Ecología: la pandemia, el ambiente y un futuro incierto
- Desde que comenzó la pandemia, se comenzó a hablar de un “respiro” para la naturaleza: menos actividad humana, menos contaminación y más espacio para la naturaleza. ¿Verdad o Mito?
- Mantener los ecosistemas y en pleno funcionamiento y sus beneficios ambientales y de salud asociados es clave para prevenir la aparición de nuevas pandemias.
- Las cuestiones pendientes en temas ambientales de la Argentina: el cumplimiento de la Ley de Bosques y una normativa para preservar los humedales, entre otros temas.
Desde que comenzó la pandemia por la COVID-19, y la cuarentena en distintos países, se comenzó a hablar de un “respiro” para la naturaleza: menos actividad humana, menos contaminación y más espacio para la naturaleza. ¿Es verdad o es un mito? ¿Qué relación hay entre el medio ambiente y la pandemia? ¿Qué ocurre en la Argentina en materia de conservación y cuidado de la naturaleza?
La pandemia y la biodiversidad
¿Podemos separar la salud humana del bienestar ambiental y animal? El concepto de “una salud” (one health) se propuso, en las últimas décadas, para explicar el vínculo fundamental entre el bienestar humano y el respeto por el medioambiente y la biodiversidad. El avance sobre la naturaleza, modificando los ambientes nativos y transformándolos en recursos productivos a través de la explotación intensiva, como la industria forestal, la agricultura, la ganadería, genera cambios en las comunidades animales locales.
Muchas especies que son sensibles a los cambios desaparecen beneficiando a criaturas más pequeñas y más adaptables, las cuales transportan la mayoría de los patógenos que pueden pasar a los humanos. El número de ratas, murciélagos y otros animales que albergan enfermedades que pueden provocar pandemias -como la de la COVID-19- aumenta.
Un estudio publicado en la revista Nature encontró que las poblaciones de animales que albergan enfermedades zoonóticas (es decir, riesgosas para los seres humanos) eran hasta 2,5 veces más grandes en ambientes degradados, y que la proporción de especies que portan estos patógenos aumentó hasta en un 70% en comparación con los ecosistemas no dañados.
La investigación muestra que la vigilancia de la enfermedad y la atención médica deben incrementarse en aquellas áreas donde la naturaleza está siendo devastada. Además, la aparición y transmisión de enfermedades aumenta significativamente al contaminar el agua y otros recursos naturales.
El mensaje clave para los gobiernos es: mantener los ecosistemas y en pleno funcionamiento y sus beneficios ambientales y de salud asociados es clave para prevenir la aparición de nuevas pandemias. Si los ecosistemas están sanos, nosotros también estaremos sanos porque la salud es una. El cuidado del medioambiente, entonces, se vuelve una necesidad epidemiológica.
Contaminación del aire
Múltiples estudios sugieren que la exposición a niveles elevados de contaminación del aire aumenta la probabilidad de infección con virus que causan enfermedades respiratorias. Aunque esta relación no siempre es evidente, se vuelve más fuerte frente a la presencia de algunos factores como el tipo de virus, la edad y perfil de la población, el tipo de virus y la ubicación geográfica.
Existe evidencia que vincula la exposición a la contaminación del aire con efectos más graves de infecciones virales respiratorias, como la COVID-19. Un nuevo estudio ha propuesto recientemente que la contaminación del aire actúa como un estímulo inflamatorio crónico que explica, en parte, los patrones de contagio y letalidad del SARS-CoV-2, el virus que provocó la actual pandemia.
Este trabajo explica que la gran contaminación del aire en el norte de Italia debe ser considerada como un factor importante para explicar el alto nivel de mortalidad registrado en esa zona. También sugiere que las poblaciones de edad avanzada, que han estado expuestas a la contaminación del aire durante un mayor número de años, en general tienen un mayor riesgo de desarrollar un cuadro grave.
¿Fue positiva la cuarentena para el medio ambiente?
