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Esta nota tiene más de un año

Coronavirus: 9 preguntas sobre la vacuna que el mundo espera

Si tenés sólo unos segundos, leé estas líneas:
  • Qué tipos de vacunas se están desarrollando en este momento, en qué etapas se encuentran y qué problemas podría haber.
  • Si se crea una vacuna segura y efectiva, ¿quiénes tendrían acceso a ella?
  • Esta nota de Salud con Lupa repasa los puntos centrales sobre la producción de vacunas para la COVID-19.

Actualmente todos compartimos un mismo deseo: la aparición de una vacuna lista para aplicarse. Queremos enterarnos de que ya existe un escudo protector frente al nuevo coronavirus. Sin embargo, es importante basar nuestras expectativas en datos reales.

Hasta diciembre del año pasado, nunca habíamos visto una pandemia paralizar a la humanidad entera. Al menos no en más de 100 años. Lo que era un relato de otros tiempos o la trama de una película de ficción, hoy es una experiencia diaria. Así como esta amenaza invisible surgió de un momento a otro, los profesionales de la ciencia también hacen un esfuerzo titánico por encontrar una veloz solución.

Con 93 proyectos de investigación activos alrededor del mundo, grupos de científicos se apresuran para desarrollar una vacuna que ayude a protegernos contra el SARS-CoV-2, el nuevo coronavirus que provoca la enfermedad COVID-19.

Pero la rapidez de la investigación científica también nos ha bombardeado con información, a veces técnica y especializada, que hace difícil entender lo que está pasando. Aquí contestamos nueve preguntas clave sobre las vacunas que buscan frenar la pandemia.

1- ¿Cómo funciona una vacuna?

Para entenderlo, hace falta hablar un poco del sistema inmune. El objetivo de nuestro sistema inmune es distinguir y eliminar aquello que no se parezca a nosotros. “Básicamente es el reconocimiento de lo que no es propio”, explica Selene Zárate, viróloga de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Virus, bacterias y hongos entran a nuestro cuerpo todo el tiempo, pero no logran enfermarnos porque son detectados rápidamente.

A veces, sin embargo, el sistema inmune puede ser entrenado con vacunas. Hay distintos tipos de vacunas. Pero todas ellas usan algo del patógeno (una o varias proteínas, parte de su material genético o incluso una versión debilitada del mismo) para imitar una infección de manera que el sistema inmune genera células de defensa contra el mismo.

Esas mismas células pueden después combatir la amenaza si nos llega a atacar. Una persona vacunada tendrá ya las herramientas moleculares para reconocer y eliminar al patógeno. En general, esto nos vuelve inmunes y evita que enfermemos y que contagiemos a otros.

La razón por la cual el nuevo coronavirus se ha diseminado tanto y tan rápido es porque la población mundial jamás había sido expuesta a él y, por tanto, carece de inmunidad contra este patógeno.

2- ¿Por qué es necesario una vacuna contra el SARS-COV-2?

Porque las vacunas son la única forma en que hemos podido erradicar enfermedades en el pasado. Así es como han desaparecido la viruela y la peste bovina, una enfermedad que atacaba al ganado. Las vacunas también nos han ayudado a eliminar casi por completo la poliomielitis y otros padecimientos como el sarampión o la rubéola.

Tener una vacuna que sea efectiva contra el SARS-CoV-2 será entonces el paso más importante para regresar a la normalidad. Con una vacuna efectiva, se reducirían las muertes ocasionadas por COVID-19, se prevendrían las hospitalizaciones de pacientes graves y se evitaría el colapso de los sistemas de salud.

“Más aún, si la respuesta inmune inducida por la vacuna es de largo aliento y se logra vacunar a un porcentaje alto de la población, este virus reduciría enormemente su circulación”, dice Alexis Kalergis, inmunólogo, profesor de la Universidad Católica de Chile y director del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia en Santiago, Chile. “Incluso podría erradicarse”.

3- ¿Cómo se produce una vacuna?

Existen distintas estrategias para crear vacunas contra patógenos virales. Todas ellas enseñan al cuerpo a defenderse de ciertos microorganismos y las enfermedades que provocan. Las más comunes se pueden dividir en 3 grupos.

