Es falso que el 23 de abril habrá una tormenta solar sin precedentes que podría llevar a la humanidad a la Edad de Piedra
- Circula en Facebook y Tik Tok un video que advierte que “el 23 de abril de 2023 habrá una tormenta solar con radiaciones extremadamente altas, dando un 23% de probabilidad a cada ser humano de sobrevivir”.
- Sin embargo, esto es falso. Ni la NASA ni ninguna otra agencia aeroespacial realizó una advertencia en este sentido y los científicos explican que predecir una tormenta solar con tanta exactitud es total y absolutamente imposible.
- Si bien es cierto que las tormentas solares pueden provocar desperfectos en las comunicaciones y afectar los satélites, no resultan un peligro inminente para la vida sobre la Tierra.
Circula en redes sociales un video con predicciones de tono apocalíptico en relación con supuestas futuras tormentas solares que afectarían las comunicaciones, los satélites o, más directamente, toda la vida sobre nuestro planeta.
“El 23 de abril de 2023 habrá una tormenta solar con radiaciones extremadamente altas, dando un 23% de probabilidad a cada ser humano de sobrevivir” (sic), afirma el video desinformante que en Tik Tok tuvo 21 millones de reproducciones y en Facebook 144 mil.
Sin embargo, esto es falso. Los expertos explican que predecir una tormenta solar con tanta exactitud es total y absolutamente imposible. Si bien es cierto que las tormentas solares pueden provocar desperfectos en las comunicaciones y afectar los satélites, no resultan un peligro inmediato para la vida sobre la Tierra.
Qué dice el video desinformante
El video desinformante arranca con una afirmación: “Según algunos científicos de la Universidad de Osborn…”. Sin embargo, no existe tal universidad. Lo más parecido es el Osborn Institute of Theology, pero difícilmente haya científicos allí, ya que según anuncia en su sitio web, esta institución se dedica a “preparar a hombres y mujeres para compartir y dar testimonio de Jesucristo a la Iglesia y al Mundo y revelar la palabra de Dios”.
¿Se referirá acaso a la Universidad de Oxford? Podría ser, ya que efectivamente esta institución sí tiene un departamento de Física. Pero lo cierto es que no hay registro de ningún paper, artículo académico ni trabajo de investigación reciente en relación con el tema de las tormentas solares, ni mucho menos una advertencia tan específica como la del video.
Tampoco científicos de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de los Estados Unidos (NASA, por sus siglas en inglés) o la Agencia Espacial Europea realizaron un anuncio en ese sentido.
La siguiente afirmación del video asegura que “el 23 de abril de 2023 habrá una tormenta solar con radiaciones extremadamente altas, dando un 23% de probabilidad a cada ser humano de sobrevivir” (sic).
En primer lugar tenemos que saber que, con las herramientas que tenemos hoy y el estado del conocimiento científico actual, predecir una tormenta solar con tanta exactitud es total y absolutamente imposible. Por lo tanto, la afirmación de que el 23 de abril se producirá una tormenta solar sin precedentes, y que eso puede saberse desde hace años es falsa.
En principio, pronosticar el clima espacial, al igual que sucede con el clima atmosférico terrestre, no es fácil: la actividad solar no posee comportamientos tan previsibles como los planetas, que en su derrotero por el espacio permiten prever con exactitud de milésimas de segundo sus posiciones futuras a lo largo de muchísimo tiempo. Es exactamente por esto que podemos saber con precisión cuándo serán los eclipses lunares o solares de los mil años que vienen, pero nos resulta bastante más complejo predecir cuándo ocurrirá la próxima gran tormenta solar.
“Podemos saber con alto grado de probabilidad que puede haber un flare en cuestión de horas o de pocos días, y también podemos deducir si el próximo máximo solar podría ser más fuerte o más débil de lo previsto, pero predecir puntualmente una tormenta solar con un mes de anticipación es casi imposible”, explicó a Chequeado Mariano Ribas, coordinador del Área de Divulgación Científica del Planetario de la Ciudad de Buenos Aires.
Y agregó: “Por ejemplo, si a través de observaciones y satélites solares detectáramos una explosión o una eyección de masa coronal del otro lado del Sol, sabríamos que hay una zona activa inestable, y también sabríamos que en 10 o 15 días esa zona puede quedar mirando a la Tierra. Por ende, esa tormenta solar podría ser geoefectiva (es decir, que podría llegar a afectar a la Tierra), siempre y cuando la zona se mantuviera activa e inestable”.
Por otra parte, una tormenta solar inusualmente fuerte, que ciertamente podría ocurrir el 23 de abril o en cualquier otro momento, no tendría por qué afectarnos de la manera en la que anuncia el video desinformante, que asegura que “esta tormenta solar sin precedentes podría llevar a la humanidad a la Edad de Piedra, provocando un apagón total de la tecnología debido a las altas temperaturas que alcanzará la atmósfera”.
Si bien es cierto que las tormentas solares (en realidad, en el video se denomina de esa manera a un amplio rango de fenómenos relacionados con la actividad solar) pueden provocar desperfectos en las comunicaciones y afectar los satélites, también lo es que, al menos en principio, no resultan un peligro inmediato para la vida sobre la Tierra. “Las erupciones solares no son físicamente capaces de destruir la Tierra”, explicó Karen Fox del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA.
¿Qué es una tormenta solar?
