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Editorialistas opositores con inexactitudes

Casi en el mismo instante en que se conocía la noticia del fallecimiento del ex presidente, los principales editorialistas de la prensa opositora comenzaron a publicar notas en las que conjeturaban el futuro escenario político y daban consejos a la Presidenta sobre cómo actuar en el futuro. Sin embargo, algunos columnistas deslizaron errores no menores en sus crónicas.

A menos de dos horas de conocida la noticia, el analista Rosendo Fraga subió en la versión on-line de La Nación una lista de acciones que supuestamente debería encarar Cristina Kirchner en el futuro, si quisiera asegurar la gobernabilidad (“Sin Kirchner, Cristina puede asumir el poder”). Como presupuestos de tal lista, puede leerse: “La desaparición del líder del oficialismo genera múltiples interrogantes. Es la primera vez en la historia argentina que la ausencia de alguien que no es el Presidente genera una situación semejante”. En realidad, esto no es exactamente así. Existe, por lo menos, un antecedente comparable. Con el fallecimiento de Eva Duarte de Perón, en 1952, también se fue quien manejaba la relación del Presidente (entonces, su marido, Juan Domingo Perón) con los sindicatos y las organizaciones sociales, y una figura dueña de un impresionante peso político.

Minutos más tarde, a las 13.08, también en La Nación, se publicó “Ahora hay que pensar todo de nuevo”, de Carlos Pagni. Allí, el periodista escribe: “La comparación es inexorable. Hay un líder omnipotente que ha muerto y una viuda al frente del Estado: Perón e Isabel, Kirchner y Cristina. ¿Quién será el Ricardo Balbín de este drama?” Es cierto que, superficialmente -matrimonio en el poder, desaparición de uno de los cónyuges- el hecho convoca a una comparación ligera. Sin embargo, sobran las pruebas de que la situación y sus protagonistas son completamente diferentes hoy, a la del 1° de julio de 1974, cuando murió Juan Domingo Perón. Entonces, el país quedaba en manos de una presidenta con ninguna experiencia política y nula capacidad de gestión, sometida a la voluntad de su ministro de Bienestar Social, José López Rega. En el plano social, facciones armadas dentro del partido gobernante se disputaban a sangre y fuego los espacios de poder, a los que había que sumar grupos militarizados de izquierda y bandas armadas paraestatales. Todo, en medio de una creciente crisis económica. Más allá de las posiciones políticas que se defiendan, es fácilmente comprobable que Cristina Kirchner es una funcionaria de extensa trayectoria política, que gobierna en un clima social y económico muy distinto al de los años 70.

El jueves, La Nación publicó una columna de Joaquín Morales Solá, titulada “Jamás dejó el poder”. Allí, el columnista escribe: “Podrán decirse muchas cosas de Néstor Kirchner, pero no que le faltó genio para construir un imperio político desde las ruinas. Nunca, como candidato, pudo ganar una elección nacional. Sin embargo, nunca dejó el poder desde que se encaramó en él. En 2003 le ganó Carlos Menem y en 2009 lo superó Francisco de Narváez”. Esto, sin embargo, es inexacto. Néstor Kirchner llegó a la Presidencia tras imponerse en elecciones nacionales como candidato. En la primera vuelta, el 27 de abril de 2003, obtuvo el 22% de los votos, y fue superado por escaso margen por Carlos Menem (24,2%). Sin embargo, Menem renunció a disputar la segunda vuelta, lo que convirtió a Kirchner en ganador de la elección y presidente. Por lo tanto, sí ganó la única elección nacional que disputó. En 2009, en efecto, fue superado por Francisco De Narváez, pero no en el nivel nacional, sino en la provincia de Buenos Aires, para cargos legislativos.

Al día siguiente, el viernes pasado, el propio Morales Solá, en “Gestos que perfilan el futuro del Gobierno”, considera que la multitud que despidió los restos de Néstor Kirchner en la Casa Rosada, era “una marea de odio y rencor”, debido a que, supone, no hubiera aceptado la presencia de Julio Cobos o Eduardo Duhalde. Es cierto que pudieron observarse algunos grupos que vociferaban consignas en contra de los dos dirigentes opositores, pero la extrapolación de esa actitud a toda una multitud resulta, por lo menos, insostenible, sino exagerada. Agrega Morales Solá al respecto: “La muerte de Perón no provocó tanta crispación en 1974, aunque también es cierto que el anciano líder había regresado consensual y moderado, como no lo había sido durante sus primeras presidencias”. Si bien es cierto que Perón había regresado con una actitud consensual y moderada, su muerte gatilló uno  de los contextos no sólo más “crispados” sino más sangrientos que se registran en la historia contemporánea del país.