El repentino cese de actividades productivas y de movilidad causado por las distintas cuarentenas en la Argentina y el resto de América Latina produjo un brusco y significativo descenso en la contaminación atmosférica. Uno de los contaminantes que disminuyó fue el Dióxido de Nitrógeno (NO2), gas tóxico producido por la quema de combustible y que causa irritación e inflamación de las vías respiratorias:
Como puede observarse en el gráfico, la línea correspondiente al 2020 muestra una importantísima caída en abril -cuando la mayoría de los países de la región tenían cuarentena-, aunque hacia finales de junio vuelve a niveles similares a los de años anteriores.
En otras partes del mundo se ha observado un descenso parecido en los niveles de contaminación por NO2. Sin embargo, no solamente se recuperaron rápidamente los niveles de polución habituales, sino que además se ha registrado una mayor cantidad de residuos sólidos debido al aumento en el consumo de alimentos envasados e insumos médicos.
En nuestro país, a pesar de la cuarentena y el decreto de aislamiento social preventivo y obligatorio, en los primeros meses de 2020 se desmontaron 2000 hectáreas más que en el mismo período del año último.
En resumen: aunque la cuarentena pudo tener un impacto positivo al bajar la contaminación del aire en algunos meses de este año, su impacto en el mediano plazo es insignificante. Dicho de otra manera, es necesario tomar decisiones activas y planificadas para disminuir la polución ambiental.
La Argentina y el medio ambiente: cambios en el uso de la tierra
El reemplazo de ambientes nativos por sistemas de producción intensiva también ocurre en nuestro país. Además de la aparición y dispersión de enfermedades zoonóticas, este fenómeno produce graves consecuencias ambientales. Por ejemplo, la deforestación del bosque nativo produce la privación de servicios ecosistémicos, estos son beneficios que los humanos obtienen de los ecosistemas, como la regulación del clima, la captación y reserva de agua dulce, y obtención de alimentos.
En las últimas décadas, el Gran Chaco Americano, ecoregión forestal de enorme diversidad ambiental y social -segunda en superficie en Sudamérica, después del Amazonas-, se ha ubicado entre los 11 lugares más deforestados del planeta.
Según un estudio realizado entre Fundación Vida Silvestre y el INTA, si la deforestación continúa avanzando a las tasas registradas entre 2007 y 2014, para 2028 se perderán 4 millones de hectáreas de ecosistemas naturales en el Gran Chaco: 200 veces la superficie de la Ciudad de Buenos Aires. De ellas, 2 millones -en su mayoría bosques- tienen alto valor de conservación, por su importancia para la biodiversidad, valores culturales y servicios ecosistémicos.
Es muy importante realizar estudios que analicen las implicancias en la biodiversidad a la hora de generar cambios en el uso de la tierra para la producción. Por ejemplo, el laboratorio de Ecología de Comunidades y Macroecología del Departamento de Ecología, Genética y Evolución y del Iegeba-Conicet en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) estudia el impacto que tienen las forestaciones, la actividad agrícola y ganadera, y la urbanización sobre la diversidad de especies en relación con ecosistemas nativos como los pastizales o bosques.
Ley de Bosques en la Argentina
La Argentina cuenta desde hace casi 13 años con la Ley 26.331 de Bosques Nativos, una herramienta imprescindible para planificar el uso de estos ecosistemas permitiendo equilibrar producción y conservación de la naturaleza. Sin embargo, a pesar de contar con esta ley, los bosques nativos siguen sufriendo grandes modificaciones, producto del cambio en el uso del suelo para actividades agropecuarias, forestales, urbanísticas y viales.
En el “Diagnóstico actualizado del estado de implementación de la Ley N° 26.331”, elaborado por Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) y Fundación Vida Silvestre, se analizan los cambios realizados desde la sanción de la Ley de Bosques Nativos y se identifican los principales problemas para su implementación. El informe presenta una gran cantidad de vacíos, brechas, barreras y cuellos de botella, identificando los avances que ya ha habido, y las herramientas que existen, así como también presenta recomendaciones y alternativas de solución.
Entre los principales hallazgos del informe se pueden mencionar:
–La falta de financiamiento para la ley: desde su sanción, el presupuesto asignado por el Congreso nacional siempre fue inferior a lo establecido por la norma.
