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Es falso que un estudio científico haya demostrado la efectividad del dióxido de cloro contra la COVID-19

Si tenés sólo unos segundos, leé estas líneas:
  • Circula a través de WhatsApp y por redes sociales un mensaje viral que asegura que “se publicó un estudio científico (revisado por pares) que por fin demuestra que el dióxido de cloro cura la COVID en el 100% de los casos”.
  • El estudio en cuestión no demuestra que esta sustancia cure el coronavirus, tiene severas deficiencias metodológicas y no fue publicado en una revista científica con revisión por pares ni con ningún otro control de calidad sino en una donde se paga para publicar.
  • El dióxido de cloro es una sustancia tóxica y no es un medicamento eficaz contra la COVID-19 y otras enfermedades, advierten tanto la ANMAT como la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Circula a través de WhatsApp y redes sociales un mensaje viral que asegura: “Se acaba de publicar hace unas horas en una revista científica de Estados Unidos el estudio científico (revisado por pares) que por fin demuestra que el dióxido de cloro cura la COVID en el 100% de los casos. Ya es, por tanto, información oficialmente válida. Es innecesario a partir de ahora [hablar de] ningún tipo de medicamento alternativo o ‘inyección experimental’”. El mensaje es acompañado por un link a una publicación aparentemente científica.

Sin embargo, esto es falso. Y refleja una estrategia deliberada de vestir con ropas de la ciencia una intervención potencialmente riesgosa. El estudio en cuestión no demuestra que esta sustancia cure la COVID-19, tiene severas deficiencias metodológicas y no fue publicado en una revista científica con revisión por pares ni con ningún otro control de calidad sino en una donde se paga para publicar.

Además, el dióxido de cloro puede ser tóxico y no es un medicamento eficaz contra la COVID-19 y otras enfermedades, como advirtieron -entre otras autoridades sanitarias- la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) y la Organización Panamericana de la de la Salud (OPS) (ver acá y acá), y Chequeado explicó en numerosas ocasiones (ver acá, acá y acá).

El mensaje llegó en reiteradas oportunidades al WhatsApp de este medio (+54 9 11 3679-0690) y también fue compartido en Facebook más de mil veces, según datos de la propia red social.

Lenguaje peculiar, plagios y filiaciones dudosas

El trabajo en cuestión, titulado “Determinación de la eficacia del dióxido de cloro en el tratamiento de COVID 19”, fue publicado en la edición de marzo de la revista Journal of Molecular and Genetic Medicine. Con ese nombre, fácilmente se podría creer que se trata de una revista seria donde el contenido se ajusta a los cánones que impone la comunicación de trabajos de investigación. Pero no.

Esta revista está editada por Hilaris, una compañía con sede en Bélgica cuyas publicaciones de acceso abierto se encuentran en listados de presuntas revistas “depredadoras” o predatory journals: algo así como revistas impostoras, donde, a cambio de honorarios pagados por los autores (en este caso, entre 919 y 1.790 euros) se publica cualquier manuscrito sin pasar por la prometida revisión por pares ni ningún otro control de calidad. Es, así, el espacio ideal para maquillar falacias o pseudociencias.

El lenguaje que utiliza el resumen y el cuerpo del trabajo es bastante peculiar: adopta la retórica de la ciencia en la forma, pero, a su vez, se detiene en explicaciones innecesarias para personas con formación (como acompañar el verbo “oxidar” con la expresión “quemar” o aclarar que “patógenos” son “gérmenes dañinos”).

En una parte introductoria de revisión de la literatura sobre la química y supuestos mecanismos de acción del dióxido de cloro, existen conceptos técnicos erróneos (por ejemplo, se describe la molécula como un ácido o se mencionan “enlaces de 3 electrones”); palabras “difíciles” que no existen (como “aparamagnético”); referencias bibliográficas extrañas para un trabajo científico (como la web de una empresa de potabilización de agua) o un exceso de autorreferencias; afirmaciones confusas (como “los anticuerpos monoclonales publicados contra SARS-CoV-2 no son efectivos contra SARS-CoV-2”); y alusiones vagas a un supuesto estudio conjunto con un doctor en Biología molecular de la Universidad de Tsukuba, Japón, a quien no se menciona ni referencia.

