Buenos Aires, ¿el primer mundo en mortalidad infantil?
“Nosotros logramos en el año 2008 y 2010 las cifras más bajas de toda la historia de la Ciudad”, afirmó Jorge Lemus, ministro de Salud porteño, y comparó los resultados con las tasas de los países del primer mundo: “En el 2010 logramos 6,7 [por cada mil nacidos vivos] y Estados Unidos tiene 6,6”, indicó. Aseguró también que el aumento de la tasa en el año 2011 (a 8,5) no es sorprendente porque “la mortalidad infantil sube o baja todos los años dentro de una curva que está esperada”.
Tiene razón el ministro de Salud al afirmar que la Ciudad de Buenos Aires registra una tasa de mortalidad infantil comparable con la de los países del primer mundo.
Fuente: Organización Mundial de la Salud.
Sin embargo, no ocurre lo mismo con el sistema de salud porteño. Para ilustrar esta afirmación no sería apropiado comparar la infraestructura de los hospitales porteños con los europeos. Eso sería un golpe bajo, porque aunque los hospitales públicos de la Ciudad presenten deficiencias, en general están en mejores condiciones que el resto de los hospitales públicos argentinos.
Podríamos afirmar que la mayor enfermedad del sistema de salud porteño es una malformación congénita: una hipertrofia hospitalaria junto a la atrofia de la atención primaria. Es decir que hay un exceso de hospitales y una falta de Centros de Atención Primaria de la Salud (CAPS). En las antípodas de cualquier sistema de salud eficaz, la Ciudad de Buenos Aires tiene casi 100 camas hospitalarias por cada CAPS. En este esquema, ante enfermedades simples, las personas acuden a los hospitales en lugar de asistir a los centros de atención primaria de la salud (CAPS).
Esta situación dificulta el acceso a los cuidados continuos de la salud, afecta la calidad de los servicios, genera un uso irracional de los recursos, incrementa los costos de producción e impacta negativamente en la satisfacción de los usuarios. Además, las falencias refuerzan la persistencia del enfoque curativo en detrimento de un modelo basado sobre la prevención y la promoción de la salud.
Dice otra verdad el ministro Lemus cuando afirma que la mortalidad infantil puede presentar oscilaciones dentro de lo esperado. Pero también debe reconocer que la campaña publicitaria del año pasado, que afirmaba “Logramos la menor mortalidad infantil de la historia”, se volvió en contra.
En realidad, todos los políticos han sido poco sensatos al anunciar “sus logros” en la reducción de la tasa de mortalidad infantil (Macri no fue el único). Si bien bajó, fue más por carambola que como resultado de políticas de salud. Ninguna jurisdicción ha implementado políticas que justifiquen una reducción sostenida de la mortalidad infantil.
La acusación de “falta de gestión” parece convertirse en un lugar común de la retórica política. Pero en salud, más que gestión, lo que faltan son políticas públicas. Hasta ahora, ni el Gobierno nacional, ni el de la Ciudad de Buenos Aires, ni las provincias han implementado planes de salud. En contracara, todos los países desarrollados, e incluso nuestros vecinos de la región (como Brasil, Chile y Uruguay) lo hacen.
*Federico Tobar, investigador principal de CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento).
Fecha de publicación original: 25/07/2012
Comentarios
Me parece que si tomamos por ejemplo Mexico DF tal vez compare mejor o peor que CABA, pero muy distinto es totalizar un pais (que potencialmente tiene zonas de difícil acceso o directamente peligrosas) con una región que es pequeña incluso para la mayoría de los DFs
Tomando a India como ejemplo, la tasa de mortalidad en Nueva Delhi es del 28 por mil, mientras que la media a nivel nacional es de 60. Eso no hace mejor a Nueva Delhi, sino más desigual.
También es cierto que los promedios esconden grandes desigualdades entre regiones, provincias y en el caso de CABA entre barrios.
Por último, el comentario de Zakur también es correcto. Todas las jurisdicciones vienen mejorando en su TMI. Sin embargo, las brechas entre las provincias se incrementan. Esto significa que en lugar de avanzar hacia un modelo en el que la salud se distribuye de forma más equitativa sucede lo contrario. Esto se registra en todos los planos. Desde los resultados, como en este caso la TMI, hasta los recursos. Por ejemplo, el presupuesto de salud provincial por habitante en Santa Cruz es casi ocho veces el de Misiones.
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