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Los influencers y su rol en el debate público

Los chequeadores de todo el mundo vivimos con una especie de karma que nos persigue: las desinformaciones son generalmente más virales y llegan a más gente que sus desmentidas. Las razones son múltiples, pero una de las principales se relaciona directamente con nuestras emociones y la manera en la que presentan los contenidos para hacernos pisar el palito (que, en este caso, no es otra cosa que apretar el botón de “Compartir” sin verificar previamente nada).

Conociendo que corremos con esta desventaja, los chequeadores buscamos desde hace años nuevas formas de presentar la información basada en evidencia. Estamos convencidos de que ser serios y profesionales no supone ser solemnes, ni aburridos. Y sabemos que no alcanza con buenos textos y gráficos claros.

Durante la pandemia, como ocurrió con otros fenómenos sociales, la desinformación se agravó y causó (y causa) efectos nocivos sobre la salud y calidad de vida de mucha gente. Tanto es así, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) acuñó el término “infodemia” y llamó a combatirla a la par que al Covid-19.

En este período, como nunca antes, quedó en evidencia el peso en el debate público de los llamados “influencers”, creadores de contenido que forman comunidades alrededor de temáticas específicas.

Del lado de lo positivo, sólo en la región, surgieron iniciativas como #InfoDeLaBuena, que liderada por el científico Fabricio Ballarini -con el apoyo de Chequeado- busca hacer viral la información basada en evidencia, compartiendo una vez al mes un contenido con más de 1000 influencers; o PortalCheck, una iniciativa regional de la Unesco, en alianza con la red de chequeadores LatamChequea, que presenta recursos para que creadores de contenido comuniquen de manera más responsable sobre la pandemia y no compartan desinformaciones inadvertidamente.

En Brasil, Agência Lupa y Redes Cordiais se asociaron para garantizar la calidad de la información sobre el coronavirus e influencers digitales formados en los talleres de Redes Cordiais para combatir la desinformación y el odio virtual, a la vez que compartieron los chequeos de Lupa y concientizaron a sus seguidores sobre la importancia de estar siempre alerta. En la misma línea, se inscribe el curso de Chequeado para creadores de contenido con foco en la Argentina y Paraguay que dio el periodista e influencer Tomás Balmaceda, que tuvo una acogida mayor a la esperada y contó con el apoyo del Fondo Canadiense para Iniciativas Locales.

Del lado de lo negativo, se confirmó e hizo más visible como los influencers funcionan como amplificadores de desinformación, como advierte desde 2018 la organización First Draft, que estudia y elabora recursos para navegar mejor lo que denominan “el desorden del ecosistema informativo”.

Los influencers generan contenidos con gran repercusión en sus comunidades, pero que en muchos casos no están basados en evidencia y carecen de rigurosidad. Y esto es particularmente riesgoso cuando se trata del Covid-19 o de temas de salud. Son varios los casos en la Argentina donde fueron protagonistas de episodios problemáticos por las implicancias que podrían tener sus publicaciones. Un Instagram Live de la modelo Nicole Neumann con la médica negacionista de la pandemia y miembro de “Médicos por la Verdad” Chinda Brandolino es un ejemplo a poco de que el Covid-19 llegara a América Latina y, más recientemente, un video viral de Ivana Nadal donde señala que “todas las enfermedades son emocionales y se curan con la propia voluntad”. Otro en el que dice que usar barbijo nos enferma o aquel en el que la influencer conversa con dos miembros de “Epidemiólogos Argentinos”, Pedro Moreno y Matelda Lisdero, que aseguran varias falsedades, como que el barbijo causa hipercapnia o que los asintomáticos no contagian el Covid-19.

En el complejo contexto que enfrentamos desde el inicio de 2020, las personas recurren más que nunca a Internet y, en especial, a las redes sociales para buscar información. La salida de la pandemia es desconocida y alimenta la incertidumbre, por lo tanto tener acceso a información basada en evidencia y con fuentes fidedignas es vital.

Las desinformaciones que circulan pueden aumentar el pánico y la angustia y provocar que las personas tomen decisiones riesgosas para su salud y bienestar. Publicar contenidos conlleva una gran responsabilidad.

A la hora de pensar cómo mejorar la calidad del debate público, el rigor que desde hace décadas se le demanda (no sin tropiezos) a los funcionarios, políticos, líderes sociales, líderes de opinión y medios, sumó definitivamente con la pandemia a los influencers.

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