Es falso que las vacunas contra el coronavirus causan abortos espontáneos
- Circula en Telegram un posteo viral que asegura que las vacunas contra la COVID-19 “causaron 416.186 abortos espontáneos en los Estados Unidos”.
- Sin embargo, esta afirmación es falsa. El análisis realizado es “confuso, utiliza datos indirectos y no permite concluir lo que plantea”. Además, el reporte de supuestos efectos adversos no implica necesariamente que haya una relación de causalidad con la administración de la vacuna.
- La evidencia científica muestra que no hay ningún aumento del riesgo de aborto espontáneo con la inmunización contra la COVID-19. Tanto la OMS, como el Ministerio de Salud de la Nación y diferentes sociedades científicas recomiendan la vacunación a embarazadas.
Circula en Telegram un posteo viral que asegura que las vacunas contra la COVID-19 “causaron 416.186 abortos espontáneos en los Estados Unidos”. El posteo -que cuenta con más de 10 mil interacciones en Telegram- remite a un artículo publicado en el portal “Tierra Pura”, un sitio que ya ha difundido desinformaciones en torno a la pandemia del coronavirus que fueron verificadas anteriormente por Chequeado (ver acá, acá y acá).
El artículo en cuestión cita un supuesto análisis realizado a finales de enero último por Jessica Rose, una doctora en biología computacional que fue investigadora posdoctoral en el Technion de Israel, publicado en su blog. Allí afirma que “el número real de abortos espontáneos potencialmente atribuibles a las vacunas contra COVID-19 superó los 400 mil en Estados Unidos, una cifra 118 veces mayor a la notificada”.
Sin embargo, esto es falso. El análisis realizado es “confuso, antojadizo, utiliza datos indirectos y no permite concluir lo que plantea”, según diversos expertos consultados por Chequeado. Además, la evidencia científica muestra que no hay ningún aumento del riesgo de aborto espontáneo tras la administración de la vacuna contra la COVID-19. Tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS), como el Ministerio de Salud de la Nación y diferentes sociedades científicas recomiendan la vacunación a las embarazadas.
El “estudio”
Rose, quien se presenta en su blog como “disidente” y está relacionada con un grupo crítico de las vacunas y de la respuesta a la COVID-19, hizo su estimación a partir de analizar la Base de Datos de Epidemiología Médica de Defensa (DMED) de los Estados Unidos, que registra diagnósticos codificados en una población cerrada del personal del Ministerio de Defensa, que en 2020 incluía 226.417 mujeres alistadas y activas.
Sin embargo, una primera observación es que Rose admite que no tuvo acceso directo a los datos, sino que se basó en el testimonio de Thomas Renz, un abogado de Ohio que levantó su perfil a partir de litigaciones y declaraciones en los medios contra las vacunas y el mandato de barbijos o confinamientos, según The Washington Post. Renz declaró en una audiencia del Senado convocada por Ron Johnson, un senador por Wisconsin que en otras ocasiones ha promovido la desinformación sobre vacunas, según verificó PolitiFact.
De acuerdo con Rose, los abortos espontáneos en esa población promediaron 1.499 por año durante los últimos 5 años (2016-2020), lo que significa una tasa de 662/100.000 mujeres. Acto seguido, Rose construyó otra tasa relacionando los 3.527 abortos espontáneos reportados al Sistema de Notificación de Reacciones Adversas a las Vacunas (VAERS) de los Estados Unidos durante 2021 con las 63.384.802 mujeres en edad fértil que recibieron al menos una dosis de la vacuna durante ese año, lo que da una incidencia de 5,6/100.000 mujeres.
Comparando ambas tasas, Rose calcula un “factor de subreporte” (URF, por sus siglas en inglés) al VAERS de 118; esto es, el cociente de 662 y 5,6. Y por eso concluye que, en realidad, ocurrieron 416.186 abortos espontáneos asociados a las vacunas que deberían haber sido reportados al VAERS, esto es, el producto de 3.527 por 118.
Pero el cálculo es “confuso, antojadizo”, dijo a Chequeado Gabriela Vázquez-Benítez, una bioestadística doctorada en epidemiología que investiga la seguridad de las vacunas en Health Partners Institute, en Minnesota, Estados Unidos.
