Reforma Judicial: ¿como en el Tercer Reich?
Los dichos
“¿Qué hay más oscuro que estas semejanzas entre lo que pretende el kirchnerismo y las experiencias históricas dictatoriales?”, se preguntó Eduardo Amadeo (Frente Peronista) en una columna publicada en Infobae. Allí, el diputado nacional comparó la reforma del Poder Judicial impulsada por la presidenta Cristina Fernández con el funcionamiento de ese poder bajo el régimen nazi.
Amadeo citó una frase de Hans Frank, principal jurista del Tercer Reich: “No existe ninguna independencia de la ley respecto al nacionalsocialismo. En cada decisión que adopten, díganse a sí mismos: ¿cómo actuaría el Führer en mi lugar?”. Ese concepto de cómo debía ser la actuación de los jueces nazis, según Amadeo, es el que ahora guía a la Presidenta en “la politización de la Justicia”.
Los hechos
Adolf Hitler asumió como canciller en 1933, y a los pocos años logró que la única fuente estatal de poder fuera su persona. Disolvió el Poder Legislativo, estableció un sistema de partido único y produjo la alineación del Poder Judicial (todas las asociaciones relacionadas con la administración de justicia se fusionaron en la Liga Nacionalsocialista de Juristas Alemanes).
“Demoledor para el sistema de justicia heredado de Weimar fue la creación del ‘Tribunal del Pueblo’, una especie de Justicia paralela que se regía con total arbitrariedad y que en pocos años desplazó a los juzgados penales de casi toda su esfera de actuación”, detalla el juez federal y consejero académico del Museo del Holocausto de Buenos Aires, Daniel Rafecas, en su artículo “El derecho penal frente al Holocausto”.
Hitler desde siempre odió a los juristas (ver “Los orígenes del totalitarismo”, de Hannah Arendt). A pesar de ello, los utilizó y contó con su legitimación para reformar la ley, que posibilitó el proceso de compresión de libertades y derechos que derivó en la Shoá.
La Corte Popular, bajo el mandato de Roland Freisler, “condenó a decenas de miles de personas por ser ‘despreciables’ y miles de personas más a la muerte por ‘traición al pueblo’”. Así se desprende de un artículo del Museo de la Memoria del Holocausto de los Estados Unidos.
Este tipo de condenas fue posible gracias a leyes que modificaron el Código Penal. Algunos ejemplos son la “Ley sobre el delincuente habitual peligroso” (se aplicó a más de 17 mil personas entre 1934 y 1944 que fueron enviadas a campos de concentración) y la “cláusula aria” de la Ley del Servicio Civil, que obligó a la expulsión de jueces, abogados y profesores universitarios judíos de sus actividades.
En 1935, otra reforma del Código Penal alemán ordenó a los jueces que “el sentimiento popular sano” los guiara en sus decisiones. Y meses después se dieron a conocer las leyes racistas de Nüremberg, que marginaban a los judíos a través de la prohibición de matrimonios mixtos o relaciones sexuales entre judíos y no judíos.
Esto llevó a que “las cortes juzgaran que el intercambio sexual no tenía porqué llegar a consumarse para desatar las previsiones criminales de la ley”, menciona el historiador austríaco Raúl Hilberg en su libro “Víctimas, victimarios, espectadores. La catástrofe judía 1933-1945”.
Es decir que, en estos casos, “la ley protegía no sólo la sangre sino también el honor, y un alemán, específicamente una mujer alemana, era deshonrada si un judío se le aproximaba o la provocaba sexualmente de cualquier manera”, aclara Hilberg.
Rafecas observa que “estas y otras medidas ampliaban una y otra vez el poder de los aparatos represivos como la GESTAPO o la KRIPO y asfixiaban los espacios de libertades no sólo de las minorías perseguidas (que en 1943 prácticamente desaparecieron físicamente del territorio alemán) sino de todos los habitantes”.
Como conclusión de la actuación de la Justicia durante esa época, el magistrado recuerda: “En Alemania, el número de delitos punibles con la muerte ascendió de tres a cuarenta entre 1939 y 1945, lapso en el cual sólo los tribunales civiles alemanes impusieron alrededor de 15 mil penas de muerte”.
Comentarios
“Entre los que hemos nombrado para que hagan lo que nosotros queremos y los que hacen lo que nosotros queremos para conseguir ser nombrados es una verdadera maravilla: ya no hace falta ni siquiera amenazar ni dar órdenes”
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