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Sondeos electorales: ¿son fiables?

Se vienen las elecciones presidenciales (octubre de 2011) y con las campañas -o el comienzo de ellas- empiezan a proliferar las encuestas que miden la popularidad de los referentes políticos. Más aún: llegan a generar grandes titulares en los diarios. Sin embargo, pocas veces aclaran qué se mide exactamente y el verdadero grado de confiabilidad.

Desde luego, las encuestas de intención de voto permiten a los candidatos saber cómo están ubicados frente a sus rivales. Pero, en realidad, representan algo más que este objetivo, digamos…, inocente. Así como los candidatos afinan sus estrategias con un ojo puesto en las encuestas, también los votantes lo hacen. Un candidato con pocas posibilidades en las encuestas puede abrir muchas dudas entre quienes pensaban en confiarle su voto. Las encuestas, entonces, ejercen cierta influencia en la opinión pública, lo que redobla su importancia, y las convierte en un factor clave en el clima preelectoral.

Ahora bien…, ¿son finalmente confiables? Ante una consulta de Chequeado.com, Pablo López, director de la consultora Ibarómetro, opinó  que “las encuestas de intención de voto son una foto de cómo está la situación unos días antes de la votación. Si las diferencias entre candidatos son importantes, y no hay un cambio radical pocos días antes de la elección, pueden prever el resultado. Pero, claro, si las encuestas permitieran conocer los resultados con un ciento por ciento de efectividad, no se necesitarían las elecciones”.

Como toda encuesta, las de intención de voto requieren, ante todo, de la definición de una “muestra”; es decir, un grupo de personas que resulte representativo de la sociedad. No es lo mismo, a modo de ejemplo, encuestar a 1000 personas de Barrio Norte, en Buenos Aires, que a 1000 personas de Pompeya. Los resultados serán, sin duda alguna, diferentes. Entonces, debe existir un criterio para que las personas elegidas puedan ser proyectadas al conjunto de la sociedad.

Los consultores dicen que para que una muestra sea representativa debe ser “probabilística” y “aleatoria”. Probabilística implica que cualquier persona del universo que se quiere representar podría ser seleccionada para la muestra. Aleatoria implica azar, aunque bajo ciertas reglas como, por ejemplo, llamar a uno de cada cinco en la lista de registros electorales. Al elegir los encuestados de esta forma, se da la posibilidad a todos los inscriptos en el registro de participar del sondeo.

Una vez terminada la encuesta, se ponderan los resultados. Si dentro de la muestra hay muchas más mujeres que hombres, por ejemplo, se puede hacer un cálculo para que el peso de sus respuestas en el total, sea acorde al peso demográfico que tienen dentro de la población general.

Pero, como decía un célebre adivino de la TV, “puede fallar”. De entrada, hay problemas intrínsecos: al basarse en una muestra, las encuestas nunca podrán predecir con total exactitud el comportamiento de la sociedad. Luego, existen otras dificultades que las vuelven inexactas.

  • El acceso a la muestra: la metodología de la muestra implica diversas dificultades. Si es telefónica se excluye a todo ciudadano que no tiene una línea de teléfonos fija. Las encuestas “personales” tienen otros problemas. Por ejemplo, que se abarque un área geográfica pequeña, debido a la necesidad del encuestador de movilizarse.
  • Baja representatividad: un problema que surge de la elección de los encuestados. La selección de la muestra puede ser un factor de distorsión si no abarca a toda la sociedad. Esto es lo que ocurrió durante la última elección presidencial en Brasil, el pasado 3 de octubre. Muchas encuestadoras no incluyeron suficientes ciudades para obtener un resultado fiable. Esto dio una imagen parcial de la intención de voto, que sobreestimó a Dilma Rousseff, ganadora, para muchos, en la primera vuelta (cosa que no ocurrió).