Vacunas inactivadas: los investigadores usan calor, radiación o sustancias químicas para “matar” al virus. “Matar” es, claro, solo una expresión porque el consenso científico dice que los virus no están vivos. Al inactivarse, el virus deja de causar daño. Pero todavía puede ser reconocido por el sistema inmune. Este tipo de vacunas usualmente no confieren una protección tan fuerte, por lo que uno necesita tomar dosis extra para que sean efectivas. Así se han creado, por ejemplo, las vacunas contra la rabia o la hepatitis A.

Vacunas atenuadas: usan una versión activa pero debilitada del virus que ya ha perdido en gran parte su capacidad de dañar a la gente. La idea es hacer crecer al virus fuera del cuerpo humano –como en huevos de gallina, cultivos celulares u otros animales– una y otra vez hasta que se adapta tan bien a ese ambiente que ya no es peligroso para nosotros. Así se producen muchas vacunas contra la influenza y es así como también se desarrolló la vacuna contra el sarampión.

Vacunas de subunidad o recombinantes: no utilizan al virus entero sino sólo los fragmentos del mismo que generan la mejor respuesta del sistema inmune –– como alguna proteína, una parte minúscula de su estructura o nada más su envoltura. En el caso de las vacunas recombinantes, los científicos usan microorganismos como la levadura en los que se ha insertado el material genético del virus. La levadura actúa como una fábrica, produciendo el fragmento viral de interés. Vacunas de este tipo son las del papiloma humano o la de la hepatitis B.

Vacuna celular: utilizan células humanas modificadas que entregan la proteína o proteínas del patógeno que puede ser reconocido por el sistema inmune. Este tipo de vacunas se ha comenzado a usar como una estrategia terapéutica en pacientes con cáncer.

4- ¿Qué tecnología se está usando para crear la vacuna del SARS-COV-2?

Los métodos probados hasta ahora para crear una vacuna pueden ser lentos. Por eso, aunque esas estrategias se tienen en cuenta, ha surgido un impulso por usar nuevas tecnologías para desarrollar una vacuna frente a un virus como el SARS-CoV-2 que se propaga tan rápido.

El más popular de estos nuevos métodos es la creación de vacunas de material genético. En lugar de usar proteínas del virus, estas vacunas usarían un fragmento del genoma de ARN del SARS-CoV-2. En él iría la receta molecular para que nuestras propias células fabriquen la proteína viral –en este caso, la que forma los picos de la corona del virus– que el sistema inmune pueda reconocer.

“No tienes tú que producir la vacuna,” explica Zárate. “De alguna manera, estás haciendo que el organismo de las personas lo hagan”. La ventaja de este método es su rapidez. Algunos investigadores sospechan que podrían ahorrarse meses o años para estandarizar y aumentar la producción masiva de este tipo de vacunas.

Pero no están libres de riesgos. “Estamos un poco preocupados de que toda la atención se le está dando a estos nuevos shiny toys”, dice María Elena Bottazzi, microbióloga hondureña del Centro de Desarrollo de Vacunas del Texas Children’s Hospital y Baylor College of Medicine en Estados Unidos. El problema es que nunca nadie ha hecho una vacuna de material genético. Y nadie sabe si funcionará o no. Simplemente no hay antecedentes.

5- ¿Existen vacunas contra otros coronavirus?

No. Las razones son diversas. Cuatro de los siete coronavirus que infectan a humanos, por ejemplo, suelen causar síntomas leves parecidos a los del resfriado común. Desarrollar una vacuna es un proceso muy largo y costoso como para dedicar esfuerzos a combatir patógenos que no son tan graves.

Antes del SARS-CoV-2, sólo conocíamos dos coronavirus que producen síntomas potencialmente severos y que provocaron las pandemias de SARS en 2003 y de MERS en 2012. En ambos casos, distintos grupos de investigación comenzaron proyectos para desarrollar vacunas.

Algunos estudios con animales tuvieron resultados poco favorables: daño pulmonar en ratones, daño hepático en hurones e incluso un macaco cuya condición se agravó después de ser vacunado. Sin embargo, en casi todos los casos, las vacunas contra MERS y SARS aliviaron los síntomas de animales vacunados. Pero muchos grupos científicos pronto perdieron financiamiento porque los países afectados controlaron las enfermedades y sus casos disminuyeron.

Uno de esos grupos fue el de Bottazzi. “Cuando empezamos a pedir los fondos, ya no conseguimos dinero”, dice. Su vacuna contra el SARS terminó de ser manufacturada para uso clínico en 2016. Nunca fue usada. Durante años, se ha quedado congelada en un refrigerador.

