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Cómo leer una encuesta electoral

Ya empezaron a difundirse las primeras encuestas electorales de cara a las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), del próximo 11 de agosto. Ayer, por caso, fueron el título central de Clarín y La Nación. ¿Cómo se realizan y qué hay que tener en cuenta para leerlas?

Toda encuesta intenta obtener información de un universo definido, a través de la consulta a una parte del total. Uno de los primeros pasos es la definición de la muestra: el grupo de personas a encuestar, para que resulte representativo. Para que las personas elegidas puedan ser proyectadas al conjunto de la sociedad o población de referencia, deben seguirse algunas reglas básicas.

Para que una muestra sea representativa debe ser probabilística y aleatoria. Implica que “cualquiera de las unidades o elementos que componen el conjunto tiene las mismas probabilidades de quedar incluidos en la muestra”, como sostiene Ezequiel Ander-Egg en su libro Técnicas de la investigación social. Pero, agrega Ander-Egg, el azar que está presente en la elección de las personas a encuestar no es casual, sino un “azar planificado” mediante diversos procedimientos.  

Una vez terminada la encuesta, se ponderan los resultados. Si dentro de la muestra hay muchas más mujeres que hombres, por ejemplo, se debe hacer un cálculo para que el peso de sus respuestas en el total, sea acorde al peso demográfico que tienen dentro de la población general.

El método posee problemas intrínsecos: al basarse en una muestra, las encuestas nunca podrán predecir con total exactitud el comportamiento de la sociedad. Por eso es útil prestar atención al tamaño de la muestra y al índice de error que señala quien la realiza.

Dependiendo de la encuesta y su método, puede presentar otros problemas:

– El acceso a la muestra

Si es telefónica se excluye a todo ciudadano que no tiene una línea de teléfono fija. Pero las encuestas “personales” suelen tener otros problemas, como abarcar un área geográfica pequeña, debido a la necesidad del encuestador de movilizarse y al alto costo de hacerlo en muchos territorios simultáneamente.

– Baja representatividad

La selección de la muestra puede ser un factor de distorsión si no abarca a toda la sociedad. Esto es lo que ocurrió durante la elección presidencial de 2010 en Brasil (ver acá, acá y acá). Entre otras cuestiones, muchas encuestadoras no incluyeron suficientes ciudades para obtener un resultado fiable. Esto dio una imagen parcial de la intención de voto, que sobreestimó a Dilma Rousseff, y la dio ganadora en la primera vuelta (ver acá y acá), cosa que no ocurrió.

La propia Marina Silva (Partido Verde), la tercera candidata en la elección, denunció este aspecto de las encuestas: “Dentro del Partido –dijo-, veíamos un crecimiento propio que, lamentablemente, las encuestadoras fueron incapaces de captar. Esto terminó influenciando el resultado. Mucha gente que hubiera votado por mí no lo hizo, porque no creían que tuviese una mínima posibilidad de llegar al ballotage”.

– Cambios en el voto

En la elección francesa de 2002, nadie previó que Jean Marie Le Pen, un nacionalista de extrema derecha, llegaría a disputar la segunda vuelta. Una explicación es que muchos de sus votantes no quisieron declarar su intención “políticamente incorrecta” a los encuestadores, pero en la soledad de las urnas decidieron votarlo.

Orlando D’Adamo, director del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano, señaló que “todos se acuerdan de los errores, pero la mayoría de las veces las encuestas aciertan”. Y explicó que, “en general, los sondeos predicen quién va a ganar, aunque a veces pueden equivocarse con los porcentajes. El problema se da cuando hay una elección muy cerrada o un cambio repentino cerca de la fecha”.

En la Argentina, Pablo López, director ejecutivo de la consultora Ibarómetro, explicó que, para ser fiable, “el mínimo de personas encuestadas es de 1000 en ambos casos [personal o telefónica] y debería considerar a todo el territorio”. Además, precisó que “así como las personas se eligen al azar, también las localidades, aunque bajo ciertos criterios, como la cantidad de habitantes de cada lugar”.