El mismo día, en “Cuánto podrá cambiar Cristina Kirchner”, el editorialista de La Nación, Fernando Laborda, escribió: “Nada hace pensar que, al menos en los próximos meses, pueda cambiar la concepción presidencial sobre el papel intervencionista del Estado en la vida económica o el especial afán por la discrecionalidad del Poder Ejecutivo en la asignación de recursos. Mucho menos, la política en materia de derechos humanos, caracterizada por la persecución de quienes cometieron delitos de lesa humanidad desde el Estado, pero no de quienes sembraron el terror desde organizaciones guerrilleras”. En rigor de verdad, existe una “prosecución judicial” más que una “persecución” a secas, ya que se trata de una serie de juicios a reos acusados de delitos de lesa humanidad. Según tratados internacionales, a los que adscribe la Argentina, esos delitos no prescriben. Los delitos llevados a cabo por organizaciones armadas en los 70, también aberrantes, no encuadran sin embargo en la figura de “lesa humanidad” -no fueron cometidos desde el Estado, por ejemplo- y, por lo tanto, han prescripto.

Finalmente, en “Clarín”, la senadora nacional por el Frente Cívico, Norma Morandini, en una, por otra parte, respetuosa columna titulada “Néstor y Cristina, Cristina y Néstor”, dice: “Frente al dolor de la mujer que llora íntimamente al compañero muerto, pero que como Presidenta está obligada a la compostura por el ojo público de las cámaras, no puedo menos que valorar e identificar en Cristina Fernández, esa tradición de mujeres que atraviesan nuestra historia , las que nacieron como Eva a la vida política desde el soplo de una Costilla poderosa, las que hicieron del silencio un poderoso grito de protesta”. Es indudable que Eva Duarte surgió a partir de la “poderosa costilla” de Juan Domingo Perón. Pero Cristina Fernández fue un cuadro político que creció a la par de su marido desde los años 80, y no bajo su alero.

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Comentarios

  • jaime31 de octubre de 2010 a las 9:15 amno es tan asi...
    "Los delitos llevados a cabo por organizaciones armadas en los 70, también aberrantes, no encuadran sin embargo en la figura de “lesa humanidad” -no fueron cometidos desde el Estado, por ejemplo- y, por lo tanto, han prescripto."

    fijensé en esta nota se explica porque los actos de montoneros pueden considerarse de lesa humanidad: http://www.urgente24.com/index.php?&id=ver&tx_ttnews[tt_news]=149943&cHash=e5591aae2a

    el resto, impecable. lo de fraga ya es obsceno, pero no me sorprende.
  • Agustin18 de noviembre de 2010 a las 2:51 pmlos delitos y las propias personas de las organizaciones armadas en los 70 podrian haberse juzgado o podrian juzgarse por tribunales constitucionales, pero existe un detalle excluyente: fueron desaparecidos por el terrorismo de estado, mas alla de si encuadran o no en delitos de lesa humanidad,
  • Cristina5 de marzo de 2011 a las 7:26 amEditorialistas opositores con inexactitudes (delitos de orgas. armadas)
    Primero: Ya habían sido juzgados y condenados los jefes de los grupos guerrilleros por Alfonsín, luego Menem los indultó. Ellos quedaron vivos, se fueron del país. Antes enviaron a la muerte segura a miles de compañeros. Porque ellos sabían que se venía el golpe militar.
    Segundo: Más allá de volver a juzgarlos o no, está la decisión y la idea de que son héroes nacionales. Lo cual puede considerse así en la época de la dictadura militar porque el pueblo tiene derecho a levantarse en armas ante las tiranías (según nuestra constitución), pero no en épocas democráticas, como durante los gob. democráticos(peronistas) que siguieron hasta el golpe de marzo/76. Nos debemos un debate público y franco, libre de prejuicios ideológicos. Si esto no es posible, por que no existe la "objetividad" plena, por lo menos que se atienda a la opinión de todos los sectores y se apele a las leyes democráticas y legislaciones comparadas.

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