Un mito de la cabeza
Ni más ni menos que el actual, porque los seres humanos no tienen regiones “apagadas” en sus cerebros, por más que la cienciología y algunos pseudocientíficos insistan con la vieja historia de que sólo se usa el 10 por ciento de la capacidad cerebral. ¿O acaso quienes sufren daños cerebrales son las personas que tienen la enorme mala suerte de padecer una lesión en esa mínima porción activa cuando hay tanto espacio inútil en ese órgano?
El mito según el cual sólo se usa el 10 por ciento del cerebro tiene todos los condimentos de una falacia pensada al detalle. Sus propaladores inventaron una falsa declaración de Albert Einstein avalando la teoría, venden millones de libros de autoayuda que supuestamente enseñan a desarrollar el 90 por ciento ocioso y montan espectáculos donde demuestran que hacer trabajar esa zona sin uso puede servir, por ejemplo, para doblar cucharas mirándolas con intensidad.
Ejemplo de esto es Uri Geller, un mediático “psíquico” israelí que desde la década de 1970 se hizo famoso por el truco de doblegar cucharas y llaves gracias al supuesto uso de zonas habitualmente dormidas del cerebro. En su libro El poder mental de Uri Geller sostuvo: “La mayoría de nosotros sólo usamos, como mucho, un 10 por ciento de nuestros cerebros. El otro 90 está repleto de habilidades potenciales no exploradas y desconocidas. Lo que significa que nuestras mentes están operando de forma muy limitada en lugar de a su máximo rendimiento. Creo que una vez tuvimos completo control sobre nuestras mentes. Lo tuvimos de cara a la supervivencia, pero como nuestro mundo se ha hecho más sofisticado y complejo hemos olvidado muchas de las habilidades que un día tuvimos”. Una interesante teoría: cuanto más avanza el conocimiento, menos se usa el cerebro. Otra conclusión posible es que cuanto más se utiliza el cerebro es mayor la posibilidad de poder doblar cucharas mirándolas fijamente.
El origen del mito no está claro. El investigador Barry Beyerstein, del Laboratorio de Comportamiento Cerebral de la Universidad Simon Fraser, en British Columbia, lo ha rastreado hasta principios del siglo XX. El punto de partida sería una interpretación del pensamiento del filósofo norteamericano William James, quien en 1908 escribió: “Estamos usando sólo una pequeña parte de nuestras capacidades mentales y físicas”. La idea se popularizó y con el tiempo se le agregó la precisión del porcentaje, que la hizo más creíble.
El periodista Lowell Thomas ayudó al equívoco al escribir en 1936, en el prefacio de Como ganar amigos e influir sobre las personas, de Dale Carnegie, la estadística insustentable del 10 por ciento útil. El libro lleva vendidos 20 millones de ejemplares, una cifra sólo superada por la Biblia, y sirvió para popularizar la idea del cerebro de funcionamiento limitado.
Otros autores tomaron la posta y crearon cursos para aprender a activar la capacidad de esa parte del cerebro supuestamente dormida. El estadounidense Craig Karges hizo fortuna con este mito. Karges da conferencias por el mundo y vende un programa llamado Margen intuitivo, destinado a desarrollar supuestas habilidades síquicas naturales, como la telepatía, la precognición y la telequinesia. Allí explica cómo aprovechar los poderes intuitivos latentes en ese 90% del cerebro que, asegura, no se emplea.
La evidencia científica indica que todas las regiones del cerebro están activas durante la vida de un ser humano, y no hay ninguna evidencia de que existan regiones apagadasesperando ser explotadas. Lo que no se puede probar aún es que toda la potencialidad del cerebro se despliegue en la vida cotidiana de una persona. Hay momentos de baja actividad mental donde se puede utilizar un bajo porcentaje, pero, a lo largo de la vida, el cerebro se usa completo. Sin embargo, algunos movimientos pseudocientíficos como el culto denominado “cienciología” siguen utilizando el mito del cerebro desperdiciado para ganar adeptos en pleno siglo XXI.
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