Coronavirus: qué es y cómo funciona la inmunidad de rebaño
- La inmunidad de rebaño es la protección indirecta que las personas inmunes a una enfermedad brindan a quienes no lo son.
- Para alcanzar el umbral de inmunidad de rebaño es necesario que la mayor parte de una población sea inmune, ya sea por haber sufrido la enfermedad o por haberse vacunado. Ese umbral depende de qué tan contagiosa sea la enfermedad.
- Parece poco probable que se alcance la inmunidad de rebaño para la COVID-19, al menos en el corto plazo. Por ese motivo, mientras avanza la vacunación deben mantenerse todos los cuidados necesarios.
Prácticamente desde que comenzó la pandemia de COVID-19 se empezó a hablar de la “inmunidad de rebaño”: un momento mágico en el que iba a haber tanta gente con anticuerpos, por haber tenido la enfermedad, que ya no habría nuevos contagios. Algunas personas y medios sugirieron que lo mejor era dejar que la enfermedad avanzara hasta lograrla, y daban como ejemplo a la ciudad de Manaos, en Brasil.
Sin embargo, ya sabemos lo que pasó: la ciudad vivió semanas de angustia, con su sistema de salud completamente colapsado, y el crecimiento sin control de los contagios derivó no sólo en miles de muertes, sino también en una de las mutaciones más contagiosas del coronavirus: la nueva variante P.1 o Gamma.
¿Lograremos con las vacunas la inmunidad colectiva? ¿Estamos todavía lejos de terminar con la pandemia? ¿Cuándo podremos volver a saludarnos con un beso?
¿Qué es la inmunidad de rebaño?
La inmunidad de rebaño, también llamada “inmunidad colectiva” o “de grupo”, es la protección que las personas con anticuerpos para una enfermedad les dan a quienes no tienen esos anticuerpos. ¿Qué son los anticuerpos? Son unas proteínas que forman parte del sistema inmune y circulan por la sangre. Cuando reconocen sustancias dañinas para el organismo, como los virus o las bacterias (denominadas “antígenos”), las neutralizan. Para cada antígeno, el cuerpo genera un anticuerpo particular que persiste en la sangre. De esta manera, si vuelve a encontrarlo en el futuro, el cuerpo ya tiene anticuerpos para defenderse.
¿Cómo funciona la inmunidad de rebaño? Imaginate que una persona tiene un virus respiratorio. Estornuda. Tose. Simplemente con respirar, el aire se llena de aerosoles con carga viral que permanecen si no ventila adecuadamente el ambiente. Si esa persona está rodeada por 10 compañeros o compañeras de trabajo y ninguna de ellas tiene anticuerpos, después de cierto tiempo de exposición es muy probable que las 10 se contagien del virus.
Cuando esas 10 personas se vayan a sus casas y estén encerradas con sus familias (supongamos que de 4 miembros), es muy probable que al poco tiempo esas personas también se contagien. Así, una sola persona enferma generó -en este experimento imaginario- 40 contagios.
Ahora, supongamos que la mitad de esos compañeros o compañeras de trabajo tienen anticuerpos -por haber tenido la enfermedad o por haberse vacunado-. Eso genera que sólo 5 personas se contagien por contacto directo, y 20 personas en total.
Ahora pensemos un tercer escenario: 9 compañeros o compañeras de trabajo tienen anticuerpos y el décimo justo ese día tuvo que salir a hacer unos trámites. Como resultado, el virus de la persona enferma no encuentra dónde replicarse. Cuando, al otro día, esa persona sin anticuerpos vuelva a la oficina, no va a tener ningún riesgo de contagiarse, al igual que no se contagiaron las familias de quienes trabajaban allí.
En resumen: lo que podrían haber sido 40 personas enfermas son, ahora, cero, porque los anticuerpos de 9 protegieron al resto.
¿Cómo se adquieren estos anticuerpos? De dos maneras: el cuerpo los genera por haberse expuesto a la enfermedad o por haber recibido una vacuna. Cuando alguien tiene suficiente cantidad de anticuerpos se dice que está inmunizado, es decir, que es inmune al contagio por la enfermedad. Por eso, cuantas más personas tienen anticuerpos, es menor la probabilidad de ser infectadas y, en consecuencia, es menor la probabilidad de contagiar a otras.
Algo que es importante recordar es que no siempre es posible lograr la inmunidad de rebaño. El virus de la influenza común o gripe, por ejemplo, no puede erradicarse completamente, porque constantemente genera nuevas variantes o mutaciones. En consecuencia, los anticuerpos para una variante no siempre protegen de las demás y es por eso que podemos contraer dos veces gripe en un mismo invierno, incluso a pesar de habernos vacunado.
