¿El crecimiento del PBI es la prueba definitiva de la buena marcha de la economía?

Tiempo Argentino publicó ayer en su tapa una nota de tono triunfalista, en la que retoma un informe publicado por la revista británica The Economist, que ubica a la Argentina entre los países que más crecieron en el segundo trimestre de 2010. Aunque es cierto que el crecimiento económico se interpreta como una noticia positiva, no necesariamente es, como implica el matutino, sinónimo de una economía saludable. Aclaremos que esta acotación se refiere estictamente al contenido y el tono de la nota comentada, sin abrir un juicio de valor sobre el estado de la economía de nuestro país.
El crecimiento económico resulta necesario, pero no suficiente para establecer tal juicio.

En su edición del lunes 25 de octubre, el diario celebra la política económica que llevó al país a crecer un 11,8% en el segundo trimestre del año. El número eleva al país al podio de los de mayor crecimiento, liderado por Taiwán (12,5%) y Ucrania (12 por ciento). Tiempo Argentino, entonces, concluye que los organismos internacionales y “los medios de comunicación primermundistas (sic)” validan un modelo “de desarrollo cimentado en las chimeneas, la proliferación de ‘cabecitas negras’ y la justicia social”, en relación con el que lleva adelante el actual gobierno. Pero la conclusión podría ser apresurada.

El producto bruto interno (PBI) –que es lo que se mide a la hora de hablar de crecimiento-, es la suma del valor agregado en la producción de bienes y servicios en un país, durante un cierto período. Es una medida estándar para saber, a grandes rasgos, como le está yendo a una economía. Pero aunque la teoría dice que mayor crecimiento es igual a mejor economía, en la práctica esto no es necesariamente así.

De hecho, si se estudia la lista de países que más crecieron en la última década, no necesariamente se trata de economías modelo. La lista, publicada por el diario español El País, en base a datos del Fondo Monetario Internacional, la encabezan Guinea Ecuatorial, Azerbaiyán, Qatar, Turkmenistán y Angola.

El crecimiento del PBI, además, no necesariamente es un indicador sobre las mejoras de las condiciones de vida para la población. Por ende, no válida por sí solo un modelo económico. De hecho, hoy existe un cuestionamiento a la enorme importancia que se le da al índice de crecimiento del PBI, sin tomar en cuenta otros parámetros. A modo de ejemplo, el índice incluye los gastos en conflictos bélicos, la reconstrucción después de catástrofes naturales y el costo de tratar enfermedades. Cualquiera de estos ítems podría disparar su crecimiento. Por eso se han propuesto otros índices, como el Índice de Desarrollo Humano, elaborado por la Naciones Unidas, que toma en cuenta, además del PBI, factores sobre el bienestar de la población, como el analfabetismo o la esperanza de vida.  En dicho índice –que corresponde a datos de 2009- la Argentina se encuentra 49º en el mundo y 2º en la región, detrás de Chile.

El propio presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, afirmaba en 2007 (link en francés) que “el producto bruto interno (PBI) no refleja la calidad real de vida de los ciudadanos”. Fue en ocasión de recibir el informe de la Comisión presidida por el Premio Nobel Joseph Stiglitz (link en francés), cuya misión fue identificar y paliar los límites del PBI como indicador de performance económica y de progreso social.

Si bien la nota de Tiempo Argentino presenta un dato real -el alto crecimiento de la Argentina en el segundo trimestre de 2010-, ello no alcanza para sustentar el tono de la nota. Como se ve, otros elementos son necesarios para hacer conclusiones, triunfalistas o no, sobre el estado de la economía de un país.