6- ¿Cómo vamos en la carrera por encontrar una vacuna segura y efectiva?

Al menos hasta el 23 de abril, existen ya 93 vacunas candidatas, ocho de las cuales han comenzado a ser evaluadas en ensayos clínicos con humanos.

Cada vacuna que avance a ensayos clínicos debe cumplir distintas fases. La fase uno evalúa qué tan segura y efectiva es en un grupo pequeño de personas sanas. La fase dos hace lo mismo, aunque en grupos más grandes de personas. La última fase, la tres, a la cual llegan muy pocas vacunas, involucra miles o cientos de miles de personas. Las estimaciones más optimistas calculan que no veremos una vacuna prometedora hasta dentro de 12 o 18 meses.

Por ahora, cuatro vacunas se encuentran en fase dos. La Adn5-nCoV, que usa un virus inofensivo (llamado adenovirus) para introducir una proteína de la corona del SARS-CoV-2 a células humanas. La ChAdOx1, que también intenta meter la misma proteína pero usando un virus inofensivo de chimpancé. Otra de las compañías Sinovac y Dinavax, que combina una versión inactivada del SARS-CoV-2 con un adyuvante, es decir, un ingrediente que genera una respuesta inmune más fuerte en las personas. Y la LV-SMENP-DC, hecha de células del sistema inmune modificadas que usan un virus inofensivo que contiene proteínas de varias partes del SARS-CoV-2.

Vacunas para COVID-19 en evaluación clínica

Vacuna candidata Tipo Desarrollador / Investigador Países Plataforma similares para vacunas candidatas Etapa actual
Ad5-nCoV Vacuna recombinante CanSino Biologics / Beijing Institute of Biotechnology China Ébola Fase I
Fase II
ChAdOx1 nCoV-19 / MenACWY Vacuna recombinante Consortium of the Jenner Institute, Oxford Biomedica, University of Oxford, Vaccines Manufacturing and Innovation Centre, Pall Life Sciences, Cobra Biologics, HalixBV, Advent s.r.l., y Merck KGaA Reino Unido Influenza, Tuberculosis, Chikungunya, Zika, Meningitis B Fase I
Fase II
Inactivated SARS-CoV-2 Vacuna inactivada Sinovac / Dynavax China / Estados Unidos SARS Fase I
Fase II
LV-SMENP-DC Vacuna celular Shenzhen Geno-Immune Medical Institute China Fase I
Fase II
mRNA-1273 Vacuna de ARN Moderna / NIAID Estados Unidos Múltiples candidatos Fase I
Pathogen-specific aAPC Vacuna celular Shenzhen Geno-Immune Medical Institute China Fase I
INO-4800 Vacuna de ADN Inovio Pharmaceuticals / Beijing Advaccine Biotechnology Estados Unidos / China Lassa, Nipah, VIH, Filovirus, HPV, cáncer, Zika, y Hepatitis B Fase I
Inactivated Novel Coronavirus Pneumoni Vacuna inactivada Beijing Institute of Biological Products/Wuhan Institute of Biological Products China Fase I
Fuente: OMS y Milken Institute. / Fecha de actualización: 23 de abril de 2020.

Algunos científicos latinoamericanos, como Alexis Kalergis, también se están sumando a la carrera. Actualmente, el Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia en Santiago de Chile está trabajando en cuatro prototipos de vacuna usando proteínas, fragmentos de proteínas o material genético derivado del SARS-CoV-2.

Por su lado, María Elena Bottazzi espera tener resultados en unos seis o nueve meses después de usar la misma estrategia que siguió para crear su vacuna contra el SARS. También tiene otros planes. El virus del SARS y el de COVID-19 son muy similares genéticamente, por lo que Bottazzi está convencida de que podría aprovechar la vacuna que terminó de manufacturar en 2016. Seguramente no ofrecería una protección total contra el nuevo coronavirus, pero al menos podría evaluar si confiere inmunidad parcial.

7- ¿Qué problemas podríamos encontrar en el camino?

Encontrar una vacuna en tiempo récord que funcione contra un virus del que todavía no sabemos mucho es un desafío científico. Una de las preocupaciones de los desarrolladores de vacunas es que los virus comiencen a cambiar mucho. Ese ha sido uno de los más grandes obstáculos para quienes han pasado años tratando de diseñar una vacuna contra el VIH, por ejemplo. El virus muta tanto y tan rápidamente que la protección de una vacuna no dura casi nada –además de que se ha vuelto muy diverso, lo cual también dificulta el proceso. Algo similar pasa con la influenza estacional; sus mutaciones frecuentes obligan que se renueve su vacuna cada año.