Por otra parte, tal como advirtió en un hilo de Twitter el usuario @Vsienco, cuya identidad real no se conoce, el artículo incluye párrafos plagiados de la página web de Andreas Kalcker, el autodenominado científico alemán que promueve el uso de esta sustancia y a quien los autores describen en los agradecimientos como “un faro de sabiduría nacido del corazón”. Chequeado ya verificó en otras oportunidades desinformaciones difundidas por Kalcker a través de videos.

Todo indicaría que nadie fuera de los autores revisó el artículo y que, si alguien lo hizo, fue de manera muy superficial”, explicó a este medio el médico toxicólogo Sergio Saracco, titular de la Cátedra de Toxicología en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Mendoza y presidente de la Asociación Toxicológica Argentina. “Hay muchos errores e inconsistencias. Muchas afirmaciones que desde el punto de vista académico no resisten el menor análisis”, agregó.

Las filiaciones de los autores también son dudosas. El primer autor, Eduardo Insignares-Carrione, es un “especialista en patología y medicina energética” colombiano que creó la Fundación Génesis, una organización que ofrece un diplomado en terapias integrativas, medicina holontológica (sic) y eneagrama, se presenta en el artículo como “director de investigaciones globales” del Liechtensteiner Verein für Wissenschaft und Gesundhei o LVWG (Asociación de Liechtenstein para la Ciencia en la Salud en alemán), en Liechtenstein.

La LVWG es el nombre de fantasía de una asociación creada por Kalcker a comienzos de 2020, que ofrece membresías desde 369 francos suizos (algo así como 335 euros) y que dice promover difusas investigaciones con oxidantes de alta pureza para una infinidad de enfermedades.

Pero también hay errores geográficos que denotan que nadie se tomó el trabajo de revisar el texto y que llaman a desconfiar de todo lo publicado. Liechtenstein está mencionado como perteneciente a Suiza, aunque el principado es independiente de su país vecino. Y 4 de los 7 autores presentan como filiación “La Paz, Bolivia, España”.

El impacto del dióxido de cloro sobre los casos en Bolivia

Un tanto fuera de contexto, teniendo en cuenta que se debería tratar de una publicación científica, los autores indican en otra parte del trabajo que “las estadísticas de Bolivia, donde el uso del dióxido de cloro solubilizado en agua para la prevención y tratamiento de COVID-19 fue aprobado por ley a principios de agosto de 2020, demuestran una marcada reducción de casos y muertes en ese país”.

Esta declaración está acompañada de un análisis “sui generis” de las curvas de casos que no explican de ninguna manera una causalidad (ni siquiera una probable correlación) entre la incidencia y las muertes y la toma de dióxido de cloro.

El médico Juan Saavedra, profesor titular de Infectología en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, y ex presidente de la Sociedad Boliviana de Infectología, dijo a Chequeado que “es falso que el curso de la epidemia (en Bolivia) haya estado relacionado con el consumo de dióxido de cloro”. Y atribuye los repuntes y fluctuaciones a “fallas en el manejo de la pandemia desde la vigilancia del gobierno hasta las conductas ciudadanas”.

Por el contrario, la indicación de esta sustancia como medicamento generó un daño en el control de la enfermedad. “La ingestión de dióxido de cloro fue un factor que hizo que la gente retardara la búsqueda de atención médica por confiarse en sus propiedades mágicas”, sostuvo Saavedra.

Y eso sin contar los posibles efectos tóxicos directos. En un trabajo enviado a publicación a una revista toxicológica con revisión por pares, Saracco y colegas recopilaron 56 casos de pacientes intoxicados con dióxido de cloro o clorito de sodio registrados entre el 15 de marzo al 30 de septiembre de 2020 por centros de intoxicaciones de 8 países de Latinoamérica.

El dióxido de cloro es un excelente antiséptico de superficie por su acción oxidante, pero no sirve cuando el virus está adentro de las células. Es como pretender usar al fuego como viricida. Si quiero destruir al virus dentro del cuerpo, hay que usar dosis que van a causar daño”, resume Saracco a Chequeado.

Un estudio con “severas limitaciones metodológicas”

Luego de la confusa introducción, los autores avanzan en lo que llaman la parte “cuasi-experimental” con un supuesto estudio de fase IIa. Indican que el trabajo tiene un carácter “multicéntrico internacional con el fin de tener una recolección más rápida de la muestra”. Pero la calidad no mejora. Trabajaron con apenas 40 participantes enfermos con COVID-19: 21 pacientes de Bolivia, 4 de Perú, 12 de Ecuador y 3 de México y los distribuyeron en 2 grupos de 20 sin doble ciego (es decir, tanto investigadores como pacientes conocían quiénes recibían dióxido de cloro), sin conocer el grado de avance de la enfermedad en cada caso, sin balance por género, edad o país de residencia.

