Según Clarín, “sólo la mitad de los argentinos con colesterol elevado está bajo tratamiento”
“Sólo la mitad de los argentinos con colesterol elevado está bajo tratamiento”, es el título de una nota publicada por el diario Clarín en septiembre último, y agrega que este “es uno de los principales factores de riesgo para las enfermedades cardiovasculares” (infartos, por ejemplo). Se asume, además, que todos los pacientes que sufren de “colesterol alto” deben cumplir tres indicaciones básicas para controlarlo: “alimentación saludable, actividad física y medicación”.
Sin embargo, la nota -que surge de una encuesta realizada por la agencia de investigación Kantar TNS y, según el sondeo al que pudo acceder Chequeado, se realizó entre junio y julio de este año a 1200 habitantes de 18 años y más en todo el país- tiene errores conceptuales que resultan en un mensaje alarmista y que fomentan la medicación de individuos sanos. A continuación se explicará por qué.
La definición de colesterol “alto” que se utiliza en la nota consiste en tener los valores de las lipoproteínas de baja densidad (también conocidas como “colesterol malo”, ya que es esta fracción del colesterol total la que parece asociarse a mayor riesgo cardiovascular) mayores a 130 miligramos por decilitro (130 mg/dl). Esto genera la errónea interpretación de que, al tener exceso de lipoproteínas y afectarse la libre circulación de la sangre, toda persona con un nivel de colesterol mayor a 130 mg/dl debería recibir medicación.
La indicación de tratamiento farmacológico a personas que nunca han presentado un evento cardiovascular es un tema controvertido que ha llevado a discrepancias significativas en las recomendaciones de las principales organizaciones mundiales encargadas de tratar estos temas (la Sociedad Europea de Cardiología, el Equipo de Trabajo de Servicios Preventivos de los Estados Unidos y la Asociación Americana del Corazón, entre otras). Sin embargo, todas coinciden en que esta práctica debe realizarse teniendo en cuenta los factores de riesgo del individuo en cuestión, como el tabaquismo, la obesidad, la hipertensión arterial y la edad, y no sólo el valor de su colesterol (como está planteado en la nota).
El tratamiento farmacológico con estatinas (drogas que bajan el colesterol) se podría considerar en, por ejemplo, un paciente de 75 años con valores “bajos” de colesterol, que fuma y padece hipertensión arterial (es decir, que tiene una probabilidad estimada del 30% de sufrir un infarto en los siguientes diez años), mientras que no sería óptimo considerarlo en alguien que tenga valores de colesterol “altos” pero sea de menor edad o no tenga otros factores de riesgo (probabilidad estimada de 3% de sufrir un infarto en los siguientes diez años).
La encuesta citada muestra resultados acordes con lo señalado en el párrafo anterior pero estos no fueron mencionados en la publicación de Clarín. De acuerdo con el estudio de Kantar TNS (ver página 20), del 58 al 72% de los encuestados con mayor riesgo cardiovascular por la edad (entre 50 y más de 65 años) está en tratamiento, mientras que sólo el 28 y 34% de aquellos que tienen un riesgo menor (entre 18 y 34 años) lo hace. En la nota se generaliza a la mitad de los argentinos como si todos tuviesen el mismo riesgo y, por lo tanto, la misma necesidad de tratar el colesterol, pero esto no es real.
Además, al considerar la indicación de un tratamiento debe tenerse en cuenta que cada individuo tiene sus valores y preferencias. Dos personas con el mismo porcentaje de probabilidad de evitar un problema cardiovascular pueden diferir en la elección de realizar el tratamiento. En la actualidad, se han desarrollado herramientas que permiten al médico y al paciente decidir en conjunto cuál es la mejor opción en cada caso, teniendo en cuenta todos los factores.
El enfoque de los profesionales de la salud entrevistados tampoco refleja la realidad a la que se enfrentan los médicos generalistas que son quienes, por lo general, deben decidir si iniciar o no un tratamiento para prevenir eventos cardiovasculares en personas sanas.
Algunos de los conceptos por ellos expresados pueden ser aplicables a grupos de pacientes muy seleccionados, pero no son apropiados para toda la población. Por ejemplo, se sugiere la utilidad del control de carótidas (es decir, las arterias que distribuyen la sangre desde el corazón hasta la cabeza) con ecografía para determinar el riesgo cardiovascular. Esta práctica no ha demostrado ser superior a los métodos clásicos para determinar el riesgo cardiovascular y no es recomendada en la actualidad.
Las consecuencias negativas que generan este tipo de mensajes, provenientes de grandes medios de comunicación como Clarín, en el sistema de salud son enormes. En este sentido, pueden alterar la confianza de los pacientes en los médicos e incrementar el consumo de medicación innecesaria en la población en general.
La prevención de eventos cardiovasculares es un tema de máxima relevancia y no hay dudas de que deben tomarse medidas para disminuir el riesgo de nuestra población. Promover una alimentación saludable, la actividad física y hasta una mejor comunicación de los beneficios y complicaciones de los tratamientos farmacológicos disponibles son algunas de ellas. La trasmisión de mensajes confusos y alarmistas, no.
Fecha de publicación original: 23/11/2017
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