–Dificultades en los procesos de Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos (OTBN): se trata de procesos lentos, tanto en su elaboración como actualización, cuyos plazos nunca cumplieron con los términos de la ley, y que no propiciaron la participación ciudadana requerida.
–Falta de definición de metas, indicadores y evaluación de impactos: nunca se plantearon, ni adoptaron, metas cuantitativas oficiales para cumplir los objetivos de protección de los bosques nativos. De este modo, carecemos de indicadores que indiquen qué tan bueno o tan malo es el desempeño de los instrumentos de gestión. Tampoco se propuso una metodología oficial y única para valorar los servicios ambientales y sociales que brindan los bosques nativos.
–La persistencia de la deforestación ilegal: aunque la Ley de Bosques Nativos propició una baja progresiva en la tasa anual de deforestación en nuestro país, el 50% de la deforestación en 2018 se produjo en zonas protegidas. Esto significa que los bosques nativos son víctimas de prácticas ilegales, que se aprovechan de los bajos niveles de control y fiscalización existentes, además de la existencia de sanciones insuficientes para quienes violan la ley.
-Escasez de Planes de Manejo, Conservación y Formulación: todavía son muy pocos, y es muy baja la superficie de bosques nativos cubierta por estos planes. Además, son de difícil acceso para los sectores más relegados y vulnerables, como son los pueblos originarios y campesinos, que viven y dependen del bosque.
–Avances en la gestión y rendición de fondos: con altibajos, la rendición de fondos por parte de las autoridades locales de aplicación es cada vez más eficiente y transparente.
La Ley de Bosques modificó la situación nacional con respecto a la protección de bosques nativos y visibilizó la problemática y la importancia de su conservación. Además, contribuyó a disminuir la tasa anual de deforestación en nuestro país, aunque su efectiva implementación es todavía una tarea pendiente.
En lo que va de 2020, la deforestación avanzó más que en el mismo período del año último, destruyendo 38.852 hectáreas de bosques nativos en el norte de nuestro país: Santiago del Estero (15.157 hectáreas deforestadas), Salta (9.241 hectáreas), Formosa (8.842 hectáreas), y Chaco (5.612 hectáreas), según Greenpeace Argentina.
Los incendios en el Delta: ¿qué está ocurriendo?
Los humedales son zonas en las que el agua se encuentra sobre la superficie, o muy cerca de ella, generando ecosistemas únicos, de gran riqueza y biodiversidad. Sin embargo, en muchos lugares son atacados mediante incendios para favorecer su explotación económica.
Natalia Morandeira, investigadora del Conicet que estudia la dinámica de humedales fluviales, explicó que desde que comenzaron los incendios hace 2 meses estos aumentaron 4 veces, abarcando nuevas zonas de las islas del Delta del Paraná. Los afectados, además de la fauna y flora del lugar, son los isleños e isleñas que, como pueden, intentan apagar el fuego. Estas quemas vienen aparejadas con la sequía en la zona, que agrava la situación.
En nuestro país, la Ley 26.815 establece la creación de un Sistema Federal de Manejo del Fuego con el objetivo principal de proteger el medio ambiente, a la población en general y a las personas afectadas ante el daño generado por los incendios. Morandeira informa que, a pesar de la intervención del Ministerio de Ambiente y de las denuncias penales realizadas por las autoridades nacionales, aún no se conoce quiénes fueron los responsables de causar esta catástrofe ambiental.
Los humedales -como se dijo- son ambientes terrestres que están inundados de agua de manera permanente o temporal, y brindan servicios ecosistémicos muy importantes como ser repositorios de agua dulce, retener la lluvia evitando inundaciones, constituir hábitats para muchas especies de fauna y flora -muchas de ellas únicas del lugar-, y proveer medios de vida para los pobladores.
En la Argentina existen varios proyectos para proteger estos ambientes, compromiso exigido por la Convención de Ramsar, que es un tratado internacional que ofrece el marco para la conservación y el uso racional de los humedales y sus recursos. Sin embargo, todavía no ha sido aprobada una ley de humedales que cumpla con ese compromiso.
* Este informe contó con la colaboración de Fundación Vida Silvestre y Greenpeace Argentina.
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Fecha de publicación original: 14/08/2020
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