En el caso de SARS-CoV-2, sin embargo, hay cierto optimismo. Hasta ahora, los estudios sobre el genoma de este virus sugieren que su tasa de mutación podría ser de 25 mutaciones por año. Esa es una tasa de mutación casi cuatro veces menor que la de la influenza. “Son buenas noticias desde el punto de vista de desarrollo de vacunas”, dice Zárate, pues sugiere que no tendríamos que actualizarlas constantemente. Pero SARS-CoV-2 es aún nuevo para la ciencia. Y estas estimaciones podrían actualizarse en un futuro.

La velocidad que exige la pandemia también ha impuesto ciertos riesgos. Crear una vacuna es un proceso que toma varios años por buenas razones: cada paso se cerciora de que sea segura para las personas y de que realmente prevenga la infección del patógeno estudiado. Actualmente, en la búsqueda de una vacuna para el nuevo coronavirus, se ha propuesto hacer estudios con animales y humanos a la vez para ahorrar tiempo. Esto eleva el riesgo de cometer errores y tener que empezar de nuevo.

A algunos médicos, además, les preocupa que la urgencia por distribuir una vacuna a millones de personas aumente su manufactura a niveles comerciales antes de que tengamos evidencia sólida sobre su seguridad y su eficacia. Y todavía no sabemos cuánto tiempo duraría su protección.

8- Si se desarrolla con éxito una vacuna, ¿quiénes tendrán acceso a ella?

Durante una pandemia, la vacuna primero debería distribuirse entre la gente que más la necesita y que se encuentra en el centro del brote: los profesionales de la salud. Después podría darse a los grupos más susceptibles de enfermar gravemente. Y por último al resto de la población.

Pero la realidad es que no hay garantía de que la vacuna contra el SARS-CoV-2 llegará a todos una vez que esté lista. Los países ricos, sugieren algunos expertos en salud pública, podrían monopolizar la vacuna, ignorando a los más pobres. Esto ha pasado antes. En 2009, durante la pandemia de la influenza H1N1, países como Australia, Canadá y Estados Unidos acapararon la vacuna de los fabricantes, dejando muchas menos para los países pobres que ya no pudieron inmunizara tantos de sus ciudadanos.

Para evitar ese escenario, se pueden tomar distintas medidas. Los fabricantes de países ricos y pobres podrían trabajar de maneja conjunta, por ejemplo. Y podrían comprometerse a vender la vacuna a un precio lo suficientemente bajo como para asegurar su alcance global.

En América Latina, otra opción podría ser financiar esfuerzos nacionales de desarrollo de vacunas. “Es fundamental que potenciemos la manufactura de vacunas en nuestra región”, dice Kalergis, el inmunólogo chileno. Bottazzi, la microbióloga hondureña, concuerda: “Los únicos que van a resolver los problemas en Latinoamérica vamos a ser los latinoamericanos. Nadie va a venir a rescatarnos”.

9- ¿Qué pasará mientras no tengamos una vacuna que haga frente a la COVID-19?

Es difícil predecirlo. Pero podemos especular algunas cosas. Mientras la mayoría de la población mundial no esté vacunada, el SARS-CoV-2 seguirá infectando y matando gente de manera recurrente. Hay epidemiólogos que hablan de oleadas de infección que lleguen en los siguientes meses o años. Los grupos vulnerables –adultos mayores y personas con enfermedades preexistentes– serán los más afectados por el virus.

Futuros brotes podrían obligarnos a adoptar medidas de distanciamiento social e higiene personal más prolongadas. Y es probable que algunos gobiernos cancelen de manera indefinida eventos masivos o hagan mandatario el trabajo desde casa. José Campillo, biólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México que estudia el origen y evolución de virus, opina que la experiencia también podría motivar a que los países construyan centros nacionales de virología que continúen investigando esta y otras enfermedades virales.

Quizá lo más claro por ahora es que “el virus llegó para quedarse,” dice Campillo. “No vamos a regresar a la normalidad. O sea, esto ya cambió nuestras vidas por completo. Vamos a entrar a otra normalidad”.

 

Esta nota fue publicada originalmente por Salud con Lupa, el 23/04/2020. 

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