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Esta nota tiene más de un año

Rompemos los mitos del verano: alimentación, deporte y la ciencia del buen humor

Si tenés sólo unos segundos, leé estas líneas:
  • Que no te podes meter a la pileta después de comer, que el ajo espanta a los mosquitos o que los vegetales crudos son más saludables.
  • El verano está repleto de mitos y en esta nota de Info de la Buena los vamos a derribar.
  • Además, instrucciones para pasarlo bien en las Fiestas y claves para envolver los regalos.

Llegó el verano y vas a ver un montón de info medio “floja de papeles”: que no te podes meter a la pileta después de comer, que correr con un buzo te hace quemar grasas más rápido, que el ajo espanta los mosquitos o que una cerveza helada te refresca mejor y te saca la sed. Pero no te preocupes: para enfrentar al calor con refrescantes verdades científicas, acá tenés #InfoDeLaBuena.

Primero lo primero: instrucciones para pasarla bien en las fiestas

Todos estamos cargados de sesgos cognitivos. ¿Qué son? Formas de pensar que orientan nuestro razonamiento de una manera y que muchas veces no nos dejan pensar de otra distinta. Por ejemplo: en general nos juntamos, seguimos, leemos y escuchamos a personas que piensan más o menos lo mismo que nosotros. Así, nos convencemos de que tooodo el mundo opina lo mismo. El problema surge cuando nos encontramos con personas que no piensan lo mismo, como por ejemplo, durante las fiestas de fin de año. 

Ahí aparecen el tío Juancito, la tía María, tu mamá que te preguntá cuándo la vas a hacer abuela y tu papá que te pregunta de qué vas a trabajar cuando termines esa carrera que a él mucho no le gusta. Después de tomarse unas copas y comer un poco de lengua a la vinagreta la charla se pone áspera: legalización del aborto, consumo de marihuana y quién hace el mejor vitel toné de la familia. ¿Conviene meterse en esa discusión? ¿Cómo lo hacés?

Primero, recordá que en toda discusión no solamente estás debatiendo contenido; sobre todo sentimos que estamos poniendo en juego nuestra propia imagen. Por eso cualquier pavada se vuelve importantísima: porque cuando decís que la astrología te parece una tontería, le estás diciendo al otro que es tonto. En consecuencia, es muy importante que en la discusión valoremos el lugar, las ideas y los valores de la otra persona si queremos persuadirla en una discusión. 

Una clave, en este mismo sentido, es compartir experiencias personales e invitar a que la otra persona también lo haga. También lo es la aceptación social: a veces es conveniente aliarnos con otras personas en una discusión, aunque no pensemos exactamente igual, para de ese modo generar mayor presión y que el interlocutor comience a dudar de su propia opinión. Recordá siempre esto: más que conceptos abstractos e información, en las discusiones ponemos en juego valores, afectos y nuestra propia subjetividad.

A veces, sin embargo, descubrimos que no hay persuasión posible; que pensamos tan diferente que parece que vivimos en mundos paralelos. Un poco es así: cada persona tiene un “marco cognitivo”, una imagen de cómo funciona el mundo y quienes viven en él. Si tu marco y el mío son muy diferentes, no nos vamos a poner de acuerdo por más que discutamos hasta el año que viene. 

Por ejemplo, si A piensa que el calentamiento global es una realidad que hay que cambiar urgente y B cree que es un invento de los medios, no vamos a poder ponernos de acuerdo de ningún modo. ¿Cuál es la solución? Reenmarcar el debate: proponer un marco diferente, por ejemplo, la experiencia de la otra persona sobre cómo se achicaron los glaciares, o cómo hace más calor que cuando era chico. De esa manera, al plantear un terreno distinto, es posible que encontremos algunos puntos en común, aunque no sea un marco compartido.

Ahora sí, llega la hora de los regalos, y vos mirás la cara de decepción que pone tu sobrina cuando abre el regalo carísimo que le compraste en 30 cuotas. ¿Cómo que no le gusta? ¡Y en cambio le encantó esa gorra horrible que le regaló el otro tío! La clave puede estar en cómo están envueltos los regalos. Sí: un equipo analizó cómo se relaciona el envoltorio de un regalo con la alegría o decepción de quien lo recibe. 

