¿Hace mal tomar leche después de la infancia?
La relación entre el consumo de distintos tipos de alimentos y sus posibles consecuencias sobre la salud, son un tema recurrente en los medios de comunicación. No tomar leche, o consumir alguno de sus derivados, es uno de los ejes sobre los que se centran muchas de las recomendaciones que apuntan a lograr una dieta “saludable” (ver por ejemplo acá y acá).
Uno de los fundamentos de la crítica es que el consumo de lácteos no es natural: el ser humano es la única especie que ingiere este tipo de alimentos durante la vida adulta. Este argumento no dejaría margen a la discusión, pero difícilmente sea contundente como para decidir la exclusión de los productos lácteos de nuestra dieta.
Otros fundamentos apuntan a que el consumo de este tipo de alimentos aumenta el riesgo de enfermedades como cáncer o diabetes, al mismo tiempo que debilita los huesos con el consecuente riesgo de fracturas.
La evidencia, sin embargo, dice lo contrario. Se han realizado múltiples estudios científicos para conocer el impacto de los lácteos sobre la salud en los que se analizaron pacientes con distintos niveles de consumo diario de lácteos, y se evaluó la posibilidad de que tengan consecuencias negativas. Los resultados de dichos trabajos (ver documento técnico) muestran que no existe una asociación entre el consumo de lácteos y el riesgo de cáncer o de fractura.
Inclusive la posibilidad de padecer cáncer de vejiga, estómago y colon podría reducirse. Tampoco se encontró una asociación con enfermedad cardiovascular, accidente cerebrovascular, diabetes o hipertensión arterial. Los resultados de siete estudios observacionales sugieren que el único riesgo que podría existir es un sutil aumento en el riesgo de enfermedad de Parkinson (cada 100.000 personas que consumen 200 gramos de leche, de 2 a 4 personas más desarrollaran enfermedad de Parkinson en relación a aquellas que no la consumen).
De acuerdo con lo expuesto, la evidencia no muestra la existencia de una asociación entre el consumo de lácteos y efectos negativos sobre la salud. A pesar de que podría existir un sutil aumento en el riesgo de enfermedad de Parkinson también podrían existir beneficios que contrarrestarían ese riesgo.
Acá puede verse el documento técnico con los cuadros comparativos. Este chequeo fue realizado de acuerdo a la metodología de Chequeado Ciencia.
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