Ignorando las características basales de la población (comorbilidades), uno de los grupos recibió dióxido de cloro (diluciones de una solución original de 3000 ppm, que deben ingerirse de una manera particular, sin dar el por qué de la dosis) y el otro (“control”) recibió ibuprofeno, antibióticos, antihistamínicos y corticoesteroides. La evolución de ambos grupos fue evaluada en el tiempo, pero el grupo control se olvidó a mitad de camino y sólo se presentan resultados y seguimiento de los medicados con dióxido de cloro. A la hora de representar los datos, toman figuras de otras publicaciones y sacan conclusiones aventuradas y estadísticamente cuestionables.

El hecho de que tanto los médicos como los pacientes supieran quiénes recibían dióxido de cloro y quiénes no, y que la distribución de los participantes en ambos grupos no fuera al azar, representa una fuente muy grande de sesgo, explicó Saracco. “Si yo quiero mostrar que algo funciona, elijo para recibir la intervención a los pacientes más jóvenes y con menos comorbilidades”, sostuvo.

Finalmente, los autores recomiendan “realizar estudios aleatorizados doble ciego y profundizar en estudios de seguridad toxicológica y eficacia terapéutica del dióxido de cloro en patologías de impacto epidemiológico en un futuro próximo”. Dicho en otras palabras: reconocen que habría que hacer un verdadero estudio científico, aun cuando no vacilan en asegurar en las conclusiones que “el dióxido de cloro es un tratamiento efectivo para COVID-19”. Sin usar el potencial ni otra señal de cautela.

El médico de familia y doctor en Salud Pública Agustín Ciapponi, director del Centro Cochrane Argentina en el Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS) e investigador principal de Conicet, sometió el estudio a la evaluación de riesgo de sesgo mediante el método Cochrane, considerado de referencia en la valoración independiente de la calidad de la evidencia. Las conclusiones de Ciapponi son contundentes: “El estudio adolece de severas limitaciones metodológicas que no afectan el cuerpo de la evidencia vigente en contra del uso del dióxido de cloro”.

Chequeado envió por email preguntas sobre el estudio a Insignares-Carrione, pero a la fecha de publicación de esta nota no se habían recibido respuestas.

Si querés estar mejor informado sobre la pandemia, entrá al Especial Coronavirus.

Fecha de publicación original: 20/04/2021

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Comentarios

  • Takara Reyes Victor Enrique20 de abril de 2021 a las 12:05 pmQue bueno que se esté chequeando estas publicaciones,me gustaría que ver más publicaciones de cómo llevar tratamiento en casa porque no se puede acceder a atención en hospitales por el colapsó de estos muchas gracias por la información.
  • José Luis22 de abril de 2021 a las 8:31 amCuál es la responsabilidad jurídica de los medios o los comunicadores cuando difunden este tipo de notas sin el debido respaldo q autorice lo dicho ?
  • Fernando Mendoza Vázquez4 de mayo de 2021 a las 7:18 pmmuy buen trabajo. El mejor antídoto contra el virus desinformativo es éste precisamente. La información de calidad, contrastante y orientadora.VÁLIDADS Y POR ENDE V´´alida. Apelando a la razón y no a las emociones ni a la visceralidad histriónica. FELICIDADES ¡¡¡¡ Por tan buen trabajo
  • Hispania1 de junio de 2021 a las 1:28 pmmirá que bien
  • Cristina N2 de junio de 2021 a las 9:13 pmGracias por este análisis y todos los que hacen. Es mi mejor herramienta para combatir las miles de cadenas que llegan a mis padres.
  • Manuel A8 de junio de 2021 a las 11:51 amEl journal no aparece en Beall's list (presuntas revistas depredadoras) como dicen aquí. Revisen bien sus comentarios para que no caigan en errores y pierdan credibilidad.
  • E.Jose Ccahuana29 de junio de 2021 a las 12:58 amSi está considerada como presunta depredadora, debido a que la editorial que publica dicha revista (HILARIS) aparece en la BEALL'S LIST.

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