Parece que un paquete llamativo, envuelto muy prolijo y con mucha onda genera expectativas muy altas, y entonces es muy difícil que el regalo esté a la altura de esas expectativas. En cambio, un paquete envuelto más o menos, con un papel así nomás, genera bajas expectativas, y entonces es más probable que quien lo recibe se sorprenda para bien. Hicieron varios experimentos. El mismo regalo, por ejemplo unos auriculares comunes, fue recibido como algo genial o como un “meh” según cómo estuviera envuelto. 

Una excepción a este fenómeno es si quien te hace un regalo es un amigo o solamente un conocido. Si el regalo te lo hace un conocido, el regalo envuelto con mucha onda se recibe todavía mejor: es como si la onda del envoltorio se contagiara al objeto. ¿La conclusión práctica? Los regalos para tus amigos y familiares se pueden envolver así nomás, para que sean más valorados. A los regalos para tus compañeros de trabajo y conocidos, en cambio, aunque sean una baratija, poneles toda la onda, que los van a valorar más.

Ahora a moverse: algunos mitos sobre el deporte

A veces esperamos que llegue el verano para empezar a hacer actividad física al aire libre: el día empieza más temprano, bajan las presiones del trabajo o el estudio, y podemos salir a correr o hacer algún deporte. Siempre conviene hacer deporte en cualquier intensidad: es mejor hacer algo que no hacer nada.

Por ejemplo, en un estudio de hace ya unos cuantos años, un grupo de personas sedentarias con signos iniciales de hipertensión comenzó a hacer natación. La natación es una alternativa ideal a otros deportes, como correr o andar en bicicleta, para personas con obesidad, traumas ortopédicos o asma. La investigación mostró que la práctica habitual de natación disminuyó la presión arterial, incluso en reposo. Y decime si hay algún deporte más veraniego que nadar.

Además, está comprobado que la actividad física disminuye la mortalidad derivada de problemas del corazón. Un estudio publicado en 2021 muestra que la actividad física moderada o intensa disminuye la probabilidad de mortalidad en personas de mediana edad con cardiopatías, especialmente por causas cardiovasculares.

Pero hay un mito muy peligroso: “si transpiro mucho voy a bajar de peso”. Muchas veces vemos personas que se ponen un buzo en pleno verano para salir a correr bajo el sol, pensando que así van a bajar de peso. Es verdad, van a perder algunos gramos al volver a sus casas: es el agua que estaba en el cuerpo y que eliminaron por la transpiración. 

Pero esos mismos gramos se van a recuperar en el momento en que vuelvan a hidratarse. Este tipo de prácticas es muy riesgosa: la actividad física intensa en altas temperaturas y la deshidratación han sido identificadas como causa de muerte de algunos deportistas que consideraban, erróneamente, que era una manera rápida de bajar de peso.

Por este motivo, en el verano tenemos que tener agua siempre a mano. ¿Tenés sed? Es el primer signo de que te estás deshidratando.

Me convenciste: ¿me tomo una una cerveza fría para calmar la sed?

Mmm, mejor que no. A veces tenemos la sensación de que tomar alcohol es ideal para refrescarnos y combatir la sed. Claro, al principio puede ser así: una cerveza bien fría baja la temperatura corporal y disminuye momentáneamente la sensación de sed. Pero enseguida volvemos a sentirnos sedientos, todavía más que antes. ¿Por qué? Porque el contenido de agua de la cerveza nos hidrata, pero su contenido de alcohol nos deshidrata inmediatamente después. 

Entonces, la cerveza después del partido no te hidrata lo suficiente (lo hace significativamente menos que otras bebidas, no alcohólicas). Peor todavía: tu atención, reflejos y capacidad de toma de decisiones se deterioran significativamente con el consumo moderado de alcohol después de realizar una actividad física. ¿Manejar? Olvidate. Parece que, incluso, tomar alcohol después de hacer deporte aumenta las chances de tomar malas decisiones y conducir de manera riesgosa.

¿Significa, entonces, que tenés que renunciar a una birra helada después de tu deporte favorito? Tranqui, no. Significa que primero tenés que rehidratarte con agua o una bebida isotónica, y recién después podés tomarte un trago. De ese modo, los efectos cognitivos del alcohol son menores que si no te hubieras hidratado correctamente.

Yo con eso no tengo problemas. ¡Me tomo un litro diario de jugo de fruta!

El consumo de frutas es excelente, sobre todo en el verano, porque, además de vitaminas, aportan agua al cuerpo. Pero no son lo mismo en todas sus formas: una naranja no tiene el mismo aporte nutricional que el jugo de una naranja. Y, obviamente, no es lo mismo un jugo exprimido que un jugo envasado o saborizado artificialmente. En primer lugar, estos productos suelen incluir azúcar o edulcorantes agregados, que se suman al aporte de azúcar que ya tiene la fruta; por otra parte, la cantidad es mucho mayor: un vaso de jugo de naranja se obtiene de exprimir 3 o 4 frutas. 

