Coronavirus y vacaciones: ¿es posible contagiarse en la playa?
- Con la llegada del verano y el aumento de casos, crece la preocupación respecto del riesgo de transmisión del virus en la playa.
- Sin embargo, los expertos coinciden en que la probabilidad de contagio a través del agua de mar o la arena es muy baja.
- El riesgo real es el contacto interpersonal que puede darse en la playa cuando no se respeta la distancia social o se comparten objetos, como el mate o una botella.
Si una persona decide cruzar una autopista caminando en medio de una tormenta eléctrica, es mucho más probable que sea atropellado a que le caiga un rayo antes de ser impactado por un vehículo. ¿Esto invalida por completo la posibilidad de que ocurra lo segundo? No, pero, en términos prácticos, la relación entre las probabilidades es tan desigual que no conviene perder el tiempo considerando cómo prevenir el segundo de los desenlaces.
Algo parecido podría aplicarse al riesgo real que implica el contacto con el agua de mar y la arena de la playa como fuente de contagio del coronavirus. Si bien son concebibles situaciones que propicien la transmisión por esa vía, a la luz de la evidencia actual y tras casi 2 años de pandemia resultan ser despreciables en comparación con la posibilidad de contagio a través de las gotitas respiratorias y los aerosoles procedentes de la nariz o la boca que salen despedidas cuando una persona infectada tose, exhala, habla o canta a menos de 1 metro de otras personas. O cuando se bebe del mismo mate o botella.
En principio, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), no hay pruebas de que el virus de la COVID-19 sobreviva en el agua, incluidas las aguas residuales, y sus documentos oficiales sobre modos de transmisión (actualizados en su sitio web en inglés el 23 de diciembre de 2021) no incluyen esa vía. Por su parte, el Centro para la Prevención y Control de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) afirmó en febrero de 2021 que no hay evidencia de que el SARS-CoV-2 pueda diseminarse a través de aguas recreativas y nunca revirtió o corrigió esa postura.
En el caso particular del agua de mar, la dilución en el gran volumen, el movimiento de las aguas y su carácter salino reducen a su mínima expresión el potencial infectivo de los virus que pudieran ser “arrastrados” desde las vías respiratorias de bañistas infectados.
Otro factor que reduce el riesgo es que, aunque pudieran encontrarse en el seno del agua virus aislados con capacidad infectiva, se requiere un inóculo o cantidad mínima del agente microbiano para producir el contagio (2 virus sueltos flotando en el agua jamás podrán contagiar a una persona expuesta, porque su sistema inmune los elimina).
Ian Hewson, un microbiólogo de la Universidad de Cornell, Ithaca, Estados Unidos, quien publicó en julio de 2020 unos de los primeros artículos de revisión sobre los coronavirus en el mar en la revista Frontiers in Microbiology, dijo a Chequeado que no tiene datos empíricos sobre la supervivencia de SARS-CoV-2 en el agua de mar, pero que, como la mayoría de los virus en hábitats marinos, “los virus de ARN experimentan tasas de decaimiento considerables” (o sea, desaparecen del agua a gran velocidad).
“La única manera realista de que los coronavirus pudieran transferirse al agua de mar sería a través de desechos cloacales, pero el tratamiento de esas aguas residuales reduciría de manera considerable la abundancia viral en los efluentes”, añadió Hewson.
El especialista señaló que no está comprobada la transmisión fecal-oral del SARS-CoV-2, pero que, como recomendación general, conviene evitar áreas con fuerte contaminación de aguas residuales. “De todos modos, creo que el riesgo de transmisión es excepcionalmente bajo para quienes nadan o están en contacto con el agua de mar. Aun cuando es posible que nuevas variantes tengan mayor estabilidad en el agua de mar, los rasgos que parecen ser seleccionados (como nuevos arreglos de la proteína Spike o espiga) típicamente no confieren mayor estabilidad en entornos ambientales”, explicó.
Un reciente estudio chino de modelado biofísico sobre el Mar de Bohai estimó que áreas balnearias en mares interiores o epicontinentales pueden tener una contaminación no despreciable por SARS-CoV-2 debido al aflujo de aguas residuales tratadas y sin tratar durante períodos de intensa transmisión del coronavirus. Sin embargo, la supervivencia viral sería menor durante la temporada estival por la mayor temperatura del agua y “afortunadamente no ha habido casos de infección por exposición al agua de mar” entre los millones de personas que ocuparon las playas o se bañaron en las aguas de Bohai en julio y agosto (verano boreal), según publicaron en la publicación Ecotoxicology and Environmental Safety.
“Creo que el riesgo tangible de contagio es muy bajo cuando se trata de agua de mar por la dilución, entre otros factores, pero es más alto cuando se habla del agua de mar donde se descargan aguas residuales no tratadas y sobre todo de comunidades donde la enfermedad afecta a un alto porcentaje de los habitantes”, señaló a Chequeado Luis Castillo Suárez, doctor en Ciencias del Agua e investigador del Instituto Interamericano de Tecnología y Ciencias del Agua de la Universidad Autónoma del Estado de México, en Toluca, México, quien firmó otro artículo reciente de revisión sobre riesgos potenciales de transmisión de SARS-CoV-2 a través del agua.
No relajar medidas de prevención
El microbiólogo y doctor en bioquímica Emiliano Salvucci, investigador del Conicet en el Instituto de Ciencias y Tecnología de Alimentos Córdoba (Icytac), en Córdoba, explicó a este medio que, aunque el virus SARS-CoV-2 se haya aislado de aguas y ríos contaminados, “no hay pruebas suficientes de la transmisión del virus por estas vías. Es posible, pero con muy bajo riesgo. Más aún si se consideran el tratamiento de las aguas y aguas residuales y la exposición a la luz solar, que se ha probado que baja la infectividad en gran medida”.
Respecto de la permanencia de los coronavirus sobre la arena, una habilidad que ha sido documentada para otros virus en condiciones de baja luz y alta humedad, un informe español sostiene que “la acción conjunta de la sal del agua de mar, la radiación ultravioleta solar y la alta temperatura que puede alcanzar la arena, son favorables para la inactivación de los agentes patógenos”.
Otros expertos coinciden en que, dada la sensibilidad del virus al calor y la deshidratación, es muy posible que el virus no pueda sobrevivir por mucho tiempo en la arena seca en época de verano. A la misma conclusión arribaron en junio pasado científicas griegas de la Universidad del Egeo después de revisar y discutir toda la literatura sobre la cuestión. “El calor y la radiación ultravioleta generada por el sol destruyen la habilidad infectiva del virus SARS-CoV-2 en las playas de arena” e instaron a las autoridades a que se abstengan de rociar esos lugares con desinfectantes clorados, según señalaron en la publicación especializada Marine Pollution Bulletin.
Para la médica infectóloga Elena Obieta, jefa del Servicio de Enfermedades Transmisibles y Emergentes de la Municipalidad de San Isidro, en el Gran Buenos Aires el riesgo real concreto de las vacaciones de verano en la playa es “bajar la guardia” y dejar de adoptar las medidas básicas de precaución: distanciamiento social; uso de barbijo o mascarilla cuando no se pueda mantener la distancia de 1,5 metros con personas fuera de la burbuja; ventilación en ambientes cerrados (por ejemplo, en restaurantes) y lavado de manos.
“El peligro real es confiarse y sentir que, por estar de vacaciones, uno puede olvidar esas medidas”, explicó a Chequeado, e insistió en que las personas que se enteren que hayan sido contactos estrechos de casos positivos se aíslen “aunque sea un día hermoso de playa”.
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Fecha de publicación original: 01/01/2022
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