Por un lado, apuntó Vázquez, para manejar los diagnósticos del DMED como insumo para cálculos, sería necesario “limpiar” los datos, porque muchas veces los diagnósticos se codifican múltiples veces durante el embarazo, o se observan en poblaciones fuera de edad reproductiva. Además de que se ignora si las mujeres de esa base fueron inoculadas o no con la vacuna o cuál fue la eventual relación temporal entre la vacunación y el diagnóstico de aborto, porque no hubo acceso a los registros médicos.
“Se hacen muchas especulaciones. Pero hablar de números de diagnóstico no sirve de mucho si no conoces cuál es la población y si no sabes si se vacunaron o no. Tenemos que ser muy cuidadosos de reportar nuestros hallazgos con diseños epidemiológicos que puedan responder la pregunta de investigación, como incluir un grupo control”, destacó Vázquez.
“El dudoso diseño de la investigación y el uso de datos indirectos hace que la certeza de la evidencia sea muy baja. No permite de ninguna manera establecer una asociación y menos aún causalidad por las vacunas COVID-19”, afirmó a Chequeado Agustín Ciapponi, médico de familia y doctor en salud pública que dirige el Centro Cochrane del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS), en Buenos Aires. Más allá del blog, el cálculo o estimación no fue publicado en una revista científica con revisión por pares.
El trabajo de Rose “hace mención a un relevamiento de datos de una base de las fuerzas armadas con códigos diagnósticos cuyo análisis no está especificado como para asumir las conclusiones que plantean”, coincidió Miriam Salvo, médica tocoginecóloga que dirige la Escuela de Posgrado de la Sociedad Argentina de Ginecología Infanto Juvenil.
Por otra parte, vale la pena recordar que un reporte de supuesto evento adverso relevante al VAERS o cualquier sistema de farmacovigilancia no implica necesariamente que haya una relación de causalidad con la administración de la vacuna, dado que las causas para los abortos espontáneos son múltiples y se han producido a lo largo de la historia desde antes de que existieran las vacunas.
Lo que dice la evidencia científica
Diferentes equipos de científicos han estudiado la seguridad general de las vacunas contra COVID-19 durante el embarazo utilizando distintas metodologías, y no han encontrado ninguna señal de preocupación, incluyendo una eventual vinculación con abortos espontáneos.
“El conjunto de evidencias respalda las actuales recomendaciones de la OMS de vacunar personas embarazadas ya que los riesgos son mínimos o nulos y las ventajas, muchas en este grupo vulnerable”, señaló Ciapponi, quien ha liderado o participado de estudios (algunos en fase de publicación) sobre la seguridad en esa población de las vacunas contra COVID-19 y de sus componentes y plataformas.
Algunos estudios en países como Israel, Estados Unidos y Noruega (ver acá, acá, acá y acá) abordaron de manera específica el posible efecto de la exposición a vacunas contra COVID-19 y el riesgo de abortos espontáneos, tratando de controlar con registros históricos, mujeres embarazadas no vacunadas o mujeres que no tuvieron interrupción de la gestación.
Ninguno de los estudios es perfecto, por ejemplo, “la limitación más grande es que no se sabe la edad gestacional”, comenta Vázquez, quien fue coautora de uno de los estudios publicados en la revista de la Asociación Médica Americana (JAMA, por sus siglas en inglés). Pero, en el conjunto, los resultados ofrecen una pintura coherente: no se observa ningún aumento del riesgo con la inmunización. Si los efectos hubieran sido tan dramáticos como denuncia Rose, es imposible o muy difícil imaginar que pudieran haber pasado inadvertidos.
“El porcentaje de abortos ocurridos en las cohortes estudiadas se encuentra en el mismo rango de la posibilidad de aborto que en la población general”, explicó Salvo a Chequeado y agregó: “Hasta el momento no existiría contraindicaciones para recibir la vacuna ni durante el embarazo ni durante su búsqueda”.
Teniendo en cuenta la evidencia, tanto las sociedades científicas nacionales como internacionales y el Ministerio de Salud de la Nación recomiendan (ver acá, acá y acá) la vacunación contra COVID-19 en cualquier momento del embarazo, ya que las complicaciones de la enfermedad dan como resultado un mayor riesgo, tanto para la madre como para el bebé por nacer.
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