Michael Traugott, especialista e investigador del Instituto de Investigación Social (ISR, por sus siglas en inglés), consideró que se puede confiar en las encuestas políticas siempre que se pueda saber cómo están hechas. En sintonía, López destacó que “toda encuesta es válida, en tanto aclare su metodología”.

Para Traugott, hay que ser cauto y estar atento a la forma en la que se presentan los resultados en los medios. Advirtió, sobre todo, en referencia a aquellas encuestas que se presentan como “la opinión de la gente” y son “en realidad una muestra de un cierto grupo de ciudadanos que responden a determinado tipo de preguntas”.

Lejos de abarcar a todo el país, las encuestas que publican habitualmente los diarios nacionales suelen enfocarse en Buenos Aires y su área metropolitana. “En ese caso, decir que una encuesta es representativa de todos los argentinos no sería correcto”, continuó López, aunque aclaró que “en lo que respecta a opinión pública, los resultados de Buenos Aires y Gran Buenos Aires suelen coincidir con el resto del país”.

Otro factor a considerar al ver una encuesta es quién la encargó y quién la pagó, algo que no siempre coincide. Una comparación en base a las elecciones de 2007 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires mostró que quién había pagado la medición obtenía mejores resultados, en especial en relación con su competidor más cercano.

Según recomienda la Asociación Americana de Investigación de la Opinión Pública, la primera pregunta que debe hacerse el lector al ver los resultados de un sondeo publicado es: “¿Quién pagó por esa encuesta y por qué se hizo?”. Ese dato no siempre se hace público ni acompaña la publicación del sondeo.

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Comentarios

  • Daneel Olivaw8 de julio de 2013 a las 6:19 pmMuy buenos consejos.
    Otra cosa a tener en cuenta es el margen de error de la encuesta. A veces lo ponen escondido en alguna parte de la nota, otras no se encuentra por ningún lado.
    Como regla general, las encuestas tienen un error de más o menos 3%. Se puede calcular como 1 dividido la raiz cuadrada del tamaño de la muestra.

    Entonces cuando los diarios dicen cosas como que "Alfonso Prat Gay está primero en la boleta de senadores (7,8%), por delante de Pino Solanas (5%)" usando una encuesta con un margen de error del 4,8%, uno se da cuenta que están diciendo sandeces ya que Prat Gay podría tener tan poco como un 3% y Pino tanto como un 9,8%.
    • Odeen16 de julio de 2013 a las 2:38 am[quote name="Daneel Olivaw"]Entonces cuando los diarios dicen cosas como que "Alfonso Prat Gay está primero en la boleta de senadores (7,8%), por delante de Pino Solanas (5%)" usando una encuesta con un margen de error del 4,8%, uno se da cuenta que están diciendo sandeces ya que Prat Gay podría tener tan poco como un 3% y Pino tanto como un 9,8%.[/quote]

      Daneel, un 4.8% de error en una encuesta no es lo mismo que 4.8 puntos. Lo que vos explicás sería lo segundo: una variación en más/menos 4.8 sobre la cifra dada, cosa que daría valores imposibles si el punto de partida fuera por ejemplo 1%. En cambio, un margen de error de 4.8% se calcula sobre el valor del porcentaje dado; en tu ejemplo de 4.8% de variación el rango posible para Prat Gay está entre 7.43% y 8.17%, y para Pino Solanas entre 4.75% y 5.25%.

      Por supuesto que en eso tampoco hay que confiar mucho porque depende también de cómo se hicieron las preguntas, en qué orden, contexto, etc.
  • Elijah Baley9 de julio de 2013 a las 8:13 pmO sea. Toda encuesta seria debe: definir la población objeto de estudio, el lugar, la fecha, el medio de relevamiento, el método de muestreo, el tamaño de la muestra y el tipo de cuestionario.
    Y en un ámbito científico, además debe publicar la base de datos -sin aquellos que pueden permitir identificar los encuestados-
    Si hace eso es seria, sino puede ser una inducción de voto exitoso.
  • dedio10 de julio de 2013 a las 9:28 pmMe parece muy interesante el párrafo donde se comenta como las encuestas puede influir directamente en el resultado de una elección. Es este el uso mas común que se le da a esos sondeos. Influenciar a la opinión pública a partir del efecto de retroalimentación que producen.

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