Además, al tomar el jugo solo desperdiciamos gran parte del contenido de fibra de la fruta, además de las vitaminas que aportan la cáscara y la pulpa. O sea: tomar jugo de frutas agrega más azúcar a tu organismo que comer frutas enteras. Y si es jugo comprado, con azúcar agregada, mucho más.

¿Es para tanto? ¿Es realmente significativa esta cantidad? Parece que sí. Un equipo de científicos británico analizó bases de datos médicos para ver si existía una relación entre consumo de jugo de frutas, de bebidas azucaradas y diabetes tipo 2. Las conclusiones fueron que el riesgo de contraer la enfermedad aumentaba en un 25% en aquellas personas que tomaban bebidas azucaradas todos los días, y del 5% en quienes tomaban jugo de fruta exprimido. 

Encontraron otro resultado, muy importante: el riesgo bajaba en un 23% en las personas que comían 2 frutas diarias. Según las conclusiones del estudio, entre 2004 y 2014, el consumo de bebidas azucaradas incidió en alrededor de 1.8 millones de muertes en Estados Unidos y 79 mil en el Reino Unido. El jugo exprimido sin agregados, en cambio, parece asociado a una dieta saludable, aunque las personas que lo beben frecuentemente también consumen frutas enteras. 

En resumen: mejor que tomar bebidas azucaradas es tomar jugo exprimido, pero mejor que tomar jugo exprimido es comer la fruta entera.

Tenés razón. Voy a tomar mucha agua y a comer vegetales crudos, que son más saludables

A ver… Esta es complicada…

Los valores nutricionales de los alimentos (proteínas, vitaminas, calorías, etc.) suelen estimarse para la versión cruda. Es decir: podemos analizar los nutrientes de un tomate crudo, pero resulta más difícil hacerlo cuando está cocido. ¿Por qué? Porque el procedimiento de cocción pone en juego otras variables, como el método (asado, hervido, etc.), la intensidad del calor, el tiempo de cocción, etc. Entonces, la cocción excesiva puede destruir vitaminas solubles al agua (como la vitamina C). Sin embargo, también puede hacer que otros nutrientes -como el licopeno de los tomates- se absorban mejor. 

se observó, sin embargo, que las personas que tienen una dieta exclusiva de comida cruda tienen niveles significativamente menores de colesterol “malo” y triglicéridos. Sin embargo, también tienen déficit de vitamina B12 y bajos niveles de colesterol “bueno”. ¿Qué significa esto? Bueno, ya lo sabés: necesitás equilibrar tu dieta, incluyendo vegetales crudos y cocidos.

Esto es especialmente importante para quienes piensen en adoptar una dieta vegetariana, otra decisión que mucha gente toma en el verano. Tiene efectos muy positivos, porque está asociada a menos obesidad, diabetes, enfermedad cardiovascular y cáncer. Sin embargo, tiene un gran problema, porque esta dieta genera deficiencia de vitamina B12. 

Se ha observado que tiene falta de B12 el 62% de las mujeres embarazadas, entre el 25% y 85% de los niños, entre el 21% y el 41% de los adolescentes, y entre el 11% y el 90% de los ancianos. Por suerte no es tan grave: alcanza con un monitoreo nutricional que, en algunos casos, incluye el uso de suplementos vitamínicos.

Bueno, ahora me meto un rato a la pileta. ¿Tengo que esperar 2 horas, no?

Este mito lo venimos heredando desde hace mucho tiempo, y lo sufrimos cuando éramos chicos: “Hay que esperar al menos 2 horas para meterse al agua después de comer. El estómago se puede acalambrar mientras digerís, y te ahogás”.

Es un mito tan extendido que una comisión especial de la Cruz Roja norteamericana hizo una investigación para ver qué evidencia científica había sobre el tema. La buena noticia: ¡ninguna! Al contrario: desde 1960 se hicieron varios estudios que muestran que no hay ningún efecto adverso en nadar después de comer, pero la sabiduría popular a veces no quiere escuchar a la ciencia. 