ATENCIÓN: El objetivo principal de la vacunación para COVID-19 es evitar las formas graves y la muerte. Todas las vacunas usadas en Argentina lo hacen en un alto porcentaje, pero, desafortunadamente, hay una pequeña parte de los vacunados que puede fallecer de COVID-19 a pesar de ello.
En Argentina, por ejemplo, al 8 de junio último el 0,04% de las personas vacunadas con al menos una dosis contra COVID-19 falleció por la enfermedad, según datos del Ministerio de Salud de la Nación. Claro, si uno mira solamente los números, parece que no fuera casi nada. Sin embargo, si sos amigo, amiga o familiar de alguna de esas personas, es muchísimo. Por ese motivo no hay que dejar de cuidarse a pesar de haber recibido la vacuna.
¿Cuándo se alcanza la inmunidad de rebaño?
¿Existe un porcentaje ideal de personas inmunizadas para lograr la inmunidad de rebaño? Eso depende de la enfermedad. Si es muy contagiosa, se necesita una mayor cantidad de personas inmunizadas para disminuir las probabilidades de propagación.
El sarampión, por ejemplo, es súper contagioso: una persona infectada puede contagiar a otras 15 de manera directa. En consecuencia, es necesario vacunar al 95% de la población para lograr inmunidad colectiva. En otros casos, como la poliomielitis, es necesario un porcentaje más bajo: alcanza con que el 80% esté vacunado para evitar que se propague en una comunidad.
Para calcular la contagiosidad de una enfermedad se usa una medida llamada “Ro”, o “número de reproducción”. El Ro mide cuántas personas en promedio se contagian a partir de un solo caso en una población susceptible al contagio (es decir, sin anticuerpos). En el ejemplo ficticio que pusimos más arriba, el Ro sería igual a 10, puesto que cada caso contagiaría, en promedio, a 10 personas de manera directa.
Para calcular el Ro se tienen en cuenta muchos factores, incluyendo aspectos sociales. En los lugares donde mucha gente vive, viaja o trabaja amuchada, por ejemplo, los virus respiratorios tienen un Ro mayor, porque están más tiempo en lugares cerrados con mucha exposición al virus.
En otras palabras, el índice de contagiosidad no depende solamente de la enfermedad, sino también de las condiciones en que viven las personas que la transmiten y se contagian. Por este motivo, los valores del Ro pueden ser mayores en países en vías de desarrollo que en países desarrollados, debido a características sociales y estructurales de la población.
No todo está perdido: algunos ejemplos de inmunidad de rebaño
Para que una infección se extienda socialmente cada individuo infectado debe contagiar al menos a una persona. Eso significa que tiene que haber un Ro = 1 o superior. Si el Ro es menor a 1, la incidencia de la enfermedad disminuye y, con el tiempo, puede llegar a ser eliminada.
El Ro tiene un significado muy importante desde el punto de vista epidemiológico, ya que los brotes pueden prevenirse con el desarrollo de programas de vacunación con el objetivo de reducir el Ro a un valor menor a 1.
Cuanto más transmisible es un patógeno, mayor porcentaje de la población debe estar vacunada para controlar su circulación. Esta es la clave del Ro para lograr la inmunidad de rebaño: hay un umbral de inmunidad más allá del cual la diseminación de la enfermedad disminuye hasta, eventualmente, desaparecer. Ese es el umbral de la inmunidad de rebaño.
Pensemos en el sarampión, por ejemplo. Es una enfermedad extremadamente contagiosa que tiene un Ro de 15: cada persona infectada puede transmitir la enfermedad a 15 personas susceptibles en promedio. Para lograr la inmunidad de rebaño, el umbral en esta enfermedad es 95%. El esquema habitual de vacunación contra el sarampión contempla 2 dosis (al año de vida y a los 5-6 años), además de refuerzos extraordinarios para niños y niñas de 13 meses a 5 años.
Argentina experimentó el peor brote de sarampión de los últimos 20 años entre agosto de 2019 y marzo de 2020, con un total de 179 casos (123 en 2019 y 56 en 2020). Como respuesta, se trabajó intensivamente en la investigación y rastreo de casos y sus contactos estrechos, además de intensificar la vacunación. Como resultado de esta acción, en julio de 2020 se declaró concluido el brote.
¿Habrá inmunidad de rebaño para el caso de COVID-19?
El nuevo coronavirus parece tener una tasa de infección más baja que el sarampión, con un Ro promedio estimado de 2,5. Sin embargo, es una enfermedad extremadamente reciente y no podemos decir con seguridad cuál es su nivel de contagiosidad, especialmente por la aparición de nuevas mutaciones y la evaluación en la práctica de las nuevas vacunas.
