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Cómo circula la desinformación entre países de la región

Sabemos que la desinformación no reconoce fronteras y que muchas veces lo que vemos en un país luego es identificado por colegas en otro. Esto fue clarísimo en la pandemia, cuando junto con la red de chequeadores de Latinoamérica, LatamChequea, vimos cómo los mismos falsos contenidos iban de un país a otro. Pero lo vemos también en los procesos electorales, aunque las desinformaciones específicas varían según el contexto local, las grandes narrativas -como usar pequeñas irregularidades como prueba de un fraude- son compartidas entre los distintos países.

Por eso quisimos ir más a fondo y entender mejor cuáles son las dinámicas de la desinformación, si es que siguen un patrón de distribución y qué factores hacen que una desinformación sea más probable que “viaje” entre países. Para ello empezamos este proyecto de investigación, cuyos resultados compartimos hoy.

Yamil R. Velez, investigador de la Universidad de Columbia, estuvo a cargo del análisis y cinco organizaciones de LatamChequea participaron de la elaboración de los datos, Animal Político de México, Chequeado de Argentina, ColombiaCheck de Colombia, Es Paja de Venezuela y OjoPúblico de Perú.

Qué fue lo que hicimos

El primer desafío para investigar este tema es contar con buenos datos para poder analizarlos. Así que trabajamos con el grupo de organizaciones de LatamChequea, para construir una base que contuviese todos los parámetros requeridos -que potencialmente pudiesen explicar la dinámica de flujo de las desinformaciones- y estuviese estructurada de la misma manera. La base incluía un listado de todas las desinformaciones detectadas -y desmentidas por esa organización- entre 2020 y 2022. En total, se compilaron más de 9000 piezas desinformantes.

Para cada desinformación se recopiló una serie de datos, como los links de los posteos desinformantes, la cantidad de interacciones que presentaron los posteos, la fecha de detección de la desinformación, la fecha de publicación del chequeo y la fecha de publicación del posteo, entre muchos otros.

Para poder determinar si una desinformación específica de un país fue detectada en otro, hay que evaluar todas las posibles combinaciones entre todas las desinformaciones registradas por todas las organizaciones. Como la cantidad de combinaciones posibles es del orden de los millones, se utilizaron técnicas de procesamiento de lenguaje natural para detectar desinformaciones potencialmente similares, luego estas posibilidades fueron evaluadas por humanos quienes decidían si se trataba efectivamente de la misma desinformación o no.

Con técnicas de machine learning, se analizó si alguna particularidad de la desinformación la hacía más probable a ser “exportada”. Para ello se tuvo en cuenta la red social por las que circularon, el formato de la desinformación (si se trataba de un texto, una imagen o un audio) y el nivel de interacciones (engagement) que habían tenido en su país.

Qué encontramos

El aspecto que tiene la mayor posibilidad de predecir si una desinformación cruzará la frontera es la cantidad de interacciones (engagement). Otros factores, como el formato de la desinformación -foto, audio, video o texto- o la plataforma de difusión tienen poco poder predictivo. Pareciera ser que los desinformantes copian lo que funcionó en otro lugar.

Por otra parte, lo que más circula entre países tienden a ser las narrativas, ciertas líneas discursivas, no tanto las desinformaciones específicas. Fueron pocos los casos donde encontramos la exacta misma desinformación en dos países o más. La exportación e importación de desinformación parece darse más fuertemente a través de narrativas, como en los casos electorales, en lugar de posteos específicos.

El mayor flujo de desinformación se dio entre México, Argentina y Colombia. Pero ningún país fue detectado como un claro “exportador de desinformación”

Qué podemos hacer

Esta información es muy útil para poder desarrollar estrategias que nos permitan mejor contrarrestar la desinformación. Tener una mirada regional y global, estar atentos a qué es viral en otros países puede permitirnos ganar tiempo al poder identificar posteos que potencialmente cruzarán a nuestro país. Mirar a nuestros vecinos es clave. Y sobre todo identificar no sólo qué desinformación puntual circula, sino también en qué narrativa se inserta, para poder estar atentos a cuando surja en nuestro país.

También puede ser interesante, al identificar qué circuló en otro país, analizar quiénes son los actores que lo distribuyeron y en qué plataformas lo hicieron, para ver si esos mismos grupos podrían movilizar la desinformación en otro país. Esto, además, permite entender mejor la articulación y el circuito que sigue la desinformación, lo cual nos da la posibilidad de interceptarla temprano en su recorrido.

Por otro lado, para los chequeadores se ve muy claramente la necesidad de contar con registros de datos estructurados sobre la desinformación y que estos sean compatibles entre distintas organizaciones de forma de poder hacer análisis de manera constante que nos permitan identificar patrones.

Por último, la colaboración entre las organizaciones de fact checking, que tienen experiencia y conocimiento de los contenidos desinformantes con organizaciones enfocadas en el análisis de redes sociales resulta clave para entender mejor los flujos de información y también, de desinformación.

Esto fue sólo una primera etapa de un proyecto, que hicimos gracias al apoyo de NED, que nos dejó muchísimos datos que vamos a seguir explorando y analizando.

Continuaremos nuestro trabajo para fortalecer el intercambio de datos entre distintos tipos de organizaciones y de diferentes países para que juntas, cada una con sus saberes y expertise, podamos tener la mejor información posible sobre las dinámicas de la desinformación.

Los resultados completos del informe pueden verse en inglés acá.

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