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“Este modelo en curso no exhibe fisuras o falencias en lo institucional”

Asombra -sinceramente- la pobreza conceptual de la nota de opinión de Santiago Kovadloff. Podría esperarse algo mejor de un hombre con cierta trayectoria en la filosofía. Pero, evidentemente, en su producción ha prevalecido un odio, que impregna y trasciende el campo de la contienda ideológica, para devenir en fanatismo ciego.

Una recreación -sinceramente torpe- del anti-paradigma de contraposición entre “civilización o barbarie”, bien calificado por Arturo Jauretche como la madre de todas las zonceras argentinas.

A la “civilización” pertenecen, por una suerte de derecho natural trascendente e inaccesible al saber humano, sólo interpetrable por esta nueva pitonisa constitucional, D. Santiago Kovadloff, todos los políticos y pensadores no-kirchneristas. Así de simple; en la misma bolsa: Alfónsín (h), Duhalde, Binner,  Solanas, De Narváez, Carrió, Rodríguez Sáa, Macri y otras yerbas menores que crecen a la vera de la política y que la desesperación por engrosar la colecta electoral incorpora con la misma desesperación que exhiben los hipocondríacos en botica: “..Venga, no importa si sirve o no…”.

La “barbarie”, por supuesto, se atribuye al proyecto nacional y popular, de desarrollo capitalista, de inclusión social, redistributivo e independiente, con intervención estatal reguladora e incentivadora de la producción, de fuerte impronta latinoamericanista, que impulsa el Gobierno argentino desde el 2003 hasta el presente.

Este modelo en curso no exhibe fisuras o falencias en lo institucional, como que hubiere degradado la división de poderes, o los mecanismos de contralor del poder político/administrador; que haya pretendido someter al Poder Judicial, o quebrantar el federalismo.

No es menester un cotejo con la obra de los otros gobiernos, desde el inicio de la transición democrática, para derivar, objetivamente, en el reconocimiento a la notable situación de la Nación Argentina, tanto en materia económica, social, cultural, y -fundamental para mi punto de vista-, su política de derechos humanos. Y cuando referimos a derechos humanos estamos hablando del conjunto inescindible de derechos civiles y políticos, y de derechos económicos, sociales y culturales. En definitiva, seres humanos libres respecto del temor y libres respecto de la miseria.

Solo en una inocultable orfandad argumental podría calificarse a este modelo como “barbarie”.

Pero esa orfandad argumental no excusa el tufo de golpismo, descalificante y erosionante, que desafía el deber de observancia a la supremacía de la Constitución Nacional (art. 36, C.N.), y que emparenta la nota de Kovadloff  con los paros agrario-patronales y las presiones de las corporaciones para mantener su hegemonía, hoy en crisis.

*Abogado constitucionalista, profesor de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, especialista en Derechos Humanos.

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