Se denomina “tormenta solar” o “tormenta geomagnética” a una serie de eventos relacionados con la actividad natural de nuestra estrella, similar a la de todas las estrellas del Universo. Es bastante complejo de explicar, pero básicamente tengamos presente que las estrellas no son las estables y pacíficas “bolas de fuego” que nos explicaron en la primaria, sino complejos hornos termonucleares en los que de manera constante se producen reacciones físico-químicas, tanto en la escala infinitesimal subatómica como a nivel masivo.
“Como todas las estrellas, el Sol es una inmensa bola de gas incandescente que libera energía gracias a las reacciones termonucleares que ocurren en su núcleo”, señaló Ribas en su libro “Crónicas del cielo y la Tierra”.
Al igual que todas las estrellas de su mismo tipo y en su mismo momento evolutivo (porque las estrellas no son todas exactamente iguales, y además atraviesan diferentes etapas a lo largo de sus “vidas”), el Sol posee momentos de mayor y menor actividad. A estos altos y bajos se los conoce como ciclos solares, se sabe que duran aproximadamente 11 años y que uno de sus signos más evidentes son las manchas solares, que aparecen en mayor medida durante las épocas de actividad intensa, y que disminuyen hasta casi desaparecer de nuestra vista en los mínimos de actividad solar.
Estas manchas tienen diferentes tamaños y es frecuente que midan varias veces las dimensiones de nuestro planeta (de hecho, estas son justamente las que podemos observar a ojo desnudo, siempre con la precaución de utilizar una protección especial para cuidar la vista). Es por eso mismo que titulares como “La mancha solar más grande en 24 años: como 33 Tierras” no deberían alarmarnos: se trata, como ya vimos, de una señal de la actividad normal y natural de nuestra estrella.
Recapitulando, el Sol posee momentos de mayor y menor actividad, y una de las manifestaciones visibles durante los períodos de máxima actividad solar son las manchas solares, que pueden llegar a resultar visibles desde la Tierra. Si bien los primeros registros de este fenómeno se remontan más de mil años antes de nuestra era, en la antigua China, su estudio sistemático sólo fue posible a partir de la aparición del telescopio, a comienzos del siglo XVII. Con el tiempo, los astrónomos comprendieron que estas manchas solares son zonas más frías de la superficie solar (la fotósfera), y que están asociadas a campos magnéticos localizados.
Lo mismo ocurre con otros fenómenos que se fueron descubriendo y estudiando: las fáculas (“parches” más calientes y brillantes que el resto de la fotósfera), las protuberancias (“lenguas” de gas ionizado que se elevan decenas o cientos de miles de kilómetros), los flares y las eyecciones de masa coronal o CME, por sus siglas en inglés (estallidos abruptos que liberan radiación y materia, lanzando hacia el espacio gases de la corona solar, la “atmósfera” externa y difusa de nuestra estrella).
Clima espacial
Durante muchos años, prácticamente desde la invención del telescopio, las manchas solares fueron el único signo visible de la actividad solar para los seres humanos. Sin embargo, en la actualidad contamos con satélites que poseen herramientas mucho más potentes para estudiar de cerca y con mayor nivel de detalle e información la vida de nuestra estrella.
Este desarrollo favoreció el avance de una disciplina que hasta hace algunas décadas habría parecido de ciencia ficción: el estudio del clima espacial. Porque, tal como ocurre a nivel atmosférico en nuestro planeta, el espacio exterior no es un sitio tranquilo. Más bien todo lo contrario: como ya vimos, el viento solar, las erupciones, las fulguraciones y las eyecciones de masa coronal forman parte de la actividad natural y permanente de nuestra estrella.
Por supuesto, estas manifestaciones normales de la actividad solar pueden ocurrir en direcciones diferentes a las de nuestro planeta si tienen lugar en el lado del Sol que no está orientado hacia nosotros en ese momento. Y, aun cuando ocurran en nuestra dirección, la mayor parte del tiempo estos fenómenos no afectan sensiblemente a la Tierra, principalmente gracias a la protección que nos brinda el campo magnético que rodea a nuestro planeta como un escudo y que, justamente, nos protege de la radiación cósmica y las partículas cargadas de energía procedentes del Sol.
Ahora bien: ¿qué sucede cuando estos gases lanzados por el Sol hacia el espacio sí alcanzan la atmósfera exterior de la Tierra? Por un lado, se generan las famosas y espectaculares auroras polares, que son justamente la manifestación de esta interacción de las partículas que provienen del Sol con el campo geomagnético. Pero, además, esta actividad efectivamente puede llegar a afectar a los satélites, producir algunas alteraciones intermitentes en el Sistema de Posicionamiento Global (GPS) y causar inconvenientes en las telecomunicaciones.
Esto es exactamente lo que señalan los investigadores Natalia Buzulukova y Bruce Tsurutani, autores de un paper científico publicado como preprint que advierte que la Tierra podría sufrir serias consecuencias frente a una tormenta solar masiva. Fue lo que sucedió, sin ir más lejos, durante el célebre evento Carrington, una de las tormentas geomagnéticas más poderosas registradas a lo largo de la historia documentada del ser humano, que provocó el colapso de la entonces incipiente red de telecomunicaciones global, causando importantes fallas en el sistema de telégrafos.
Es por eso que, cuando se detectan manchas solares muy importantes, o cuando se evidencia una actividad solar especialmente intensa, aparecen noticias que advierten sobre “potentes tormentas solares”. Sin embargo, generalmente no hay que preocuparse, ya que se trata, como señalamos, de eventos que ocurren frecuentemente, y de los que la mayoría de las veces ni siquiera nos enteramos.
Fecha de publicación original: 08/04/2023
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