Sí es posible que, si comiste mucho y hacés un esfuerzo muy grande, te sientas mal y hasta vomites; pero eso es lo mismo si nadás, corrés o jugás al voley. En cualquier caso, la clave es escuchar al propio cuerpo: si ves que te empezás a sentir mal, o comienza a formarse un calambre, alcanza con hacer la plancha un rato hasta que se pase.

¡Qué fiaca! No me dan ganas ni de moverme, mirá que voy a ir hasta el club a meterme a la pileta

Eso puede ser por el calor. Parece que cuando hay temperaturas muy altas, no somos muy sociables. Al contrario, nos cuesta más poner buen humor y ayudar a los demás.

Esto lo comprobaron dos psicólogos en una serie de experimentos diseñados para analizar cómo influye la temperatura ambiente en nuestras actitudes hacia los demás. Para eso invitaron a algunos estudiantes universitarios a una sala con aire acondicionado, y a otros en otra sala que estaba un 15% más calurosa. Mientras estaban ahí, les repartieron unos formularios de una supuesta organización que reunía ayuda para personas desfavorecidas de la comunidad. En la sala más fresca, el 95% de las personas respondió al menos una pregunta. En la más calurosa, en cambio, apenas lo hizo el 64%. 

Esto se comprobó en otros lugares, también. Por ejemplo, en Moscú, Rusia, durante una ola de calor ocurrida en 2010, las ventas de una importante cadena minorista bajaron significativamente, aunque volvieron a sus niveles normales cuando el tiempo volvió a la temperatura habitual. El estudio, que comparó las ventas con encuestas de atención al cliente, observó que la clientela se quejó inusualmente de la mala atención recibida por las y los vendedores.

Esta conducta, que incluso perjudicaba a los vendedores, que se perdían comisiones por ventas, se explicó precisamente por el aumento significativo y abrupto de la temperatura ambiente, que modifica negativamente nuestra actitud hacia los demás y nuestra disposición a la ayuda.

Uy, ¡mirá la hora! Bancame que pongo unos dientes de ajo para espantar a los mosquitos

Está bien, por lo menos este es un mito inofensivo, que seguramente se inicie en esa idea de ponernos un collar de ajos para espantar a los vampiros. A falta de chupasangres no muertos, la sabiduría popular supuso que el ajo también podría servir para espantar a los mosquitos, y la creencia es tan extendida que un equipo científico decidió ponerla a prueba con un experimento.

Así, en 2005, un equipo de la Universidad de Connecticut (esta vez es en serio, no te rías) convocó a un grupo de personas 2  veces: primero, les pidieron que comieran un diente de ajo; después, que comieran cualquier cosa, excepto ajo. En cada visita, las personas fueron expuestas a mosquitos criados en el laboratorio y el equipo midió: el número de mosquitos que no se alimentaron de los sujetos, el número de picaduras de mosquitos, el peso de los mosquitos después de alimentarse y la cantidad de sangre ingerida. 

Al comparar los datos de las dos visitas, vieron que no había diferencias significativas; o sea: el ajo no sirvió como repelente para los mosquitos. El estudio aclara, al final, que es posible que un consumo de ajo prolongado en el tiempo tenga otro efecto, pero no creo que nadie -ni los científicos, ni los participantes, ni sus parejas- quiera repetir el experimento.

¡Salgan al sol!

Y sobre todo: ¡salí al sol! Con protector solar, en horas razonables, tomando mucha agua; pero tratá de recibir toda la luz natural que puedas. Es re loco, pero parece que el sol tuvo un rol fundamental en la evolución de los vertebrados, incluyendo los seres humanos, porque permitió retener el calcio y fortalecer los huesos. 

En la historia reciente, durante el siglo XIX hubo en la Europa industrializada una epidemia de raquitismo en niños, un ablandamiento de los huesos que impedía su desarrollo normal. Recién en 1921 se descubrió que el raquitismo era efecto de la falta de vitamina D, y que la forma más fácil, económica y saludable de combatirlo era mediante la exposición al sol. Así, comenzaron a sacar a los chiquitos a tomar sol a la terraza del hospital, y vieron cómo sus cuerpos comenzaban a cambiar y sus huesos se fortalecían rápidamente. 

Pero no sólo mejora tus niveles de vitamina D; también mejora tu estado de ánimo en general. Se observó que la depresión es mucho más frecuente y aguda durante el invierno, con menor exposición a la luz solar y días más cortos. Pero también sabemos que la exposición a la luz natural mejora el estado de ánimo de todas las personas.

Es bueno, bonito y barato. Y, sobre todo, ¡es info de la buena!

 

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