lo que sí parece haber consenso es que, para que la castración química funcione, tiene que ser voluntaria. Dado que el proceso es reversible y que requiere de aplicaciones periódicas, se necesita de la colaboración de quien recibe el tratamiento.
El profesor Ashley Grossman, endocrinólogo del William Harvey Research Institute, explicó a la BBC que “[la castración] ayuda a las personas que quieren ayudarse. Cualquiera que desee revertir su efecto, probablemente podría hacerlo. Por eso, es lógico que sea voluntario”.
El proyecto de ley presentado en la provincia de San Luís, dice en sus fundamentos que “conforme al derecho comparado, el requisito sine qua non es la voluntariedad del sometido a ella y la asistencia psicológica constante”. Sin embargo, el mismo proyecto establece la obligatoriedad del procedimiento en caso de reincidencia.
La castración química es objeto de debate en todo el mundo. El procedimiento ya se aplica, con distintos cuadros legales (en algunos es voluntario y, en otros, obligatorio) en varios países, como Dinamarca, Suecia, Polonia, en algunos estados de Estados Unidos, y en la Argentina en la provincia de Mendoza. En Australia se planteó el debate pero, precisamente, se descartó la opción por considerarse que no había pruebas suficientes sobre su efectividad.
Fecha de publicación original: 06/12/2010
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