En otras palabras: aunque hay quienes estiman un 60-70% de vacunación como umbral de inmunidad colectiva frente a la COVID-19, la verdad es que todavía no sabemos con certeza qué tan acertado es este cálculo. De hecho, casi el 90% de los científicos consultados en una encuesta por la prestigiosa revista científica Nature piensa que la actual pandemia se convertirá en una endemia, es decir, en una enfermedad crónica que se mantendrá constante en ciertas zonas del mundo.
¿Alcanzará con vacunar a la mayoría de la población mundial para detener al virus SARS-CoV-2? La verdad es que, aunque teóricamente es posible, en la práctica resulta muy difícil. Si observamos la distribución internacional de vacunas, teniendo en cuenta el porcentaje de población inoculado con al menos una dosis, vemos que es muy desigual.
Porcentaje de personas que recibieron al menos una dosis de la vacuna COVID-19, 28 de junio de 2021
Por una parte, el país con mayor porcentaje de población vacunada (Israel) apenas supera el 60%, mientras que el umbral de inmunización colectiva se estima, según señalamos, entre el 60 y el 70%. Por otra parte, los niveles de vacunación en los distintos países son muy desiguales. En consecuencia, aunque un país alcanzara el 70% de vacunación de su población, como esa población crece, se desplaza y se contacta con otras personas no inmunizadas, no se podría alcanzar la inmunidad de rebaño.
Si volvemos al caso de Israel, con un altísimo porcentaje de su población vacunado, sus fronteras limitan con países en los que la vacunación es mucho menor (Líbano, 8,64%; Siria, 0,14%; Egipto, 2,41%; Jordania no presenta datos disponibles). Cuanto más integrados están los países al resto del mundo, más difícil resulta alcanzar la inmunidad de rebaño porque pertenecen a una comunidad que se extiende más allá de sus fronteras.
Otra dificultad para alcanzar la inmunidad de rebaño es la aparición de nuevas variantes o mutaciones. Cuanto más se extiende el virus en una población, mayores son las probabilidades de que aparezcan mutaciones, cambios que lo pueden hacer más contagioso o más resistente a las vacunas.
Esto es lo que sucedió en la ciudad brasileña de Manaos (¿te acordás, donde se suponía que habían alcanzado la inmunidad colectiva de forma natural?). Los contagios descontrolados favorecieron la aparición de una variante (conocida como “variante de Manaos”, ahora llamada “variante Gamma”) más transmisible, lo cual hace que los contagios se produzcan más rápido que la vacunación.
En otros casos se ha observado que nuevas variantes son más resistentes a las vacunas, lo cual hace que haya menos inmunidad en la población, incluso si ya fue vacunada.
No olvidemos, además, que sabemos relativamente poco de las respuestas inmunes a la enfermedad: ¿cuánto tiempo dura la inmunidad de una persona que se recuperó de una infección? ¿Cuánto tiempo dura la inmunidad de una persona que recibió alguna de las vacunas actualmente disponibles? Si la inmunidad dura menos de lo que se tarda en vacunar al 70% de la población, no llegamos al umbral necesario.
Por último: recibir la vacuna puede cambiar la conducta de las personas. Si salís del vacunatorio lamiendo los picaportes, cerrando las ventanas y relajando los cuidados, aumentan las probabilidades de contagio. Alcanzar un alto nivel de inmunidad (incluso el nivel de inmunidad de rebaño) no significa que estamos completamente seguros, sino que estamos más seguros. En Estados Unidos, por ejemplo, los movimientos antivacunas y una conducta relajada con respecto a la vacunación generaron brotes de sarampión, una enfermedad que se consideraba erradicada.
Por ese motivo, es fundamental que no relajemos los cuidados por la vacuna: es cierto que las probabilidades de desarrollar una enfermedad grave son muy bajas (aunque existen), pero la evidencia hasta el momento indica que podemos contagiar a otras personas no inmunizadas.
Se trata de un camino muy largo y difícil, y quizás nunca se alcance la inmunidad de rebaño frente a COVID-19. Sin embargo, la mayor producción de vacunas, las iniciativas globales que buscan hacer más equitativa su distribución y el aumento en el porcentaje de personas vacunadas son alentadores, porque muestran que podemos controlarla y evitar casos graves.
Después de todo, de eso se trata la inmunidad de rebaño: de cuidarnos entre todos. Porque en una pandemia (como en tantas otras cosas) nadie se salva solo.
Si querés estar mejor informado sobre la pandemia, entrá al Especial Coronavirus.
Fecha de publicación original: 30/06/2021
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