La propia Marina Silva (Partido Verde), la tercera candidata en la elección, denunció este aspecto de las encuestas: “Dentro del Partido -dijo-, veíamos un crecimiento propio que, lamentablemente, las encuestadoras fueron incapaces de captar. Esto terminó influenciando el resultado. Mucha gente que hubiera votado por mí no lo hizo, porque no creían que tuviese una mínima posibilidad de llegar al ballotage.”

  • Cambios en el voto: en la última elección presidencial colombiana se produjo uno de los mayores fiascos de las encuestadoras. Mientras los sondeos anunciaban un empate entre los candidatos Antanas Mockus y Juan Manuel Santos, el resultado final fue 46.6% a 21.5%, en favor de Santos. Una explicación posible es que la última semana, durante la cual las encuestadoras no pueden difundir resultados según la ley electoral colombiana, se hubiera dado un cambio masivo en las intenciones de voto. Otra posibilidad es que muchos de los encuestados finalmente no hayan ido a votar; especialmente los electores de Mockus.

Un caso más extremo se dio en la elección francesa de 2002, cuando nadie previó que Jean Marie Le Pen, un nacionalista de extrema derecha, llegaría a disputar la segunda vuelta. Una explicación es que muchos de sus votantes no quisieron declarar su intención “políticamente incorrecta” a los encuestadores, pero en la soledad de las urnas decidieron votarlo.

Orlando D’Adamo, director del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano, se quejó a Chequeado.com por que “todos se acuerdan de los errores, pero la mayoría de las veces las encuestas aciertan”. Y explicó que, “en general, los sondeos predicen quién va a ganar, aunque a veces pueden equivocarse con los porcentajes. El problema se da cuando hay una elección muy cerrada o un cambio repentino cerca de la fecha”.

Para el caso específico de una elección presidencial en la Argentina, ¿qué se considera una muestra representativa? López explicó que, primero, existe una importante diferencia respecto de si la encuesta es telefónica o personal. “El mínimo es de 1000 personas en ambos casos y debería considerar todo el territorio. Así como las personas se eligen al azar, también las localidades, aunque bajo ciertos aspectos, como la cantidad de habitantes de cada lugar. Si el sondeo es en forma personalizada se hace, en general, sólo en grandes ciudades, aunque en este caso llega a personas que no tienen teléfono.

Sin embargo, López destacó que “toda encuesta es válida, en tanto aclare su metodología”. Es interesante, porque los sondeos, lejos de abarcar todo el país, suelen enfocarse en Buenos Aires y su área metropolitana. “En ese caso, decir que una encuesta es representativa de todos los argentinos no sería correcto”, continuó López, que reconoció, sin embargo, que “en lo que respecta a opinión pública, los resultados de Buenos Aires y Gran Buenos Aires suelen coincidir con el resto del país”.

Otro factor a considerar al ver una encuesta es quién la encargó. Según recomienda la Asociación Americana de Investigación de la Opinión Pública, la primera pregunta que debe hacerse el lector al ver los resultados de un sondeo es: “¿Quién pagó pago por esta encuesta y por qué se hizo?”

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Comentarios

  • eliseo preti3 de julio de 2015 a las 4:11 amEstimo que si avanzan los intentos de los funcionarios de buscar su impunidad ( la gente se irá dando cuenta de que su corrupción es real, y que no es invento de la oposición). Ellos mismos se desenmascarán. Un nuevo Default inevitable, es otra muestra. Cuando aprenda a ver y a creer la indigencia de provincias, cuyos Gobernantes son poderosos, ya no podrás sostenerse más. Para aquellos que tienen más de dos dedos de frente esto es suficiente sin expandirme más y para ellos escribo estas palabras, LA CLASE MEDIA que banca a los pobres que estos harán desaparecer y co ellos los votos cautivos y co ellos a la República -
  • eliseo preti3 de julio de 2015 a las 4:18 amO eres Kircnerista o no tienes noción cuando dices que mi comentario "está pendiente de moderación. Yo me recibí de Licenciado en Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional de San Luis.. TE la recomiendo.

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